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-¿Las clases terminaron temprano?- me cuestionó mientras salía de su casa con una pequeña caja donde puso sólo sus cosas más importantes.
-Ah... sobre eso.- reí vagamente.- me escapé.- Adrián me miró asustado.- ¡hey! No me dijiste absolutamente nada, no estoy acostumbrada a no saber de ti por más de dos horas.- lo miré fingiendo enojarme.
-Sí, hice mal, perdón.- bajó la mirada.
-Ya no importa, se siente bien que te preocupes tanto por mí.- sonrió un poco.
-¿Cómo no hacerlo, eh?- él dió una última sonrisa para luego entrar los dos a mi auto y comenzar a manejar.
-Cuando estoy yo, yo manejo.- se burló de mi rostro, que mostraba indignación.- estás chiquita, hay que cuidarte.- dijo por último mientras posaba su mano sobre mi cabeza.
-Está bien, está bien; menos charla y más acción.- lo miré con una sonrisa en mi rostro.
Él me devolvió el gesto mirando hacia adelante.
-Vamos.- comenzó a manejar.
-¿Dónde están tus padres?- pregunté.
-De viaje, en un viaje de trabajo.- respondió suspirando.- me lo dijeron antes de irse.
Yo asentí mirando a la ventana.
-Mi papá me golpeó, la madrugada fue un completo desastre.- siguió hablando, sin dejar de mirar adelante.
Lo vi con terror en los ojos.
-¿Te... golpeó? Adrián, eso ya es... demasiado.- hice un gesto de preocupación.
-Pero yo... ¿qué debería hacer? Estoy tan... asustado, no sé qué es lo mejor para mí.- dijo mientras se alteraba un poco.
-Lo mejor para ti... es hacer lo que te hace feliz.- le di esa corta respuesta, él me miró por breves segundos y volvió su vista hacia adelante.
-Gracias.- sonrió, siendo lo último que dijo en el transcurso del viaje a mi departamento.
-Vamos.- bajé del auto y esperé a que Adrián saque sus cosas para luego entrar al lugar.- es algo amplio así que no creo que hayan problemas.- le sonreí. 
-Sí...- respondió algo desanimado.
-Hey... ¿qué pasa?- lo miré con curiosidad.
-Es la primera vez que me voy de mi casa.- suspiró.- solo me siento algo... melancólico.
-Entiendo...- miré a mi alrededor.- la vamos a pasar muy bien, vas a ver.- reí, mientras los miraba.
-Solo estando contigo ya la paso genial.-  me sonrió.- ¿qué horas son? ya perdimos el día en la universidad ¿verdad?
-Aún no.- miré mi reloj.- son las dos de la tarde y nuestras clases terminan a las cinco.- pensé unos segundos.- pero aún así no vamos a ir.
-¿En verdad?- me miró.
-Así es.- respondí.
-¿Es una orden?
-En efecto.- dije.- pero sé que también lo quieres así.
-Está en toda la verdad, señorita.- fingió una voz más gruesa que la que tenía, haciendo que ría.
-Bueno, tendrás tu propia habitación porque tengo dos, es esta.- dije abriendo la puerta de dicha habitación.
-Es linda.- sonrió dando vueltas en su mismo lugar.- ¿por qué no me la mostraste antes? creí que este cuarto era un tipo de bodega, por eso nunca la abrí.- me miró.
-Te dije que tengo muchas cosas para mostrar.- dije entrando por completo en el cuarto.- se suponía que esta habitación iba a ser de mi hermano mayor, pero al final se fue con no sé quién y este lugar quedó vacío.
-¿Vivías con tu hermano?- preguntó con el ceño fruncido.
-Sí... mi mamá lo quería así.- suspiré.
-¿Pero él no era quien...?- lo interrumpí.
-Sí... pero ya no importa, ahora ya no está aquí y yo estoy mejor así.- miré a otro lado.- hace más de una semana terminé los libros que compré el mes pasado.- hice un puchero.- ¿quieres acompañarme a comprar más?
-¡Te iba a decir lo mismo!- rio .- está bien, vamos, pero no quiero escucharte chillar cuando se te acabe el saldo de la tarjeta en tantos libros.
-¡No exageres!- lo jalé del brazo agarrando mi cartera y saliendo de mi departamento.
-¡Yo estoy, yo manejo!- exclamó Adrián entrando en el asiento del timón. 
-¡Recuerda estas palabras Adrián Connor, algún día me vas a encontrar de malas y no quieres saber cómo vas a terminar!- grité carcajeando, luego vi que Adrián estaba estaba en el mismo estado. Después de unos minutos me resigné a entrar al otro lado del carro.
Al llegar a la librería, bajamos del auto y entramos al lugar.
-Muy buenas tardes, señorita Haneúl y joven Adrián.- saludó la señora encargada del luagar, que por cierto ya nos conocía.
-Buenas tardes.- sonreí con amabilidad.- vine a ver más libros.- le dije entusiasmada.
-No sé porqué ya lo sabía.- respondió con gracias.- estás de suerte, hoy en la mañana me acaban de traer nuevos libros de los que te gustan, así que no vas a tener que buscar demasiado.
-¿Eso es  cierto?- me sorprendí.- ¡qué emoción! ¿entonces qué esperamos? Adrián vamos.- lo sujeté del brazo y ella nos guio hacia donde estaban esos dichosos libros que tanto me gustaban.
-Esta es su sección, jóvenes.- la señora nos mostró el lugar.- los dejaré aquí, yo estaré en la entrada si me necesitan.- terminando con esas palabras, salió de ahí.
-¡Mira, Adrián! un libro que aún no he leído de John Green.- dije sacándolo de su casilla.
-Uno.- noté que Adrián estaba concentrado buscando libros para él, pero aún así se dedicaba a contar los libros que estaba escogiendo.
Sonreí, y la sonrisa no se me fue en ningún momento mientras estábamos en la librería.
-Ocho.- contó por último mi mejor amigo.
-Sí, ocho.- le sonreí muy feliz.- ¿y tú cuántos compraste?
-Cuatro.- me los mostró.- pero aún no termino, quisiera ir a la sección de revistas.
-¿Revistas?- lo miré pidiendo una explicación.
-De grandes bailarines, quiero aprender pasos nuevos.- dijo entusiasmado.
-¡Que bien!- lo guíe hacia esa sección.- este es tu lugar.- reí, a lo que él me respondió el gesto.
Él comenzó a ver lo que había allí, y yo comencé a a hacer lo mismo a pesar de que no planeaba comprar algo más.
-Rayos ¿por qué esta sección está cerca de la de útiles escolares?- puchereé, ahora no podría evitar comprar cosas de allí.- ahí te me vez, Adrián.- le dije mirándolo.
-¿Qué? ¿dónde vas?- me preguntó.
-A hundirme en en el mundo de los plumones.- reí, él me respondió el gesto.
-Pero...- rio un poco más fuerte.- está bien, pero no demoraré más de veinte minutos, por sea caso.- me indicó.
-Claro que no demoraré más de eso.- él me miró con una ceja alzada.- ¡hablo enserio!
-Anda de una vez.- respondió.
Y sin decirle nada más, fui a la sección de útiles escolares.
Encontré más plumones de los que pude imaginar, y menos mal no le prometí a Adrián que terminaría en veinte minutos porque de ser así... le habría fallado.
Pasaron exactamente... cuarenta minutos.
-Haneúl...- Adrián estaba parado, pero parecía que estaba en el quinto sueño.
-Espérame un minuto más, Adrián.- le dije mientras terminaba de revisar si unos lapiceros tenían más brillo que otros lapiceros que costaban casi lo mismo.
-No me siento bien...- dijo brevemente, noté que su voz sonaba muy débil.
Fruncí mi ceño volteando a verlo.
-¿Qué sucede?- lo miré seriamente, con obvia preocupación.
-No te preocupes.- habló.- solo quiero irme ya, estoy cansado.
-Está bien.- aún estaba algo preocupada por lo que acababa de suceder, pero pensé que hablaríamos mejor en mi casa.
Vaya que lo pensé muy mal.
Escuché un golpe de algo caerse justo donde se suponía que estaba él.
Volteé instantáneamente.
-¡Adrián!- grité al verlo inconsciente en el suelo del lugar.
No sabía qué hacer y mi cabeza daba vueltas pensando en lo peor que podría ocurrir.
-¡Dios santo! ¿Necesitas que llame a una ambulancia?- me preguntó la encargada del lugar, quien ya se había hecho bastante cercana a nosotros.
-Sí, gracias.- respondí, aún con preocupación.
¿Qué estaba ocurriendo...?

Siempre A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora