Cambio de estación

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Las desoladas tardes de otoño empiezan a mermar su cordura, son los tonos rojizos de las hojas que sobrevuelan su cabeza, un bello recuerdo de los tiempos donde el amor existió en el aire.

Tantos años han pasado que el tiempo perdió su razón de ser, ya no hay nadie a su alrededor.

Grita pero no existe nadie que le responda.

Corre pero no hay nadie que la persiga.

Llora pero no hay nadie que la consuele.

Es en el abismo de la mente donde su vida tiene un sentido.

Las frías noches de invierno calan sus huesos sin tregua alguna, siente en su piel aquel castigo lleno de soledad, aquel que solo la noche más helada puede ofrecer. Su sonrisa se ha sepultado con los años que la vieron sufrir sin compañía.

Solo queda el silencio del mundo, que llega a sus oídos cada mañana al despertar.

Los primeros rayos de sol iluminan su entorno, mostrando un desolado lugar donde la vida ha vuelto a empezar.

Es el inicio de la primavera donde puede gozar de la tranquilidad que reina en donde una vez hubo ruido de ciudad, es ahí, donde juega con la inocencia que jamás perdió, persigue mariposas por campos llenos de pasto fresco y flores silvestres, donde aún se ven las ruinas de grandes edificios.

La vejez la alcanzó rápidamente, su fuerza se agotó como es natural.

Un páramo sin nombre se extiende hasta donde la vista alcanza.

Cientos de huesos que alguna vez tuvieron vida, yacen inertes a la intemperie.

Una civilización que llegó a su fin.

Es el dulce calor del verano quien llama al nuevo mundo a salir. Sentada frente al mismo ahuehuete que vio cuando niña, observa como las últimas luces del día iluminan el cielo.

En el aire, pequeños destellos  aparecen al compás de los grillos. Se deleita sin igual, ellos responden a su voz y bailan junto a ella hasta el amanecer.

La espera de cada año siempre vale la pena.

Son aquellas luciérnagas su compañía en un mundo que terminó para los humanos.

Cuentos breves de la soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora