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Rubius estaba congelado en su posición. Él nunca había amado a nadie (al menos no que recuerde), su corazón nunca se había acelerado por ese alguien especial que mantiene tu cabeza en las nubes solo con su presencia. Y lamentablemente, eso aún no iba a cambiar.

-Te recuerdo...- Había sorprendido tanto a los que estaban sentados en su sillón como a él mismo ¿eso era hablar en español? Sonaba raro viniendo de su voz -De Luque. Samuel-

-¡Sí!- El mayor sonreía de par en par, pues para él, que tan siquiera recordara su nombre era ganancia suficiente. Se movió un poco con intención de ir a abrazar a su amigo perdido, pero fue detenido por Mangel, quien aplicó un poco de presión sobre el hombro de Vegetta con su mano al ver su intento de levantarse.

Rubius había cambiado mucho, más de lo que a algunos les gustaría. Pasó de ser despreocupado y amigable a alguien nervioso la mayor parte del tiempo, que evitaba lo más que podía el contacto físico y se encerraba en su cuarto casi todos los días para evadir al mundo exterior.

Después de un minuto en absoluto silencio, el menor de los tres decidió romper el silencio -¿Cómo te sientes?-

-Los colores un día antes- Si bien por un rato estaba recordando cómo hablar español, no estaba completamente seguro de las palabras exactas para describir lo que sentía, pero intentaba explicarlo como podía.

Levantó su pantalón hasta la altura de su rodilla para corroborar lo que había visto; la cicatriz estaba allí.

-Lamento no haber estado contigo durante todos estos años. Te juro que te extrañé cada día- Una sonrisa triste se hizo paso por su rostro, pues sabía que no podía regresar el tiempo y hacer las cosas un poco mejor. Recordaba cuántos años habían pasado desde la última vez que estuvo con ese niño que le trajo tanta alegría y parecían pocos, pero poniéndolos en perspectiva, era casi una vida entera para él. Tanto tiempo que desperdició alejándose en vez de recuperarlo.

-Vegetta... te recuerdo pero- Las palabras que quería decir, de pronto desaparecieron de su boca, dejándolo mudo para su mala suerte.

No había sentimientos hacia el azabache, lo único que sentía era lástima, pues en verdad quería poder corresponder esa alegría que notaba en el otro, pero no puedes obligar a un corazón a sentir.

En un intento de darse a entender, señaló su pecho donde estaba su corazón e hizo un gesto de negación con las manos.

-Lo siento

Willy y Vegetta caminaban por el sendero para llegar a casa de Luzu, ya que el chico tenía algunos materiales que ellos necesitaban para construir sus respectivas casas, ambos adolescentes se empujaban de repente o hacían pequeñas carreras entre ellos con una meta de corta distancia. Estaban disfrutando el tibio día de primavera hablando sobre cómo estaba yendo su vida, hasta que el mayor lo vio, la cabaña donde vivía Rubius.

La pequeña cabaña de madera donde habían jugado hasta cansarse cuando hacía calor, y donde se habían abrigado junto a la chimenea cuando tenían frío, no era más que un recuerdo, pues se caía casi a pedazos de lo vieja que era y lo abandonada que había quedado.

-¿Sabes qué pasó aquí?

-Ah, los antiguos dueños murieron, pero no hubo nadie que quisiera comprar una casa tan apartada del pueblo- Su corazón se encogió al imaginarse cómo lo tuvo que pasar el mitad oso, lo devastado que debía sentirse; se odiaba a él mismo por haberse alejado tanto de su amigo, pues podría haberlo consolado en estos tiempos donde lo que más necesitaba, probablemente era un amigo. Su actitud se apagó desde ese momento y el chico que lo acompañaba no pudo evitar notarlo -¿Estás bien?

-Solo recordé algo, pero estaré bien- Fingió una sonrisa para aliviar un poco la tensión que se había creado e intentó seguir bromeando con su amigo para no preocuparlo más, pero no pudo dejar de pensar en todo lo que sentía ni siquiera cuando fue hora de dormir.

Si él hubiera estado para Rubius en ese entonces, si nunca se hubiera ido de su lado ¿las cosas habrían sido distintas? No existen los hubieras, pero en ese momento, Vegetta rezaba a los dioses para que lo dejaran regresar y cambiar el pasado de una forma u otra.

Lo más que consiguió de su parte, fue silencio.

En su cabeza, esa noche donde no durmió nada por pensar y rezar hasta que se cansó, esas dos acciones se estaban repitiendo como un triste y pequeño disco rayado.

Gritaba y rogaba a los Dioses para que le ayudaran a recuperar los sentimientos que él mismo dejó que se perdieran al haber huido como un cobarde. Pero tan solo era un niño, el más obediente de todo Karmaland si le preguntabas a cualquier aldeano, y por más que le rompió el corazón, reglas eran reglas.

Ahora era mayor, sabía más cosas, tenía más experiencia, y eso lo atormentaba más y más conforme pasaban los segundos, pues se sentía extremadamente culpable, ahora sabía que él fue el causante de que esto pasara, de que ese chico no lo recuerde, eso le rompía -incluso más si se puede- el corazón.

-Quiero hacer las cosas bien. Necesito que me des una oportunidad- Se acercó de forma lenta hacia el peliblanco, tomando las manos ajenas entre las suyas para llamar su atención, de una forma tan delicada que sentía como si lo fuera a romper al más mínimo contacto; era tan delgado que sus manos parecían casi huesos, diminutas comparadas con las de él si se pone de esa manera -me fui por veintidós años, no quiero que pasen más, así que ¿me dejas intentarlo?-

Las mejillas, normalmente pálidas de Rubius se ruborizaron casi inmediatamente, eso sin duda era algo que no recordaba haber sentido antes, pues sus latidos se hicieron cada vez más rápidos y sus ojos se abrieron casi como platos, era una sensación agradable.

Casi hipnotizado por las palabras del otro, asintió de una forma muy sutil, pero eso fue suficiente para hacer sonreír al chico morado como hacía mucho no sonreía.

Su sonrisa sí que era linda.

[ℍ𝕠𝕥 𝕟 ℂ𝕠𝕝𝕕] ℝ𝕦𝕓𝕖𝕘𝕖𝕥𝕥𝕒 𝔸𝕌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora