JeongGuk se la pasó ansioso preguntándose si TaeHyung encontró o no el pequeño presente que dejó para él, pero no halló ningún rastro ni conducta capaz de darle una respuesta, ninguna emoción, el mercenario seguía con el mismo semblante inescrutable de siempre.
La jornada comenzó muy temprano, con las primeras luces del amanecer. Se sentían descansados, bien alimentados y sus cuerpos dejaron atrás el resentimiento por la cabalgata intensiva de los últimos días. La faena prometía ser calmada y amena a pesar del silencio que no solía agradar a JeongGuk, sin embargo, ya no sentía un muro gélido entre TaeHyung y él, sus vibras parecían haber cambiado a una frecuencia más positiva.
No fue tan bueno como lo pensó.
Llevaban las monturas al trote, TaeHyung comía una manzana y JeongGuk bebía un poco de agua cuando escucharon los gritos de una joven chica a una constancia espantosa, lo primero que vino a la mente del príncipe es que le arrancaban un brazo a carne viva. Detuvieron los caballos con brusquedad, conmocionados, esperando escuchar otra vez de qué dirección provenían.
El segundo grito les heló la sangre, cada vello de sus cuerpos se erizó. JeongGuk sintió un nudo en el estómago mientras que TaeHyung apretó los puños.
—Vámonos —dictó TaeHyung, picando levemente los costados del caballo con las espuelas para reanudar el viaje.
JeongGuk se quedó atónito, sin pronunciar palabra y mirando a TaeHyung como tratando de descifrar qué clase de criatura era.
—¡La están atacando! —protestó el príncipe—. ¡Hay que ayudarla!
—¿Estás de broma o estás demente? —reprochó el mercenario con un tono agresivo—. ¿y si algo te sucede? Tengo que llevarte a ti, no me interesa lo que le pase a quién no lo pensó mejor antes de meterse en este bosque.
JeongGuk vio en los ojos de TaeHyung que no lo haría cambiar de opinión pero su humanidad le estimulaba a desobedecer sus palabras por más intrépido y estúpido que fuese lo que según su percepción debía hacer.
—¡No podría vivir sabiendo que pude salvar la vida de otro y no lo hice por ignorarlo deliberadamente!
Sin pensar en las consecuencias para sí mismo, picó espuelas y desapareció entre los árboles yendo en dirección a esos gritos desesperados. TaeHyung maldijo, vociferó el nombre del príncipe repetidas veces pero este no le puso la más mínima atención y no tuvo otra salida que encaminarse detrás de él, buscando alcanzarlo mientras que internamente maldecía el día de su nacimiento.
JeongGuk fue criado de una forma muy noble, haciéndole saber que su puesto dentro de la sociedad venía con un número par de deberes y privilegios. Uno de estos deberes se resumía en salvaguardar la integridad de quiénes lo necesitaran, al sector más desdichado en su mayoría y así mismo, representaba una ley en la caballería. No concebía abandonar a otro individuo en un escenario como ese, menos si se trataba de una chica en tan espeluznante bosque.
Por otro lado, prestar ayuda desinteresada ya no representaba ningún interés para TaeHyung quien vivió la crueldad humana en más de un aspecto. Aprendió que debía cuidarse solo, que esos a quiénes ayudaba con frecuencia le apuñalarían la espalda para seguir con sus fines. En su vida, él no contaba con nadie y nadie contaba con él. Solo habían dos excepciones que serían NamJoon y SeokJin, pero eran precisamente solo un par en todos los que conocía, y eso porque más de una vez constataron este aspecto; podría decirse que se debían la vida entre sí.
JeongGuk llegó a una zona pantanosa escondida entre el mismo bosque. El hedor le hizo arrugar la nariz y presionarse el antebrazo contra la misma zona. No había nadie, no veía a la dueña de los desgarradores gritos que lo llevaron hasta allí.
El agua a unos pocos metros era oscura, algas podridas podían verse con facilidad, bichos por todos lados de un lado a otro y árboles con un aspecto incluso más tenebroso que el resto del bosque. La tierra era húmeda, barrosa y despedía un olor terrible mientras que las piedras lucían moho sobre ellas. La montura de JeongGuk se encabritó cuando trató de inspeccionar la zona, tenía un muy mal presentimiento pero su sentido del deber pudo más que la razón.
—¡JEONGGUK, CUIDADO! —gritó TaeHyung llegando al lugar.
La alerta despertó los sentidos de JeongGuk. Llevó la mirada al árbol más alto a pocos metros de él tras captar movimiento, intentaba no caer del caballo, entonces vio una criatura que por años observó en libros, tapices y pinturas, pero jamás le otorgó credibilidad.
Un ser grande, grotesco. De la cintura hacia arriba gozaba de las formas de una bella mujer, cabello largo negro como la noche pero su piel grisácea le daba apariencia nauseabunda. Su rostro agraciado perdía todo rastro de belleza conforme abría sus fauces dejando ver una hilera de filosos dientes amarillentos y desiguales, con verdosos fluidos viscosos que los conectaban y caían por sus labios hasta la barbilla.
En la zona inferior de su cuerpo no había piernas sino una larga, gruesa, escamosa y resbalosa cola de serpiente. JeongGuk jamás en su vida observó ningún reptil que poseyera similitud con tales dimensiones.
Estaba enroscada en el árbol con los brazos levemente extendidos hacia el príncipe, con una expresión demencial. JeongGuk estaba plasmado por el terror y su poca concentración se resumía en controlar el caballo. Ella le embistió pero él logró esquivarla. Sin embargo, al estar lleno de terror no fue capaz de anteponerse al próximo golpe.
La criatura le golpeó con su larga y gruesa cola de reptil, alcanzándole el costado de la cabeza. El caballo relinchó, JeongGuk separó los labios en un gritó no proferido y todo se volvió negro antes de impactar contra el suelo fangoso.
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MARE MAGNUM ↷VKook
Fiksi PenggemarEn la Edad Media, en un reino cuya paz se ve afectada por la sombra de la guerra; existe un joven noble, obligado a un matrimonio arreglado que busca inclinar la balanza a favor de su reino y un esclavo veinteañero sueña con las saladas aguas del ma...