VII: River

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Un par de horas tras el mediodía, se toparon con un río de estrecho caudal; TaeHyung insistió en que solo debían detenerse lo necesario para reabastecer sus reservas de agua dulce y abrevar las monturas, pero por primera vez en el viaje, JeongGuk se rehusó a seguir las órdenes del mercenario, alegando que deseaba darse un baño como no había tenido la oportunidad desde el inicio del largo camino y eso que aún faltaban varios días antes de llegar al nuevo reino.

TaeHyung se mostró reacio, no muy convencido, pero terminó cediendo a los deseos del noble bajo la excusa de aceptar las órdenes del malcriado príncipe que le tocó transportar porque al fin y al cabo, no era más que un esclavo contratado para seguridad y guía. Omitió que era un alivio para sus piernas, un descanso a sus muslos doloridos, podría estirar la espalda, comer con calma. No siempre era tan rígido en sus viajes, solía tomarlos con un poco, solo un poco más de calma pero este era distinto, ya que entre más rápido llegase, más rápido podría saborear la ansiada libertad.

En cuanto al príncipe, la próxima llegada a su destino no lo acercaba a sentir felicidad por más que tratara de obligarse a sí mismo, él sentía que una vez en el altar le pondrían una soga al cuello en lugar de un anillo en el dedo.

Se le contraía la garganta, se le formaba un nudo en el estómago. No le aterraba el matrimonio, pues JeongGuk fue criado sabiendo que como hijo menor algun día sería comprometido con una dama noble en una unión por conveniencia, justo como pasó, pero temía no dar la talla o no poder mantener más el engaño con el que vivía día a día e incluso intentaba hacerse creer. Terminar siendo condenado por ello no era un buen paisaje, mancillando el honor de la familia real por las preferencias con las que vino al mundo. Un hecho sencillamente trágico que podría ser real si no se iba con cuidado.

JeongGuk se quitó la ropa antes de entrar al agua, en una zona de escasa profundidad donde al estar sentado el agua le cubría por encima del pecho, colocó las prendas sobre una piedra cercana para mantenerla seca. Primero pensó en lavar la ropa que se quitó, pero con el clima frío dudaba que fuese a secarse rápidamente, además solo contaba con un buen abrigo y si lo mojaba, pescaría un resfriado sin duda alguna al cabalgar con o sin el.

Se tallaba la piel con las manos porque carecía de un instrumento apropiado para la limpieza de su cuerpo pero para JeongGuk, eso era más que suficiente al considerar las circunstancias.

Era grato sentir la corriente del río a su alrededor, golpearle suavemente la espalda. Vio algunos peces pequeños siendo arrastrados por la corriente; sintió que era uno de ellos, intentando seguir un curso distinto pero siendo arrastrado por la corriente de circunstancias inmisericordes.

Escuchó un chapoteo a detrás de él, al volverse vio a TaeHyung quien únicamente vestía pantalones de algodón sin teñir arremangados hasta por encima de las rodillas para no mojarlos. Estaba en medio del río, a pocos metros de donde estaba, en una especie de laguna poco profunda donde la corriente era menor, en la mano derecha sostenía una lanza que intuyó fue fabricada ese mismo día con la rama de un árbol.

JeongGuk sabía que se dedicaría a pescar pero no creyó que atraparía algo de esa manera, vio como TaeHyung lanzó el arma rudimentaria al agua y casi se le cayó la mandíbula al suelo cuando la levantó; un pez de buen tamaño se sacudía, intentando liberarse del artefacto que lo atravesaba. El mercenario lo lanzó a la orilla, un par de metros lejos del agua.

El príncipe quiso acercarse por curiosidad, pero recordó su desnudez y se quedó en el mismo lugar. No se supone que sintiera esa vergüenza tratándose de otro hombre pero lo hacía, sabía que no se movería de ése lugar hasta que TaeHyung se fuese y él pudiera vestirse con tranquilidad, en la poca intimidad de la que dispondría.

Pero siguió mirándolo y encontró cicatrices por todo el cuerpo del esclavo; en la espalda, en los hombros, en abdomen, en los brazos, en el pecho e incluso en las clavículas, peligrosamente cercanas al cuello.

JeongGuk se descubrió a sí mismo interesado por el macabro paisaje, preguntándose cómo las habría adquirido y lo invadió la tristeza al imaginar las cicatrices intangibles en TaeHyung, esas que afectaban a la persona en un grado más íntimo, seccionándola, drenando la felicidad como una herida abierta derrama sangre.

Ningún ser inocente merecía vivir lo que TaeHyung, pero el mundo nunca ha sido justo y los buenos suelen ser los más afectados. Eso JeongGuk lo sabía muy bien.

TaeHyung se giró hacia él, encarando su mirada mas JeongGuk no apartó la suya cuando ambos pares de ojos se encontraron, solo se quedaron mirando por largos minutos sin notar el tiempo que pasó, ellos habrían asegurado que no fueron más de nimios segundos. Su contacto visual terminó poco después, cuando un pequeño pez mordió uno de los pezones de JeongGuk, haciéndolo sobresaltarse y que ambos rieran a carcajadas.

El mercenario siguió en su tarea, hasta que se hizo con dos pares de peces que serían la fresca cena de ambos.

JeongGuk se mantuvo en su lugar, tomando piedras del fondo y lanzándolas lejos, viéndolas hundirse en el agua. Una tras otra, buscando pasar el tiempo hasta que TaeHyung volviese al campamento.

Al recoger una piedra del fondo se dio cuenta que no extrajo una roca de río común, si no un ejemplar de cuarzo blanco. Lo colocó sobre su palma, mirándolo atentamente, reduciendo toda su atención al mineral de sílice como si fuese lo más interesante que hubiese visto jamás.

JeongGuk recordó las lecciones que en su castillo le habían impartido sobre distintas disciplinas. En el espiritualismo le instituyeron acerca del significado y usos de objetos como el que ahora descansaba sobre su palma. Alternó la mirada entre TaeHyung y el mineral, pensando que era muy apropiado para él.

Lo encerró en su puño, quería dárselo pero no se atrevía a entregarlo ¿qué iba a decirle? ¿y si TaeHyung lo odiaba, sentía asco de su persona? Con un viaje juntos por delante, no quería instaurar una problemática tan densa entre ambos.

Una hora después, el príncipe estaba seco y vestido, sentado al rededor de la fogata donde en una vara se cocinaban los peces que TaeHyung pescó, escamó y destripó. JeongGuk se encargaba de girarlos cada tanto para cocinarlos uniformemente mientras que su inferior se encargaba de su aseo personal a corta distancia de allí, en el mismo río.

El joven noble miraba la piedra entre sus dedos una y otra vez preguntándose ¿era eso lo correcto? ¿estaba bien que un caballero le diese un regalo a otro? muchas dudas pasaban por su cabeza referentes a lo apropiado de la situación. Por un momento estuvo a punto de lanzar lejos la roca, olvidarse de ella y sus buenas intensiones para con TaeHyung, pero vencieron sus deseos de hacérsela llegar y aunque no lo admitiera, de ganarse la simpatía del mercenario si es que entendía el gesto.

Se levantó de su lugar, miró de un lado a otro para asegurarse de que no estuviera de regreso y lo hallase en plena acción, si eso pasaba, JeongGuk estaba seguro de poder morir por la vergüenza que le ocasionaría.

Pensó dónde podía dejar la pieza, luego de un par de minutos se decidió por colocarla en la misma funda donde TaeHyung guardaba la piedra de amolar la espada, seguramente la vería sobretodo por el afán que tenía por mantener su espada con un filo tal que podría afeitarse con ella. La hallaría, JeongGuk no tenía dudas de eso.

Sin embargo ¿qué haría con el cuarzo? ¿lo tiraría al creer que llegó allí por accidente? ¿o interpretaría la situación? ¿conocía el significado o era una simple piedra blanca para él?

Tal fue el ensimismamiento del príncipe que no se fijó en cuanto TaeHyung volvió al campamento, con el cabello húmedo, intentando secarlo con un pedazo de tela. Llevaba la camisa mal abotonada, dejando su pecho al descubierto.

JeongGuk se sonrojó cuando lo vio, estremeciéndose por la sorpresa, como si el otro poseyera la habilidad de leer o escuchar sus pensamientos. Desde allí, pudo ver mejor las cicatrices, como unas parecían haber sido profundas pero otras superficiales, de las que no quedaba más que una línea blancuzca.

TaeHyung en su gremio solía esperar a estar solo o con muy poca gente para llevar a cabo su higiene. No tenía complejos, pero tampoco le gustaba que otros le mirasen, prefería la intimidad suficiente para perderse en sus pensamientos y reflexionar sobre más de un tema mientras el agua lo cubría, llevándose la suciedad, el estrés, la frustración.

A pesar de eso... Descubrió que le gustaba ser mirado por JeongGuk.

MARE MAGNUM ↷VKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora