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La venganza es dulce.

Zayn Malik levantó la vista y miró hacia el edificio destartalado que se hacía llamar hotel.

El viento frío y cortante, soplaba con fuerza a lo largo de aquel estrecho callejón de Nueva York, y el cartel del inmueble se movía sin sentido ante las ráfagas de viento fuertes.

¿Cuánto tiempo le había llevado encontrar al hombre que estaba allí dentro? ¿Cuántos años?

Sacudió la cabeza, eso no importaba ahora.

Los transeúntes se subían el cuello del abrigo o escondían las manos en los bolsillos, pero él seguía como si nada, ajeno a las gélidas temperaturas que azotaban la ciudad.

No importaba cuánto tiempo hubiera tardado. Lo importante era que por fin lo había encontrado.

De pronto empezó a sonar su teléfono móvil. Su abogado había quedado en llamarlo si surgía algún problema en Santorini. Miró la pantalla y volvió a guardarse el celular en el bolsillo.

Nada era más importante que la razón por la cual estaba en Nueva York ese día. Los problemas en Santorini no eran una prioridad en ese momento y Petra debería haberlo sabido. Siguió caminando, en contra del viento y apretando los dientes. La aguanieve caía sin piedad y los transeúntes trataban de ponerse a cubierto. La calle se había convertido en un arroyuelo mugriento. Subió los peldaños y comprobó el picaporte, estaba cerrado tal y como lo esperaba.

A un lado había un intercomunicador y una cámara rudimentaria para dejar entrar a aquéllos que tuvieran llave o hubieran hecho una reserva.

Sin embargo, ése era su día de suerte.

En ese preciso instante una pareja de jóvenes vestidos con ropa de deporte abría la puerta. Estaban tan disgustados por el mal tiempo que apenas se fijaron en él y Zayn pasó por delante sin mayor problema. La tarima de madera crujía bajo sus pies a cada paso y el techo se hacía cada vez más bajo. Al final de las oscuras escaleras se oía una vieja radio y el hedor a decadencia se hacía cada vez más insoportable.

Aquel lugar era casi inhabitable. Aunque el caprichoso tiempo de Nueva York escapara a su control, los clientes estarían mucho mejor en el otro alojamiento que Zayn les había preparado.

Al final de un corto pasillo había una puerta entreabierta. En la ventana de cristal traslúcido se podía leer el cartel de oficina. Estaba tan concentrado pensando en la conclusión del sueño que tanto tiempo había perseguido, que apenas se dio cuenta de la encorvada silueta que en ese momento se inclinaba para recoger una aspiradora; tenia una bolsa de basura en la otra mano.

Un empleado de limpieza.

Por un momento Zayn pensó que iba a decir algo al incorporarse, pero entonces se arrimó contra la puerta y lo dejó pasar. Tenía oscuras ojeras bajo los ojos, el flequillo pegado a la frente por el sudor, un mugriento uniforme...

Lover for Money | ZiallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora