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🐶


Choi SeungHyun  se puso en cuclillas pasando su brazo alrededor de los hombros de la propietaria de su paciente.

En la UCI, el gato pelirrojo yacía en sus brazos, con un gotero que serpenteaba detrás de su pata a la jaula.

SeungHyun había sacrificado al paciente y ahora escuchó tan
discretamente como pudo como se desvanecía su vida mientras la dueña de Charlie lloraba.

—Se ha ido, —dijo en voz baja, apretando su brazo,
tratando de transmitir consuelo lo mejor que pudo.

Ella asintió con la cabeza, besando al gato en la cabeza, limpiándose las lágrimas con una mano.

—¿Quieres que te dé unos minutos?

—Sí.

SeungHyun se puso de pie, con las piernas acalambradas.

Se deshizo de la jeringuilla y tiró sus guantes antes de
lavarse las manos. Luego salió al pasillo y se apoyó contra la pared. Joder, amaba su trabajo, pero odiaba esta parte.

Por supuesto que fue correcto poner fin al sufrimiento, pero cómo consolar a la devastada propietaria después de haber dejado atrás diez, quince, veinte años de atención a su mascota?

Esta vez habían sido dieciocho años.

Después de una vida plena, Charlie había sucumbido a la insuficiencia renal, al igual que la mayoría de los gatos con esa edad.

Caminó hasta el puesto de descanso y tomó una
botella de agua de la nevera para quitarse el nudo en su garganta.

No fue fácil y debería haber estado agradecido
por eso.

Cuando practicó la eutanasia a un animal sin sentir un profundo remordimiento, pudo haber sido el momento
de retirarse.

Suspiró y se dejó caer en una silla.

Un par de minutos era todo lo que tenía, había un montón de pacientes en la sala de espera.

SeungHyun estaba casado con su trabajo.

Siempre había sido así desde que se había hecho veterinario; cinco turnos
de doce horas a la semana y sin nada de energía para dedicarse a su vida personal.

¿Qué vida personal?

A SeungHyun le gustaban los hombres, pero casi no tenía oportunidad de estar con uno.

Después de aceptar este trabajo en Montpelier, Vermont, había dejado atrás a sus padres y
amigos de la escuela en Seattle y lo había intercambiado por relaciones de trabajo. Ahora, sus únicos amigos eran compañeros de trabajo y dudaba si alguno de ellos querrían
ir de bares gay con él.

Supuso que había elegido ese estilo de vida y lo había aceptado, pero estar solo noche tras noche, poco a poco se
convirtió en algo aburrido.

La puerta se abrió de golpe, sorprendiéndole de sus pensamientos sensibleros.

La enfermera jefe, Park Bom, le gritó—: Acaba de llegar una emergencia desde el estacionamiento. Perro víctima de accidente de coche.
Tienes que venir.
Sala de reconocimiento número cuatro.

Alone (Gtop)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora