Nathaniel alzó la vista al cuadro que estaba en lo alto de las escaleras.
En él se encontraba un retrato de su madre, Kyle. Era realmente hermosa, una mujer de cabello blanco y ojos dorados... Esa era una manera rápida de describirlos, pero en realidad eran ojos cristalinos, de color miel, que alrededor del iris se volvían más intensos hasta transformarse en oro.
El rasgo más característico de ella era, sin duda, sus ojos. Su hermano menor, en cambio, había heredado el color de su cabello. Ambos compartían la piel morena de su padre, lo único que habían sacado de él. Creo que mi hermano también lo odia, odiar su color de piel, igual que yo.
Armes tocó mi hombro para llamar mi atención. Mi hermano menor tenía una personalidad sumisa, lo que mi padre aprovechaba. Normalmente, los niños de nuestra familia tendrían la protección directa del Rey, o al menos eso decía la historia.
—Es hora de ir —dijo Armes antes de desaparecer. Volví a mirar el retrato de nuestra madre antes de seguir a mi hermano.
Armes, esta vez, se quedó mirando un cuadro que estaba en lo alto de la escalera. Las escaleras de cristal rojo destacaban en el lobby; los pasamanos pulidos de oro brillaban en contraste con el suelo, también de cristal transparente, como si estuviera levitando sobre un volcán. La lava corría en dirección a la puerta principal del palacio, que era negra, mientras que las paredes eran blancas. Varios sirvientes entraban, desangrándose en una esquina, sin dejar una sola gota de sangre en las paredes.
Pronto, un sirviente apareció, inclinándose hasta casi besar sus propios pies.
—Mis disculpas por el desorden, amos. El señor Irá acaba de irse. El amo les está esperando en su estudio —dijo sin alzar la cabeza.
—Guíanos —ordené. El sirviente no tenía permitido ofrecerse deliberadamente para guiar a un amo. Guiar a tu superior no está permitido, tampoco seguirle, y mucho menos caminar a su lado, en términos normales. Pero un señor del inframundo podría fácilmente jugar con tu alma solo por desearlo, y si pertenecías a la familia real, incluso podrías hacerle eso a los señores.
Infierno apareció en lo alto de las escaleras con una ligera sonrisa. Me tensé al verla; la última vez que la había visto fue hace 32 años, cuando tenía 5, justo cuando mi madre falleció. Armes inclinó la cabeza, curioso.
—Yo los guiaré —dijo la pequeña chica de cabello rubio que vestía un vestido blanco digno de una princesa, aunque Infierno no era una princesa.
[¿Quién es ella? ¿Qué es ella?] preguntó directamente mi hermano en mi mente.
[Es Inferno.]
Coloqué mi palma sobre mi pecho antes de inclinarme.
—Sería un honor.
Mi hermano imitó el acto antes de caminar a mi lado, hasta quedar a unos escalones de distancia de Inferno. La chica, de ojos tan claros y azules como el cielo, parecía molesta.
—¿Desde cuándo la familia real es tan educada conmigo? —preguntó en un murmullo antes de comenzar a guiarnos.
—Supongo que alguien morirá hoy.
(Joder, salimos de un loco para encontrar a otro.)
Se quejó Armes en su mente. Le eché una mirada advirtiéndole. Sí, sí, tiene una personalidad sumisa, pero su lengua siempre ha sido afilada.
(Ni se te ocurra abrir la boca.)
Contesté, molesto. Era verdad, ¿qué clase de trato era ese hacia alguien que te trata respetuosamente, y para colmo, que no habías visto en 32 años?
(¿Me has visto tendencias suicidas? Ella tiene un aura aterradoramente sobrenatural. Me pregunto si los humanos pueden sentir esa aura de divinidad y sed de sangre detrás de esa cara de inocencia.)
Continuaba mi hermano en mi cabeza. A veces también era imposible callarlo.
—Me sorprendió verles. Se parecen tanto a él.
(¿Está hablando de Alan?) preguntó mi hermano.
