EL CAMINO DEL NORTE.

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*Egil*

Frío.

Era el panorama con el que los primeros días de noviembre se acercaban dentro de uno de los inviernos más crudos que la pequeña ciudad de Alesund había vivido dónde la época de nevada se había adelantado un poco, las calles y techos de las casa ya se cubrían de nieve y el frío aumentaba, los ladridos de mi cachorro Max me despiertan de otra terrible pesadilla, la verdad ya me acostumbro a ellas, es curioso, unos segundos después de despertar no recuerdo nada de ellas, me despierto en una mañana que me recibía con unos desagradables 2 grados centígrados, al menos la calefacción dentro de la casa me mantenía cálido.

—¿Qué sucede amigo?— digo somnolientamente mientras veo como la pequeña cabeza de Max se asoma a mi cama, solo se sienta y me ladra en respuesta, debe tener hambre. Me coloco mis lentes antes de levantarme.

Me levanto buscando a tientas mi celular sobre mi mesa de noche, lo tomo y busco la hora, mis ojos se abren de par en par al ver que el reloj marca las diez de la mañana, volteo hacia la ventana, el día está tan opaco que parece ser de madrugada aunque había bastante movimiento en las afueras ¡Otra vez me quedé dormido! Comienzo a vestirme a toda velocidad, tal vez llegó para la segunda clase.—Así que me estabas despertando eh— le digo a Max quien me persigue por toda la casa mientras tiene una pelea con mi tobillo derecho, alisto lo necesario para salir aunque no cuento del todo mis libros, a pesar de que Alesund no es grande la universidad no queda tan cerca, está a las afueras de la ciudad.

Termino en más o menos diez minutos y estoy listo para salir, dejo servida una buena porción de alimento para Max, lo suficiente al menos hasta las dos que regrese, le acaricio la cabeza mientras comienza a devorar ignorandome por completo, la parte más deprimente de mi día comienza cuando bajo las escaleras, bajo a buscar a mi madre...

Sala, comedor, cocina, su habitación, busco por dónde sea pero sigue sin llegar, ni una nota ni nada...estos último años han sido difíciles para todos, el trabajo escasea junto con el dinero, hay revueltas armadas en todos lados, protestas violentas, múltiples casos de extorsión, etc. El trabajo de mi madre la mantiene alejada de casa la mayor parte del tiempo, lo peor es que no puedo tener contacto con ella, simplemente tengo que esperar a que un día regrese...puede ser tanto mañana como dentro de seis meses o un año, nunca se sabe, la verdad he aprendido a vivir así, sería más extraño para mí que estuviera presente todo el tiempo, con veinte años he aprendido a apañarmelas solo.

Cierro la puerta tras de mi una vez que salgo convencido de que madre no está en casa, aprieto mi abrigo una vez que el cambio de temperatura me golpea, la casa pasa bastante caliente principalmente por Max, es un Schnauzer y esa raza sufre mucho por el frío y creo que vivir en Noruega no ha de ser su mejor hábitat, recuerdo el día en que llegó, fue en uno de los pocos cumpleaños en los que mi madre estuvo presente, el de este año hace unos meses, tan chiquito que su cuerpo entero cabía en mi antebrazo, desde entonces lo cuido con mi vida.

Paso frente la casa de Dhalia mi vecina, ambos asistimos a la misma universidad, ella estudia veterinaria mientras que yo psicología, cuando la encuentro de camino solemos ir juntos, ella junto a su hermana mayor han sido una gran ayuda cuando mi mamá desaparece del mapa, Aceves nos concidera nos como hermanos los tres.
El opaco panorama da una sensación bastante desesperante, casi desalentadora, aprieto el paso hasta la parada de autobús.

*****

Tan solo bajar del autobús en el trayecto más largo que alguna vez he vivido corro hacia la universidad, faltan pocos minutos para quedarme afuera de clase, saco mi carnet metros antes de llegar al portón cuando unos estallidos en la lejanía me detienen, veo que también llamaron la atención del portero, bajo un poco el ritmo pero igual me apresuro a entrar.

A LA MERCED DEL PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora