El reloj marcaba las cinco de la mañana. Mangel despertó muy al pesar de Lolito quien aún lo tenía abrazado cual koala, al final logrando soltarse para arreglarse y empezar a entrenar.
Él era muy estricto con el entrenamiento, al punto en el que sus compañeros exceptuando a Rubius y el pelirrojo casi no lo veían por el pueblo ni en eventos, pues no paraba hasta empujar sus capacidades físicas al límite y llevarlas más allá. Ya saben, para crear límites más difíciles de romper en caso de algún ataque enemigo.
—Vuelve, tómate el día libre...— El pelirrojo aún hablaba con los ojos cerrados y la voz adormilada, apenas y pudo levantar el brazo en busca del de lentes para después dejarlo caer sobre la cama de nuevo. Mangel sonrió con ternura, sintiéndose tentado por la oferta pero al final, negándose a la vez que se inclinaba para dejar un beso en la mejilla pecosa de Lolito.
—Prometo volver pronto hoy— Su promesa no era en vano; ya había pasado un año desde que empezaron su relación algo informal, pues ninguno de los dos se confesó en ningún punto hasta ahora. Lo pensaba llevar a una cita y ahí pedirle oficialmente ser su novio, iba a ser algo hermoso —Descansa, te amo— Al contrario del azabache, Lolito no se tomaba tan en serio el entrenar, pues sin alardear, era naturalmente más fuerte físicamente que la persona "promedio" y era muy hábil con las armas blancas.
Salió de la casa, caminando más alegre de lo normal por lo que tenía planeado para ese día. Todo parecía ir bien hasta que en la lejanía vio y oyó un perrito chillando de dolor, con una pata roja por la sangre que salía de su herida. Naturalmente, corrió para brindarle ayuda y poder curarlo, cancelando de golpe sus planes de entrenamiento.
"¿A mi niña le gustarán los perros? Podría ser un regalo para la cita de hoy..." Dejó a su mente divagar en lo que haría con aquel animal indefenso, no dándose cuenta de cuatro ojos que lo miraban fijamente desde las sombras y el espesor del bosque.
Desde que Rubius había perdido la memoria y tuvieron que echarlo sigilosamente, a la Hermandad se le había hecho cada vez más difíciles las misiones, pues había más riesgo de ser atrapados. La trampa que había funcionado hace poco menos de dos años para Rubius, podría servir de nuevo con otra persona ¿no? Ahí es donde entraba Mangel.
Escuchó unos arbustos moverse entre la maleza y simplemente vio fijamente, analizando toda la zona en busca de alguien. Se sentía vigilado, seguido... —¿Quién está ahí?— Sacó su espada y acomodó sus lentes, dejando a aquel perrito sentado a un lado de él después de haberlo alimentado y curado con unos cuantos huesos que consiguió la noche anterior, ahora el animal parecía no querer dejar su lado e incluso se puso en posición de ataque cuando escuchó lo mismo que el índigo.
El albino sacó su propia arma del inventario y, con su traje, salió corriendo para atacar a Mangel, pero éste había entrenado por tanto tiempo su resistencia física y sus reflejos, quitándose antes de que su cabeza fuera atravesada por la afilada hoja de diamante. El búho salió también de su escondite para hacer al otro bajar la guardia, pero en su lugar, el perro saltó gruñendo y mordiéndolo, defendiendo a su nuevo y amoroso dueño quien estaba muy agradecido.
Con sus botas militares, atrapó el cuello de Willy bajo su pie, apuntando su espada hacia la cara ajena mientras su compañero buscaba comida para recuperar vida después del ataque del can.
—Impresionante ¿no lo crees, Fargan?— El de lentes abrió los ojos, asustado. Una vez que la adrenalina bajó, empezó a prestar atención en la ropa que aquel par llevaba, en la voz del albino que hablaba, era la Hermandad...
Nunca había tenido una relación especialmente estrecha ni con Willy ni con Fargan, eran simples conocidos con los que de vez en cuando hacía misiones al igual que el resto de héroes. Todos sabían que eran unos bromistas y tomaban con poca seriedad las reglas del pueblo, pero no lastimaban a nadie ¿cómo alguien puede ocultar tan bien sus verdaderas intenciones? Era eso o simplemente estaba tan adentrado en su entrenamiento solitario y en sus dos relaciones más importantes, que ignoraba más de lo que creía al resto del mundo.
El mencionado seguía en el piso, comiendo carne de zombie a falta de algo mejor y teniendo que aguantar las arcadas provocadas por el mismo asco que le causaba, ignorando a su amigo quien poseía una sonrisa tenebrosa, una que no se podía ver por la máscara, pero era posible de escuchar en el timbre de su voz juguetona —no sé qué quieren de mí, pero no me interesa— No quería que le involucraran en sus sucias misiones, o en su terrible estilo de vida, solo quería estar en paz con sus amigos y hacer lo correcto, que era salvar a los que estuvieran en peligro.
—Escuchamos que quieres ser alcalde de Karmaland...—Willy no perdió tiempo y fue directo al grano, sabiendo que aquello despertaría el interés y la curiosidad de Mangel, efecto que logró haciendo que bajara la guardia y se relajara para escuchar lo que tenían para ofrecer —Debe ser difícil, sabiendo que Luzu es el candidato predilecto del pueblo y el que más interacción tiene con la comunidad, un buen samaritano si quieres ponerlo de esa forma—
—Ve al grano, William— El índigo interrumpió, impaciente.
—Por un precio razonable, podemos darte una cierta "ayuda" el día de las elecciones. Eso claro, si estás interesado.
Así que ¿qué dices? ¿Aceptas~?
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[ℍ𝕠𝕥 𝕟 ℂ𝕠𝕝𝕕] ℝ𝕦𝕓𝕖𝕘𝕖𝕥𝕥𝕒 𝔸𝕌
RomanceA los héroes de Karmaland se les es asignado un color cuando apenas son unos niños. Se decidió que Rubius sería café y Vegetta morado. Uno es neutro, pero cálido y acogedor; el otro es frío, pero cautivador y raro. 𝔸ℂ𝕃𝔸ℝ𝔸ℂ𝕀𝕆ℕ𝔼𝕊: -Entre los s...