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El de ojos morados había vuelto de su entrenamiento con el resto de sus compañeros, cansado y frustrado porque siempre se burlaban de seguir las reglas tan estrictas de Merlon y de los Dioses; ¿qué acaso ellos no lo veían? Había mucho más en él, tanto potencial que se limitaba a las normas que se le imponían.

Pues ya estaba harto, era hora de divertirse un poco; era el único tonto que siempre hacía todo bien.

Desde siempre había habitado en él una necesidad inmensa de enriquecerse. El oro y diamantes eran buenos, pero nunca suficientes, siempre se podía tener más ¿no?

Él mismo diseñó y confeccionó aquel traje de apariencia canina que con el tiempo mejoró de poco en poco. Se le conocía entre los pueblerinos con un nombre que, mientras más pasaban los años, más les hacía temblar y poner la piel de gallina, pues aquel ladrón francés que no se tentaba el corazón a la hora de matar y robaba tan rápido que ni los entrenados guardias podían verlo cuando pasaba era conocido como el temible Lobo Nocturno.

Sus ojos se cristalizaron un poco mientras recordaba, no se dio cuenta de que por un minuto entero estuvo en silencio para sorpresa de Rubius, quien ya se había acostumbrado a escuchar su voz sin parar. Tomó del hombro al contrario y lo movió con mucha delicadeza para regresarlo.

Vegetta volteó de golpe asustando al híbrido, pero al final, éste sonrió por saber que estaba bien.

–Hey, Tierra llamando a Vegetta– No estaba seguro de si lo había dicho de forma correcta, quería pensar que sí, solo quería bromear un poco para distraer al joven que parecía haberse puesto triste de un momento al otro –¿...todo bien? ¿Dije algo malo?–

–Rubén... le hice algo malo... a alguien que me importa...– Su expresión empezó a cambiar de a poco a una cada vez más triste y desesperada, pues toda la culpa de repente recayó en su conciencia, como si la primera vez no lo hubiera procesado lo suficiente –no creo que me perdone si se entera que fui yo– su voz se estaba cortando y Rubius oía cómo el chico hipaba al hacerse cada vez más y más fuerte su llanto. No aguantó verlo así; se acercó a abrazarlo y a acariciar su espalda para tranquilizarlo, pues era algo que Luzu solía hacer cuando el peliblanco empezaba a tener una de sus muchas crisis.

–Eres bueno, Vege– Su voz era tan suave, casi como terciopelo, podría relajar y poner a dormir a cualquiera que la oyera. Era tan profundo y silencioso, como escuchar un eco en la lejanía, resonaba en la cabeza del mayor –a veces, gente buena hace cosas malas...– el llanto cesaba y lo reemplazaban leves sollozos que con el tiempo, iban perdiendo su fuerza –Vi alle fortjener tilgivelse– No hubo nada ni nadie que pudiera traducir aquello que dijo su acompañante tan delicadamente, pero no importaba, simplemente se dejó consolar mientras en el horizonte, se veía cómo el sol bajaba y se mezclaba con los colores azules del gran mar.

Vegetta casi se queda dormido por la paz que su corazón sentía de repente, era algo que desde hace años no lo dejaba tranquilo, siempre sintió esa culpa que no lo dejaba descansar ni un día desde que era niño.

Pero ahora era diferente, pues era como si lo hubiesen perdonado por todo, aunque aún se sentía terrible por lo que le hizo al oso, esperaba que algún día pudiera enfrentarse al miedo de decírselo y poder ser perdonado.
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Era una nueva oportunidad, de conocer a alguien conocido.

[ℍ𝕠𝕥 𝕟 ℂ𝕠𝕝𝕕] ℝ𝕦𝕓𝕖𝕘𝕖𝕥𝕥𝕒 𝔸𝕌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora