Estado en guerra

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En la habitación había una pequeña cama, un cuarto de baño, una mesita y una ventana que para mi suerte daba al bellísimo mar. Sobre la cama había ropa típica de los nómadas aire. La acólita que me acompañaba me dijo que al amanecer del día siguiente tendríamos un ritual de iniciación y que muy seguramente mi trabajo en la isla sería el de recolectar plantas, hierbas y frutas y verduras, además de otros trabajos en cocina, lo cual no me molesto, ya que no iba a ser tan difícil para mí. Esa noche dormí dándome cuenta que mi vida acababa de cambiar y yo no me había percatado hasta que estaba dentro de las sábanas de esa cama extraña.

El sol apenas se asomaba y yo ya estaba en la plaza central de la isla. Ya me había duchado y vestido, la ropa era sorprendentemente cómoda y fresca para un día caluroso como ese.

Al rededor de nosotros habían unos postes que formaban un medio círculo y de ellos colgaban campanas de diferentes tamaños, el incienso estaba colocado de manera que nos golpeaba el rostro a mí y a los otros cinco nuevos, era un poco asfixiante pero el olor era agradable.

Tenzin comenzó a decir algunas oraciones que se referían al abandono de lo material para mejorar el sentido espiritual, era bastante difícil concentrarse. Nos pidió sentarnos en la posición del loto, era algo complicado, los demás acólitos con experiencia, estaban a nuestro alrededor sentados en esa posición como si nada así que me reté a hacer lo mismo.

Se sintió como una eternidad pero la ceremonia terminó cuando Tenzin hizo sonar las campanas a nuestro alrededor y apagó el incienso usando aire control.

Los demás acólitos echaron gritos de alegría y aplaudieron y después nos hicieron pasar al comedor a desayunar. Cuando yo pude ponerme de pie, una sensación de tristeza me invadió el pecho.

-A mis padres les hubiera gustado ver esto- pensé con la cabeza baja. Una mano toco mi hombro con suavidad.

-Vas a estar bien, te lo prometo- dijo Tenzin y de nuevo me sonrío mientras empujaba suavemente mi hombro hacia el comedor.

Y así comenzaron mis días en la isla, nos levantábamos temprano, meditábamos un poco, desayunábamos y comenzábamos las labores. El trabajo no era difícil pero sí agobiante, todo el tiempo había que correr de un lado al otro mientras cumplías con tus respectivas obligaciones, incluso relacionarse con los mismos acólitos era difícil. Después de la muerte del avatar, muchos sintieron que su trabajo en la isla había terminado y habían decidido abandonarla, no entendían realmente lo que significaba ser un acólito, para mí todo aquello era una lastima. Había que hacer más, yo ahora me sentía comprometida a hacer más.

Mis días mejoraban cuando comenzaba a atardecer ya que combinaba mis labores con visitas a Katara para hacerle sus masajes, con ungüentos y aceites. Todos los días probábamos uno diferente hasta que encontramos uno que le dio una sensación de alivio más que los otros. Menta con jazmín y hierba buena molida.

Un día estábamos en su habitación la cual daba a Ciudad República y a una pequeña parte en las faldas de la isla, una explanada específica para entrenar. Desde la habitación podíamos escuchar a Tenzin y Lin entrenando. Sonidos de roca y aire llenaban la habitación. Pero de repente esos sonidos comenzaron a intercalarse con sonidos de reclamos de Lin para Tenzin mientras Tenzin solo se remitía a pedirle que parara y que era suficiente.

Yo comencé a ponerme nerviosa y supongo que se notó por lo que me dijo Katara.

-Ellos siempre hacen lo mismo- soltó una sonrisa mezclada con el fastidio. -Siempre pelean, todo el tiempo, insisten en seguir juntos pero siempre terminan igual-

Yo estaba asombrada por lo que me estaba diciendo.

-Ellos aún no entienden que no nacieron para estar juntos...-

Mi cara seguía con un gesto de enorme confusión. Ella se rió levemente al verme.

-Cuando estábamos en la guerra, Aang batalló mucho para aprender la tierra control porque era su opuesto natural. Sin embargó lo logró, pero definitivamente había sido una experiencia poco agradable. Él era tremendamente diferente a Toph y eso se reflejaba tanto en el elemento como en la personalidad. Yo por otro lado era diferente a Zuko pero cuando peleábamos juntos, nos nutríamos y nos hacíamos sentir completamente imparables. Hubo un tiempo donde mis sentimientos estaban confusos tanto por Aang como por Zuko. Él había llegado a nuestras vidas y yo por alguna razón me sentía atraída hacia él, pero no de una manera romántica, se sentía más bien como un conflicto interno... me costó un poco de trabajo entenderlo, pero cuando peleamos contra Azula me di cuenta que yo siempre iba a estar unida a Zuko porque nuestro elementos se complementaban como el yin y el yang , sin embargo jamás encontraríamos armonía porque ambos nos llevábamos siempre al límite... peleábamos con furia... éramos buen equipo y seguimos siendo mejores amigos- sonrió contenta con la última frase.

-Decidir que mi amor le correspondía a Aang fue sencillo, él era la paz en persona para mí. Todo lo que él transmitía me transformaba siempre en alguien mejor, sin guerra ni caos. Nuestro amor y nuestro espíritu se transformaron en uno solo, nuestros elementos no peleaban solo coexistían y mezclaban el uno con el otro como la brisa del mar o las nubes en el cielo. Amarlo era fácil, casi como si hubiera nacido para hacerlo... amarlo me hacía feliz y a él también lo hacía feliz amarme...- sentí que ambas comenzaríamos a llorar, yo por verla así de entregada mientras hablaba y ella por lo que estaba diciendo.

De repente otro ruido nos saco de nuestra bella realidad.

-Estoy harta! me largo de aquí!- dijo Lin, seguido de un ruido que se asemejo a una grieta abriéndose en el suelo. Katara volvió a suspirar con algo de impaciencia.

-Yo solo espero que sean capaces de verlo antes de lastimarse, ellos son un gran equipo pero no nacieron para estar juntos- dijo Katara con un tono serio.

Yo seguí masajeando sus manos analizando todo lo que había dicho cuando alguien toco su puerta.

La madre del aireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora