IV

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...

 Comenzaba ya a acelerar mi paso mientras me terminaba de arreglar. El apuro era todo lo que tenía, pues sí, acababa de salir de mi casa en dirección a la parada del bus. Mientras sostenía un pequeño bolso, recogía mi cabello y haciéndolo cebolla mantenía mi vista al frente, pero recordaba todo lo que pasó en aquel extraño sueño del hospital, cada vez más curiosa de lo que se supone que pasaba.

 Caí en cuenta de que las últimas noches en realidad había tenido unos sueños muy raros, aunque sentía que no los había olvidado, ningún detalle, pero ¿realmente era así? la manera en la que lo recordaba todo me resultaba cuanto menos extraño, en serio podría jurar haber vivido todo. Y aún por sobre todo ¿qué era esa cosa blanca? ¿De verdad eran huesos los que se movían a través del aire? ¿Por qué demonios olía a canela?

Salí de mis pensamientos de golpe al sentir gotas caer. Alzo la vista y puedo apreciar el cielo medianamente nublado, por lo que había comenzado una pequeña llovizna. Comencé a avanzar aún más rápido dando zancadas largas para llegar a la parada de bus.

La alcanzo y no me hizo falta esperar más de ocho minutos para que un autobús se presentará frente a mí. Con algo de apuro entré a éste y divisé un asiento para sentarme.

Al menos no tendría que caminar mucho tras bajar del vehículo.

...

Atravesaba los pasillos y aún no podía olvidar el sueño.

De alguna forma era como si mi cabeza estuviera preparada para lo que se venga, como si la extraña aparición del sueño fuera a presentarse nuevamente.

Dí unas pequeñas sacudidas de cabeza para disipar ese último pensamiento. Me erguí recta de una buena vez y fijé mi vista al frente.

No sabía la razón, pero aún me sentía nerviosa.

Una vez más me encontraba frente a las puertas de la habitación donde mi madre se encontraba internada. Doy un respingo olvidando por un segundo el asunto del sueño y así tomar fuerzas para pasar.

La veo recostada en su camilla, al instante se percata de mi presencia y saca la vista del libro que tenía entre sus manos, cerrándolo y dejándolo reposar en una mesita que tenía a uno de los costados.

Esbozo con dedicación una sonrisa —Hola mamá ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?—me mostraba alegre para ella, aunque en realidad sí estaba alegre de verla.

—Hola hija— arrastra la palabra mientras me muestra una enorme sonrisa—. Sí, he estado bien, mejor que antes, mi niña.

—Me alegro madre.

—Bernie, ¿cómo vas con tus estudios?

Noté como en sus ojos mostraba el interés que tenía por mi vida, era notable que ella quería tener participación en mi vida más que desde la camilla de un hospital.

—Muy bien la verdad, he adelantado bastantes ocupaciones y ahora estoy esperando por las asignaciones que vienen, realmente no tengo ningún problema al respecto.

—Me alegra tanto tener una hija tan inteligente, Bernadette— mostraba una gran sonrisa, se notaba que sí, sus ojos brillaban cada vez que le decía que me iba bien con algo, o qué simplemente era feliz—. Y... ¿aún no tienes algún amigo por allí?— de repente adaptó su sonrisa a una pícara— ¿o algún novio?

No pude evitar carcajear ante sus pensamientos —mamá, calma... no, sabes que no soy muy social, prefiero concentrarme en lo mío y con eso estoy bien, además, aún no estoy interesada en romanticismo— explico y ella ríe también, aunque de forma leve.

Tras varios minutos de silencio, ella habla: —Hija ¿crees que podré salir de aquí sana?

Me sobresalté por su pregunta.— ¡Mamá claro que lo harás!— dije de inmediato evitando que ella tuviera malos pensamientos.

Me miró de manera melancólico y con los ojos ya algo aguados pronunció— Te amo Bernadette, quiero salir de aquí para ver todo lo que harás y el éxito que estoy segura que obtendrás, no me hace falta creer en ti porque yo sé con total seguridad que lograrás muchas cosas.

—Madre, yo igual estoy segura de que estarás allí siempre para apoyarme, y soy feliz con eso, sé que lo estaré aún más contigo amándome. Sé que todo ha sido muy díficil con tu ingreso en este lugar, pero sé que lo vamos a poder superar, y que tú podrás superar el cancer. Sé que saldrás sana de este lugar.

Ninguna de las pudimos evitar que algunas lágrimas se apoderaran de nuestros pómulos. Me acerqué a ella y le abracé con fuerza, amaba a mí madre, y está situación me dolía.

—Bernie, calma, todo estará bien— me dijo con toda la seguridad del mundo mientras sostenía mis manos con firmeza.

—Claro que sí madre, te amo— sequé lo que humedecía mis mejillas y le dediqué una sonrisa.

Ante todas las veces que había venido en visita a ella, no habíamos tenido alguna charla sentimental como esta, y no sabría decir si lo necesitaba, pero sí me alegra que hayamos podido sentirnos más seguras en que todo estaría bien.

Decidimos dejarlo así. Pasamos el resto del tiempo perdiéndolo, hablando de más cosas sin tanta importancia, compartiendo chismes entre madre e hija, entre más. A lo que llegó el momento en el que nos despedimos.

Ya yo emprendí nuevamente camino hacia la casa, no tenía nada es especial pendiente. Cómo siempre. Así que nuevamente contaba con más tiempo libre.

También le había contado un poco de mis sueños a mí madre, ella simplemente me miró como cualquier madre miraría a su hija de ocho años -a pesar de la realidad- y me dijo "tienes una gran imaginación, Bernie".

Me percaté saliendo del hospital que lo que antes fue una pequeña llovizna se convirtió en una lluvia más densa. A lo que saqué mi sombrilla del pequeño bolso y me fui casi corriendo para llegar rápido a resguardarme bajo techo. Aunque sea bajo la parada del bus.

...

Long HorseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora