Armes volvió a mirar el cuadro, esta vez contemplando una escena diferente. Ahora, veía a una mujer de cabello blanco nadando desnuda en un lago congelado.
Ambos observaron escena tras escena hasta que, de repente, se sintió jalado hacia un lado. La cabeza de su hermano casi chocó con la suya, y entre ambos apareció una pelirroja alta que les sonreía mientras lloraba.
La mujer tenía ojos dorados y el mismo color de cabello que Lucifer.
—Oh, mis niños, lo siento, lo siento tanto —comentó la chica, llorando con fuerza.
No respondí, sin entender del todo, pero pude ver cómo Armes se relajaba en los brazos de la mujer.
Tardé en darme cuenta de que era Kera, la misma mujer bañada en sangre que aparecía en el cuadro.
Era la mujer que solía visitarlos con frecuencia después de la muerte de su madre. La vi cargar a Armes, cuidarlo y acunarlo con cariño.
Esta mujer, que incluso curó sus heridas y se bañaba en sangre con una sonrisa arrogante, era la misma que ahora lloraba en su cuello.
Medía fácilmente 1.80 metros, pero estaba usando tacones altos que la hacían solo unos centímetros más baja que él y Armes.
La chica siguió llorando por un par de minutos hasta que un chico pelirrojo llegó hasta donde estaban, en el centro de la escalera, atrayendo a Kera a sus brazos. El chico parecía más bajo que ella.
—Shh... para, para, deja de llorar... ya, ya, Alexander se está angustiando.
La mujer levantó la cabeza alarmada y miró hacia abajo, donde un hombre de cabello negro estaba sentado en las escaleras, sosteniéndose la cabeza con las manos.
Kera lo miró, mientras Armes tenía una expresión de confusión. Ella lo observó por un largo rato antes de ir hacia él. Supuse que estaban hablando telepáticamente, ya que el hombre quitó las manos de su rostro y miró a Kera.
—Este... soy Danleth —habló el pelirrojo con una sonrisa triste en los labios.
Nathaniel se dio cuenta de que él también tenía los ojos azules.
Nathaniel miró al pelirrojo, que ahora parecía avergonzado. Este le dio la misma sonrisa a Armes.
—Es un placer conocer a los tesoros de Kyle, aunque no puedo decir que sea en las mejores circunstancias.
Nathaniel se sonrojó ante el comentario del mayor, que acababa de llamarlo "tesoro" de su madre. Tragó saliva y desvió la mirada.
—Oh, señor... —el mayor pareció horrorizado por sus propias palabras—. No, no, no. Preferiría que me llamaran tío, aunque no creo que lo hagan en un futuro cercano. Si acaso, llámenme Danleth.
—Está bien, Danleth —contestó Armes, quien miraba a la pelirroja abrazada por el hombre, que era 20 centímetros más alto que ella.
Las puertas negras se abrieron de par en par por primera vez, y del otro lado se podía ver un jardín casi infinito. Al final de este, se extendía una pared que, desde la distancia, era perfectamente visible y parecía iluminada.
Dos personas pasaron por las puertas, tomadas de la mano. Una de ellas era una mujer tan alta como Kera, con el cabello igual de rojo, pero con un cuerpo más exuberante. Los ojos de la mujer también eran rojos, pero no por la metamorfosis, sino de un rojo rubí que parecía ser natural en ella. Su cabello le llegaba más abajo de la cintura, a diferencia de Kyle, quien lo tenía hasta los omóplatos.
El hombre a su lado tenía los ojos dorados de Lucifer, pero también rodeados por un gris plateado. Sus rasgos eran similares a los de Lucifer, pero Nathaniel notó que él y Armes se parecían más a su abuelo que al hombre del palacio.
El hombre se inclinó, casi rozando su cabello negro con la oreja de la mujer.
Nathaniel empezaba a sentirse sofocado por la cantidad de poder que emanaban ambos. Se preguntó qué hubiera sido de ellos si hubieran crecido acostumbrados al creciente poder de las personas de ese palacio. No quería imaginar cómo se sentiría estar cerca de Lucifer sin que este suprimiera su poder.
El hombre susurró algo inaudible, incluso para los oídos de Nathaniel, pero la mujer asintió decidida. Llevaba un vestido negro con adornos en oro, y en su cintura colgaba una espada con empuñadura dorada. El hombre vestía un traje similar al de un emperador, también portando una espada. Aunque su ropa era exquisita, parecía una imagen del pasado.
Kera terminó su conversación con el hombre de cabello negro y se dirigió hacia las personas que estaban frente a las puertas, ahora cerradas. De repente, se lanzó a los brazos del hombre, arrastrando a la mujer en su abrazo.
—¡También despertaron!
—Hola, pequeña —respondió el hombre con una sonrisa.
—Ya no soy pequeña, Andras, deja de llamarme así —dijo Kera, haciendo una mueca.
—Claro que no lo eres, pero aún no tienes 100 años. Eres una niña todavía —comentó la mujer, con indiferencia, soltándose al fin del abrazo de Kera—. Danleth, ¿no vas a saludar a tu hermana?
—Como si a Andras le importara la mayoría inmortal —bromeó Danleth.
—Es un placer verles de nuevo, tanto a Andras como a ti, querida Kalis —dijo Danleth, mientras todos comenzaban a subir las escaleras.
—Siempre te verá como la niña que sostuvo en sus brazos —contestó Andras, desordenando el cabello de Kera.
—¿Papá tuvo más hijos? —se quejó ella, mirando de Armes a Nathaniel.
—Mis niñas, tanto tú como Kyle... —murmuró Andras con ternura hacia Kera.
—No, no. Ellos son hijos de Kyle.
—¿Qué son hijos de Kyle? —respondió Andras, sorprendido, mientras miraba a Nathaniel y Armes. Kalis también parecía sorprendida.
—Por favor, dime que no son hijos del bastardo de Alan, ese que perseguía a mi hermosa hermana por todas partes. No has tenido hijos con ese vampiro, ¿verdad? —Andras hizo una mueca y, por primera vez, Nathaniel notó que también tenía los ojos azules. El azul parecía ser muy común.
Nathaniel respiró profundamente y notó que Armes se había dado la vuelta para mirar nuevamente el cuadro.
(Aparentemente, un hombre que acaba de despertar sabe que nuestro padre es un bastardo. ¿Qué nos hace eso a nosotros, aparte de los hijos de un bastardo?)
Nathaniel no respondió, solo miró a su hermano, sintiéndose tan frustrado como si todo esto fuera una tortura emocional.
—¿Dónde está Kyle? Necesito ver a mi niña.
Esta vez, todos guardaron silencio, incluso Rowan, que bajaba las escaleras. Se quedó mirando a sus hermanos.
—Está muerta —respondió Armes, mientras comenzaba a subir las escaleras.
—Imagino que solo falta el bastardo para empezar la audiencia —dijo con una voz tan fría y calmada como un lago congelado, carente de emociones.
ESTÁS LEYENDO
Título por defecto - Escribe el tuyo propio
FantasyEn el Infierno solo hay un Rey. Aquél apoyado por el mismísimo Infierno. Varias veces ocurre que esté rey duerme y durante ese tiempo el caos reina, los demonios menores incluso rompen las leyes. Nuevos reyes ascienden pero cuando el rey supremo...