(Y yo que pensaba que no nos parecíamos a ese bastardo.)
—Son muy tímidos... ¿o son mudos? —hizo una mueca mientras se giraba—. ¿Ese imbécil les cortó la lengua?
Tanto Armes como yo nos quedamos sin palabras.
—My Lady, podemos hablar, pero no sabemos qué responder a sus preguntas.
La cara de Infierno se transformó en una mueca antes de acercarse y tomarme del pecho con una uña. Ok, era raro ver cómo una mujer que no llegaba ni a mis hombros podía aterrarme tanto.
—No soy una Lady. Yo soy Infierno, protectora de la línea de sangre de Lucifer. Soy el suelo y el aire que respiras. No me llames Lady.
Armes frunció el ceño hacia la chica. No dijo nada, pero su molestia era palpable. La mujer, que ahora volvía a caminar por los pasillos, acababa de llamarse a sí misma "protectora", pero solo yo había intentado proteger a Armes. Así como a mí no me gustaba que tocaran un solo pelo de la cabeza de mi hermano menor, a él tampoco le gustaba que yo saliera lastimado o insultado.
Infierno no volvió a hablar hasta que llegamos a unas puertas en el noveno piso del palacio. Las puertas eran más grandes que las de la entrada; esta vez, eran de madera oscura con detalles dorados.
No estaba seguro de si tocar o simplemente abrir, pero no tuve que meditarlo porque las puertas se abrieron solas hacia los lados; eran corredizas.
Entramos en el salón, encontrándonos con un hombre idéntico a mí. Nathaniel tardó un segundo en darse cuenta de que ese hombre era Lucifer. Ojos idénticos a los suyos y cabello rojo oscuro, como el vino tinto.
Se dio cuenta de que su color de piel no venía de su padre. Lucifer era moreno, como café con abundante leche. Tanto él como su hermano compartían esos colores, e incluso la altura. Ambos medían más de 1.95 m, pero este hombre frente a nosotros parecía medir dos metros. Alan, en cambio, medía 1.80, y según sus recuerdos, su madre tenía la misma altura que su padre.
Lucifer frunció el ceño mientras nos miraba a mí y a Armes.
—Joder, ni Danleth se parece tanto a papá. Y Danleth es el único varón pelirrojo entre sus hijos —comentó un hombre que estaba acostado en un sofá con un libro en las manos.
El cabello de este era castaño rojizo, y sus ojos tan azules que dudaba si el color se podía definir como tal. Le reconocí; era Matthew, uno de los cinco hijos mayores de Lucifer.
—Es porque Danleth se parece a su madre. El cabello de Ilen es similar al mío. Ninguno de mis hijos ha nacido con mi color de cabello —contestó Lucifer con indiferencia, mientras Matthew seguía acostado.
—Siéntense —ordenó, no pidió.
Armes no habló en mi mente. Seguía con la mirada clavada en Lucifer. Le di un empujón mental para que reaccionara y se sentara junto a mí.
—Son muy callados —dijo una mujer con las mismas características de Matthew, que emergía entre las infinitas estanterías de libros. El estudio de Lucifer parecía la biblioteca más grande que jamás hubiera visto.
—Bueno, el chico dijo que no tienen idea de qué contestar —añadió Inferno, sentada en el escritorio en medio de la sala. Otra Inferno se acomodaba en el respaldo de una ventana. Confuso, recordé que Infierno tenía siete cuerpos: uno para la dimensión y seis físicos.
—Tú eres Nathee y tú eres Armes —dijo la chica.
Nathaniel se sorprendió al escuchar el apodo. Después de todo, la única persona que lo llamaba así era su madre...
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Título por defecto - Escribe el tuyo propio
FantastikEn el Infierno solo hay un Rey. Aquél apoyado por el mismísimo Infierno. Varias veces ocurre que esté rey duerme y durante ese tiempo el caos reina, los demonios menores incluso rompen las leyes. Nuevos reyes ascienden pero cuando el rey supremo...