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Antes de tocar el timbre, Vegetta acomodó su cabello un poco para verse presentable e inhaló profundo para quitarse los nervios de encima, pues esta iba a ser la primera vez desde que se reencontró con su oso, que iba a visitarlo para conocerse mejor. Para conocer mejor al nuevo Doblas, en éste caso.

Tocó una, dos, tres veces, se estaba impacientando, pero sus ojos se iluminaron cuando Rubius salió de casa, mostrando unas ojeras no muy profundas, aunque notorias a fin de cuentas.

–Parece que no dormiste– Quería acercarse más para revisar que estuviera bien aparte de la falta de sueño, pero desde su posición, dándole espacio al chico, solo pudo ver cicatrices que abarcaban sus manos, algunas más profundas que otras. No se había percatado de la pequeña marca que lucía su mejilla derecha.

El híbrido había instalado un traductor para poder comunicarse ese día con el azabache. Pues si bien, era cierto que estaba recordando cómo hablar en su segundo idioma, aún se le complicaba. Era increíble lo mucho que la tecnología lo podía ayudar –Jeg sover aldri, du må bli vant til å se meg slik, selv om jeg vet at det ikke er det mest behagelige for øyet, beklager (nunca duermo, tendrás que acostumbrarte a verme así, aunque sé que no es lo más agradable a la vista, lo siento)–  Intentaba sonar despreocupado, pero por alguna razón, tenía miedo de que Vegetta tuviera cada vez menos y menos ganas de juntarse con él por su aspecto físico. Tal vez es tonto para algunos, para el peliblanco también lo era incluso hace poco, pero por alguna razón, no quería decepcionar a Vegetta, le daba pena que esta fuera la versión de él con la que tenía que lidiar ahora.

–Te ves muy bien, siempre te ves bien...– Rascó su nuca nervioso, no estando seguro si esas palabras las dijo o las pensó; una débil risa ajena le respondió tiernamente.

Tontito...– Una luz de ilusión alumbró su pecho, haciéndolo recordar todas las veces que él lo llamó así cuando apenas eran unos niños.

Tal vez aún había esperanza.

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–¿Rabis? ¿Pasa algo?– Luzu se acercó con cautela hacia el joven que veía desde el techo de su casa ese hermoso atardecer con tonos naranjos y rosas esfumándose en el horizonte, haciéndose cada vez más oscuros con el paso del cielo nocturno.

–¿Quién soy?– Sus manos jugaban con los cordeles que colgaban de su sudadera blanca, sin ver a los ojos a su amigo, quien observaba con extrañeza la cabeza de Rubius. Decidió acercarse aún más a su amigo para hacerle compañía –Merlon, Mangel, los aldeanos, incluso tú ¡todos esperan que haga algo algún día! ¡Que sea un héroe!– cortó su queja cuando unas lágrimas empezaron a escapar de sus ojos verdes, tan llenas de miedo e ira reprimida contra él mismo.

–Mis padres esperaban lo mismo de mí, pero no quiero vivir lleno de miedo, sin saber si voy a morir mañana, desconfiando de todo el mundo– Su mente regresó a la Hermandad, cómo sentía que su alegría se desvanecía cada vez que iba a una misión con ellos ¿cuándo acabaría su pesadilla? ¿Cuándo volvería a su pacífica vida con Mangel, viviendo en su cabaña, jugando videojuegos y cuidando de sus animales?

El mayor no supo qué responder, se sentía como un mal amigo por no haberse dado cuenta de los sentimientos del chico desde antes, pero ahora todo tenía más sentido.

Nunca quería luchar contra mobs y llegaba tarde a las misiones, probablemente una forma de evitar incluso más las responsabilidades que se le habían forzado a hacer. 

Se limitó a abrazarlo y dejar que se desahogara mientras daba leves golpecitos en su espalda.

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Los chicos caminaron juntos por el bosque que rodeaba la isla flotante del ojimorado, pues ahí no había riesgo de ser descubiertos. Hablaron todo el día de cómo había sido su vida desde que los separaron aquel día hace tantos años, Vegetta fue el que más habló, pues el peliblanco solo pudo contar unas pocas experiencias que le habían ocurrido desde que tiene memoria (un año y medio para ser exactos), como aquella vez que Fargan y él iban caminando cuando de repente, un chico de estatura algo baja pasó al lado de ellos en el pueblo, el casco que llevaba le intrigó a su compañero híbrido y lo siguió con la mirada sin fijarse en dónde pisaba, haciéndolo caer en una de las tantas trampas que había y nadie sabía quién ponía.

El azabache se reservó a contar cosas tal vez un poco más variadas, haciendo sentir mal al mitad oso por no tener nada interesante que aportar a la conversación y sintiendo que estaba aburriendo al mayor, pero realmente, Vegetta es un chico con mucho qué decir, muchos puntos de vista en temas que la gente consideraría polémicos; solo quería a alguien que estuviera dispuesto a escuchar cómo saltaba de un tema a otro y que lo dejara divagar con las palabras. 

Y a Rubius le encantaba escucharlo hablar.

Mientras pescaban, hablaba de lo que pensaba sobre las próximas elecciones que habría en Karmaland, dejando muy en claro que él sería un excelente alcalde, pero "dejaría el puesto a otro" pues era demasiado trabajo. El peliblanco no hacía mucho más que asentir con la cabeza o dar su opinión brevemente, hasta que tocaron el tema de Luzu.

–Cuando le pregunté si te conocía, dijo que solo sabía tu nombre– Habló algo ofendido al recordar cómo le había mentido en la cara, el único en Karmaland al que se le daba fatal mentir y cómo no se había dado cuenta por estar observando desde la lejanía al que hoy se encontraba a su lado –es un cerdo...–

–Jeg tror det var av frykt, du er som en gud her [Creo que fue por miedo, eres como un Dios por aquí]– No mentía del todo, pues Vegetta estaba bastante involucrado con las decisiones que se tomaban en el pueblo, incluso siendo él quien iba a nombrar al nuevo alcalde en las ya mencionadas elecciones –du er til og med den som følger reglene mest, og du får aldri problemer [incluso eres el que más sigue las reglas y nunca te metes en líos]– Rubius habló inocentemente, sus pies estaban dentro del mar y se movían de atrás hacia adelante, jugando un poco con el agua.

Pero el otro chico abrió los ojos y su corazón se aceleró por la culpa, pues recordó ese día, el que tal vez habría cambiado todo.

[ℍ𝕠𝕥 𝕟 ℂ𝕠𝕝𝕕] ℝ𝕦𝕓𝕖𝕘𝕖𝕥𝕥𝕒 𝔸𝕌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora