La Calma

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•Breve relato situado en algún punto en la línea de tiempo de la Dark Era.

Y cabe aclarar que esto lo tenía en "Sen no Katachi" pero como no es Dazatsu tenía que quitarlo de ahí T.T



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I

Inspiró hondo, y un escalofrío recorrió su columna desde el cuello hasta los pies. Abrió los ojos como quién descubre un presagio alarmante, de esos que no conoces origen, mas ahí siguen, aparecieron en su pecho con forma de ansiedad. El día estaba tranquilo, siendo que Chuuya y él discutían con más frecuencia de la que él se atrevería a probar bocado, se diría que, sí, la calma de un día en el bajo mundo de Yokohama era inquietante.

—Chuuya~

El ejecutivo se giró molesto, ya ni cabía mencionar que solo la presencia de Dazai lo molestaba hasta un punto de muerte. Luego se sumaba el tono tan despectivo y burlesco con que el otro le nombraba. Pero a falta de una intención real del suicida por menospreciar a su compañero, Chuuya decidió guardarse la sarta de insultos que llevaba preparando y se centró en averiguar que quería.

—¿Qué?

—El cielo está especialmente despejado hoy

—Considerando la displicencia con que vez la vida, eso es algo muy observador de tu parte —se burló, preparando el puño para cuándo Dazai se atreviera a responderle con el tono bufo tan fiel a su compañero. Ya de plano, deseando asestar un primer golpe para compensar la derrota en su última pelea. No está de más mencionar, fue dos días atrás, un récord para ese par de mafiosos.

—Cuánta razón arrastran tus palabras, puede deberse al milagro que sucede hoy —Osamu rió, tal vez queriendo encontrarle la gracia de poner en duda la inteligencia del enano. Y es que era desternillante, pero no ese día, no en esa desconocida Yokohama, no en el milagro que no era milagro.

Nakahara no dijo nada, ni siquiera se quejó, dándole más motivos al otro para inquietarse. Aunque notoriedad casí nula, en verdad temió ver la punta del iceberg asomando en el sol de mediodía. En confirmación, una carcajada, ya no falsa, ahuyentó el silencio en el muelle. Espantó unas gaviotas en el agua.
Chuuya se secó una lágrimita, hasta se quitó el sombrero, insulto más que cortesía.

—Me parece, Chuuya, que esta calma precede al desastre. Da miedo ¿no crees?

—Extraño es tu peculiar sentido del humor bienintencionado —Osamu sonrió, a los ojos del ejecutivo parecía estar serio —. No me equivoco, hoy eres menos molesto que siempre, ese es el milagro.

Lo cierto, es que Dazai no erró en nada de lo dicho al lado del océano. Del incidente le siguió el abandono de una misión para salvar el pellejo, y como excusa, Dazai aprovechó dejar la mafia, le dió un incentivo a su compañero para odiarle más y finalmente, se conformó con que lo tachasen de traidor.

La paz suele ser el peor aliado de los hombres como Osamu, el infortunio para quienes acaban relacionados con él de alguna u otra forma. Dicha solemnidad, concedió de golpe –tanto que le dolió el alma y el cuerpo–, una opción especial en la forma como le mostraba un futuro borroso, en la necesidad, pero más por gusto, a ver compañeros como peones a cumplir su cometido. La calma no solo le sugirió opciones, también le dió un motivo para seguir viviendo un poco más.

El día que Dazai abandonó la mafia, Yokohama estaba especialmente tranquila.

Anatomía de los hubieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora