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-¿Rubius?- Una voz se oía al fondo del pasillo, caminando segura entre las penumbras de aquella madrugada para buscar a su amigo -klokka to om morgenen, hva gjør du våken? (son las dos de la mañana ¿qué haces despierto?)- Sabía que no había ido al baño, pues la puerta estaba abierta de par en par, con una luz que solo dejaba ver una sombra moviéndose en el interior, temblando un poco.

El índigo entró sin pensarlo mucho cuando oyó un llanto seco y quedo provenir del mismo baño al que se estaba acercando hace unos segundos, esta vez, corriendo asustado.

Ahí, tirado en el piso, con lágrimas en los ojos estaba un mitad oso que ahora, lucía un pelo blanco y unas tijeras en las manos, rodeado de cabello recién cortado.

-Ro deg ned, alt blir bra, pust bare... (Tranquilo, todo estará bien, solo respira...)- El jo obedeció a su mejor amigo, aún hipando por lo mucho que había estado llorando esa última hora.

Tuvo un colapso nervioso, ni siquiera durmió antes por lo mucho que le daba vueltas y vueltas a los pensamientos en su desordenada cabeza, las ojeras bajo sus ojos contaban más historias de los que sus palabras algún día podrían.

No paraba de pensar en cómo había perdido el control de su vida, cómo lo perdió todo en una noche, cómo ni siquiera recuerda qué fue lo que perdió porque todo antes de hace un año estaba borroso y los pocos recuerdos que tenía estaban incompletos; probablemente ni siquiera eran reales.

Sin embargo, había uno en particular que se posaba en frente de todos como el más importante, aunque él creía que eso era absurdo, pues solo eran unos estúpidos ojos morados mirándolo fijamente.

-Jævla Mangel... (Puto Mangel...)- Su mente volvió al presente en cuanto le recordó la situación en la que se encontraban. Veía el reloj de pared como si fuera lo único en la cocina (al menos lo único en lo que se podía concentrar). No podía evitar maldecirlo en voz alta, pues sabía lo mucho que odiaba hablar con desconocidos, a duras penas había logrado hacerse amigo de Fargan, Willy, Alexby y Luzu, quienes fueron presentados a él por, igualmente, el "idiota" de su mejor amigo.

Aún así, había algo en ese desconocido que era diferente, esos ojos morados que lo vieron fijamente en cuanto salió de su casa.

No podía ser coincidencia ¿o sí?

Sus ojos empezaron a humedecerse como en aquella horrible noche donde decoloró y cortó su cabello en un intento desesperado por recuperar el rumbo que tomaba en su vida, pues hasta ese punto, había sido llevada por lo que, para él, era un total desconocido. Ahora solo era una sombra de lo que fue, de lo que pudo llegar a ser.

Desesperación.

-Beklager at du tok så lang tid (Perdón por tardar tanto)- Dejó los dos vasos de agua con hielos sobre la mesa de centro para poder sentarse sobre aquel pequeño sillón individual que era casi tan viejo como él a lo que aparentaba -Forklar meg, hvorfor bringer du en forkjølelse hjem til meg? (Ahora, explícame ¿por qué traes un puto frío a mi casa?)- Sabía que el otro no entendía lo que estaba diciendo, así que aprovechó la oportunidad para decirle todos los insultos que tenía en su diccionario mental. Estaba algo molesto.

-Sé que no te encanta la idea, pero él es Vegetta- El mencionado sonrió nervioso mientras agitaba la mano en un intento incomodo de saludo -ustedes dos eran amigos de pequeños

Vegetta sacó de su bolsillo, aquella foto doblada y gastada de ambos cuando apenas tenían ocho años, Rubius la tomó entre sus manos casi como si fuera una reliquia costosa, que en cualquier segundo se podría romper.

Esa imagen le tiró al híbrido un balde de agua fría en forma de recuerdos a la cabeza. Estaba en el bosque, corriendo con un niño agarrando su mano para no perderlo como era costumbre. Le faltaba un diente y portaba una corona de flores, más específicamente, de margaritas.

-¡Doblas! ¡Corre que te dejo atrás!- El castaño rodó los ojos pero igualmente sonrió al niño que lo esperaba más adelante.

-¡Ya voy, pesado!- Aceleró el paso para poder alcanzar a su amigo que tenía los brazos cruzados, intentando parecer molesto. 

En un punto, tuvo que detener su andar porque su rodilla empezó a doler. Al parecer se había hecho una herida un tanto profunda en algún momento del día.

-¿Rubius? ¿Pasa algo?- Se acercó al pequeño híbrido que intentaba detener la sangre jalando su playera para limpiarse con la tela -eres un descuidado.

El pequeño se limitó a sacar la lengua con una cara algo graciosa e intentó ponerse de pie, pero de verdad le dolía, no era como las otras veces.

Después de un rato, Vegetta se quitó la sudadera que tenía encima y empezó a atarla para detener la sangre, algo que su madre le enseñó como "primeros auxilios".

-¿¡Qué haces?! ¡Se va a ensuciar!

-No importa, no quiero que te desangras, cabezón- Pasó el brazo de su amigo por su cuello y, a saltos, llegaron a la pequeña cabaña donde éste vivía con sus padres.

-Te la devuelvo luego- Dijo el castaño refiriéndose a la sudadera que, ahora era de un tono carmín en vez del blanco pulcro en el que el azabache siempre la mantenía.

-Quédatela, se te ve mejor a ti- Las mejillas del híbrido se ruborizaron y quitó la mirada de los ojos amatista que lo veían fijamente. Esos ojos que portaba un niño mandón y molesto para algunos, pero asquerosamente lindo a los ojos de cierto castaño.

Se despidió de Doblas cuando sus padres salieron de la casa para cargarlo hasta el hospital del pueblo.

-Hasta mañana, tontito- Y, con un beso en la mejilla ya sonrojada de su amigo, se fue caminando de vuelta a su propia casa.

[ℍ𝕠𝕥 𝕟 ℂ𝕠𝕝𝕕] ℝ𝕦𝕓𝕖𝕘𝕖𝕥𝕥𝕒 𝔸𝕌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora