VI

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Abro mis párpados casi de golpe levantándome de una buena vez del sofá, doy una bocanada de aire y estiro mis brazos y piernas, parecía ser que me quedé dormida apenas llegar del instituto.

Sacudí mi cabeza unas cuantas veces para que mi cuerpo activara un mejor rendimiento. Paseé mis ojos alrededor de la habitación y pude notar haber tirado mi mochila y los libros en la mesa de la sala de estar, me acerqué a la ventana y a lo que mi vista dictaba, deberían de ser alrededor de las 06:00 PM.

Fui escaleras arriba para tomarme una ducha y así luego comenzar a echarle el merecido vistazo a los libros que tomé de la biblioteca con suma tranquilidad, no sabía el porqué, pero nuevamente sentía la pesadez de los días anteriores, cosa sumamente extraña.

Pero culpé a la falta de sueño.

Justo saliendo de la ducha parece que la electricidad falla haciendo que los focos comiencen a parpadear, a lo que rápidamente me envolví entre mi toalla y me vestí en mi habitación, lo más lejos posible de cualquier foco; cuando alguno apaga y enciende de manera intermitente me da miedo de que explote, así que me alejo lo más posible de ellos.

Nuevamente para mi sorpresa, justo cuando me apresuro a apagar todas las luces de la casa y abrir las ventanas, se va la electricidad por completo.

—Maldición...— suspiró en derrota dejando caer mi cabeza y brazos.

Aunque no hizo falta más de dos segundos para que todos mis sentidos se activaran de golpe atenta a cualquier cosa.

El detonante de que pasara eso fue el percibir aquel olor a canela. Aquel que parece ya haberme traumado.

Como si supiera al instante lo que fuese a pasar, me erguí sobre mí misma y bajé rápidamente las escaleras.

—¿¡Esto es otro sueño!? ¿¡qué está pasando!?— grité con algo de desesperación, ya me estaba llenando de miedo.

Fuese o no un sueño, todo se sentía ya como una especie de patrón, uno que significa la aparición de la criatura caballo.

Una vez ya en la planta baja lo que hice fue echar un vistazo a la ventana que más cerca encontré, ya estaba anocheciendo, el sol se estaba poniendo.

Todo mi cuerpo se paralizó como si estuviera congelada en el Polo Norte. El fuerte crujir que ahora podía asegurar que era unos huesos chocando entre sí envolvía todo el lugar, sonaba tan fuerte que molestaba a mis oídos, además de eso, era impredecible, a veces sonaba con una alta fuerza velocidad, otras como si tuviera cuidado alguno y evitara hacerse escuchar.

Tras aquellos segundos de desesperación interna opté por correr. No soportaba el martirio hecho por la desesperación que esa cosa extraña me causaba con su presencia, solo quería alejarme lo más posible. Casi de golpe abrí la puerta y la tiré tras de mí.

Rápidamente ya estaba trotando hacia cualquier lugar lejos de donde se pudiese aparecer el caballo de hueso. Al ya estar en medio de la calle pude notar que todas las casas del pequeño vecindario estaban vacías, o al menos lo podía dar casi por seguro, a pesar de que la falla eléctrica evitara dejarme ver en los adentros de cada hogar, de forma fuerte éstas daban los aires de que estaban vacías.

Aunque sonase estúpido, cambié de opinión y corrí en dirección contraria, no hacia la casa, sino hasta el patio trasero, a un pequeño almacén que abrí lo más rápido posible, cortándome la palma derecha con un clavo suelto y soltando un fuerte jadeo de dolor; entre los artículos ordenados a primera mano, tomé una linterna. La necesitaba, se supone que estaba anocheciendo, y eso culminaría pronto.

Aún todo el ambiente era fuertemente inquietante, entre la falla eléctrica, las casas vacías como muerte, el extraño esqueleto de caballo, y la propia pesadez de la noche.

intenté dar un respingo para calmarme, aún con el dolor en mi palma, ví a mi alrededor todo pareció normal hasta que un montón de hojas cayeron repentinamente de uno de los árboles del vecino, decidí de inmediato saltar la división que había entre el patio de mi casa y la parcela de más allá que había.

Pues detrás de ese pequeño vecindario había un campo sin uso alguno, solamente tenía pasto alto debido a que nadie se preocupaba en limpiarlo, y con toda la razón, prácticamente sería en vano.

Adentrarme allí fue una decisión exageradamente rápida que de cierta forma parecía valer la pena, a pesar de saber muy poco sobre esa cosa, esperaba que al ser un campo abierto, significaba que tendría menos lugares por donde salir.

Maldije mil veces el momento en el que llegué a mi casa y caí dormida.

Ya volvía a escuchar el tronar de los huesos, aunque no podía saber en qué dirección venía el sonido.

Para colmo, como si en tres pestañeos ocurriese por perder la noción del tiempo, la luna ya era visible y la tenue luz del sol iba desapareciendo.

Apunté la linterna encendida al frente y revisé mis alrededores, a lo largo parte del monte parecía ser movido, supuse que de ahí venía realmente el sonido de los huesos. Corrí algo más lejos hasta encontrarme con un pequeño pozo inusual entre el campo, -ya lo perdí- fue lo que pensé para acercarme y recostarme del borde del pozo y tomar un mínimo descanso. Mi respiración era fuerte, aunque la tuve que detener en tanto mi nariz sintió irritación otra vez, el olor a canela volvió repentinamente y me alertó al instante. Me levanté y alejé rápido mientras se escuchaban los huesos moverse mientras chocaban con lo que sonaba como rocas.

Al darme la vuelta quedé atónita ante lo que veía, la criatura salió rápidamente del pozo para erguirse hasta tres metros por encima de mí y luego apuntarme con lo que parecía su cabeza y enrollar un poco su cuello, haciéndolo más intimidante.

Si antes dudaba ahora puedo asegurar que esto es lo que pude leer en aquel libro de la biblioteca del instituto.

Corrí otra vez lo más rapido posible, pero solo caí lejos, soltando un leve grito por el dolor en la herida de mi mano, al intentar levantarme note una sombra proyectada por la luz de la luna moverse alrededor de mí, al dar vuelta y ver bien, era el cuello de la criatura, pareció haberse estirado por más de quince metros, enrrollándose en sí, se veía solamente como una silueta ya que daba en contra luz del sol.

Lo único que hacía era temblar, estaba asustada por no saber que demonios era lo que me estaba amenazando.

Volví a dar vuelta y pude ver la calle que había del otro lado. Ya estaba sucia otra vez, llena de lágrimas, y con una mano ensangrentada, ya estaba corriendo con un grito de ayuda y socorro en la punta de la lengua.

Volví a caer, esta vez sin poder retener la caída con las manos, lastimando mi pecho.

Estaba desesperada, mi respiración agitada en demasía y exhausta por tanta actividad física. Juraba que no podía hacer más que quedarme allí, llorar y gritar por todo el miedo.

El hedor a canela era tan fuerte otra vez, suponía la razón. El sonido de los huesos fue rápido hasta que en cierto momento se detuvo, levanté la mirada hacia atrás para echar un vistazo, ahí estaba, me miraba fijamente, no sabía por qué no hacía nada, pero eso solo me asustaba más.

De repente éste empezó a moverse a través del aire con toda la velocidad posible directo hacia mí, sonando su movimiento de una manera demasiado brusca.

No le fueron necesarios muchos segundos para ya estar frente a mí.

Mis sentidos ya no funcionaban y mi vista se nubló por completo.

Un grito fue lo último que quedó de mí.

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Long HorseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora