Capítulo 1

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El primer recuerdo que tengo de mi padre es de él acariciando las mejillas de mi madre con tanta ternura, sus ojos brillaban con cariño.

El primer recuerdo que tengo de mi padre después de que mi madre muriera es de él destruyendo la habitación que pertenecía a mi hermano recién nacido.


Nathaniel empujó las puertas del estudio de su padre con tanta fuerza que ambas se salieron de las bisagras y terminaron esparcidas por el suelo. Tras él, el Señor del Orgullo observaba con curiosidad las acciones de Nathaniel. Encontró a su padre con la mano en el cierre de sus pantalones y a su hermano menor de rodillas, con los ojos cerrados. Nathaniel tembló de ira.

Su pecado principal era la lujuria, pero la ira asesina que le sobrevino... lo cegó.

El Señor del Orgullo comenzó a temblar, mirando la escena con horror.

Su padre se puso pálido como el papel al verlo, y al notar a Orgullo, también tembló.

—No lo toque.

Mentira. Siempre había dicho que nunca dañaría a Armes, pero Nathaniel siempre le encontraba marcas de latigazos o de cuchillos, cicatrices que su hermano intentaba ocultar.

Toda la estancia la veía teñida de rojo. Gotas de sangre cayeron sobre la alfombra. En un abrir y cerrar de ojos, su padre estaba contra la pared y él tenía la mano sobre su yugular, desgarrando su tráquea.

Nathaniel se encontró con el abrecartas en la mano. Segundos después, su padre ya estaba siendo mutilado, pero se detuvo al sentir los brazos de su hermano rodeándolo, suplicando que parara.

Miró la garganta de su padre, ya regenerada, y volvió a destrozarla con sus manos. Vio el miedo en los ojos de su padre y, sintiendo más ira que antes, solo quería mutilarlo miles de veces.

Su hermano apretó su agarre, y al mirarlo, vio su cabello blanco cubierto de sangre, con sus pestañas manchadas.

Nathaniel miró las cadenas que colgaban de los brazos de su hermano. Solo quería protegerlo.

Tomó una profunda respiración antes de volver a mirar a su padre.

—Hay razones para acabar con tu vida, incluso para torturarte durante miles de años. No me motives más.

Hablé en un tono que ni yo mismo reconocí. Armes se estremeció y Alan Eskol cerró los ojos con miedo.

Me levanté, arrastrando a Armes conmigo. Podía sentir el olor de su sangre, aunque la habitación estaba saturada con el olor de la sangre de Alan.

(¿Te duele la espalda?) —N

(No) —A

Pasé mis brazos debajo de sus muslos y su espalda, alzándolo. Orgullo y un sirviente del Inframundo estaban en la puerta.

—Mi señor ha despertado y ha convocado una reunión con los tres para mañana al anochecer. Alan Eskol queda confinado en esta habitación hasta que un sirviente venga a buscarlo —dijo el sirviente al encontrarse a pocos pasos de mí.

Miré a Orgullo, que ahora solo murmuraba:

—Lo despertaste, lo despertaste, lo despertaste.

(Quiero salir de aquí) —A

Orgullo temblaba y sus acciones se volvieron violentas al pasar junto a él.

Miré a mi hermano, que tenía los ojos cerrados. Salí del palacio por la puerta principal, teleportándome a mi departamento en Nueva York. Hace unos 10 años logré escapar del palacio de Alan con joyas de él y de mi madre. Las de mi madre aún están guardadas, escondidas. Las de mi padre las vendí todas.

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