Estupidez

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❦ Nikolai x Atsushi

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La línea de Nakayama estaba llena,
dichoso me hubiera visto si hubiese sucedido lo contrario. Desastrosa suerte mía, que viéndose entre el dilema de esperar o abordar inmediatamente, decidió la última.

Al cierre de las puertas y la marcha cansada de la gran bestia de metal, me sorprendí de los pasajeros ajenos a mi presencia, pues aún sin ser presuntuoso de mi atuendo, supuse, llamaría la atención de al menos un alma. Aguardé junto a las puertas, busqué un no se qué con la mirada y de pronto me pareció buena idea jugar con la seguridad que sentían los pasajeros.

Lo imaginé y dicho plan no traspasó las paredes de una idea a la realización.

Hay dos sentimientos que me siguen persiguiendo desde esa mañana y mi travesía en un metro de Japón. Pues aunque desconozco el motivo real que me llevó a darles oportunidad de existencia dentro mío, no negaré su causa: un muchacho de cuanto mucho veinte años, de ojos particularmente extravagantes, que daban sensación de terror por su apariencia de monstruo y sin embargo, en conjunto con su propietario, también te brindaban consuelo. Una combinación extraña que así como alejó rápido de mi mente la idea de hacer una masacre en el vagón, revolvió mi estómago con emociones dispersas, algunas más agradables que otras, pero todas llevando a la excitación que produce descubrir algo nuevo, en mi caso, tan hermoso como grotesco.

Es increíble que incluso ahora, las memorias de un cerebro muerto sigan maquinando en mi alma. Quizás es que los recuerdos brotan de un lugar distinto al hipocampo, y tan ajenos del sistema límbico, puedan evocar emociones tales como la dicha y la angustia.

Pero extrañamente, me he visto acaecido por el olvido de mi muerte, de las sensaciones que la precedieron, no los minutos o las horas, pero si los segundos previos a esta.

Es así que mi último campo de visión se reproduce en lo único que he pecado: dejar que un alma tan perfecta como es la suya siga caminando entre los vivos.

Como si mis pesares fueran pocos, cuándo me volví a encontrar con él, he tenido que enfrentarme al abatimiento de descubrir que, es cierto, el muchacho no me vio en el vagón y fui yo únicamente quién fue capaz de sopesar la importancia que tenía su existencia en el mundo. Porque ¿quién sino yo, será capaz de ver a través de la forma física de ese joven y llegar a su espíritu?

¡No hay nadie más que pueda!

Entonces, hallándome en la decepción de que dicha persona era usuario de habilidad, y que pretendía detener lo inevitable, sentí el deseo de matarle. Pero tampoco lo hice, la idea se desvaneció tan pronto fue contemplada por algo a lo que no soy capaz de darle nombre.

A su vez, mi segundo arrepentimiento es no haber preguntado la forma en que he de llamarlo. Y el tercero, que su voz sea consuelo para un hombre que ya ni cuerpo tiene y no es más que forma etérea de recuerdos.

Oh alma desdichada que es la mía.
¡Debí matarle!

De ser así tendría la cabeza del hombre tigre a mi lado. Y habría tiempo suficiente de conocer su nombre en los cimientos del infierno.

Maldita estupidez en la que he vivido. Ni porque he muerto estoy en paz. Menos que, ciego del mundo, me encuentro incapaz de observarle de nuevo, de saber si ha sido degollado por alguien más y solo deba esperar a nuestro reencuentro, o sí acaso, a tenido la mala suerte de sobrevivir.



Basado en x capitulo del manga


Empecé este apartado con un relato que llevaba años guardadito, mejor que quede constancia de que lo escribí a que mis memorias jueguen en contra mía xD


Anatomía de los hubieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora