12 | Siempre tendrás algo de mi atención.

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Jamie

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Jamie

Pequeñas gotas de lluvia comenzaban a pistear sobre nosotros, pero a pesar de eso y a diferencia de Penny y Dani, mi mejor amigo y yo seguíamos a las afueras de Jerry's; la razón no la sé realmente.

—Lloverá —diagnostiqué mirándolo a él y al cielo de reojo, queriendo demoler aquel insólito silencio entre ambos.

—Sí... Más vale que nos vayamos —coincidió sin devolverme la mirada, dejando de recargar su espalda contra la malla y sacudiendo su camisa. Asentí mordiendo el interior de mis mejillas.

¿Será que debo aplicar la regla cuatro? Dicta que, en caso de tener un secreto, debe ser confesado al otro.

Negué levemente con la cabeza al considerar esa idea «No, no quiero presionarlo», y además no creo que ésto cuente como un secreto. Alcé la mirada, rotando mi cuello en eje para enfocar cualquier escapatoria para que no tengamos que irnos aún. Abrí de más los ojos cuando la bombilla dentro de mi cráneo se iluminó.

¡Pero claro!

—Espera —cogí su antebrazo y lo arrastré junto conmigo en sentido contrario, con la determinación atestando mi rostro.

—¿Jamie? ¿Oye, qué haces? —hice caso omiso al principio, pero insistió—. Es por allá, ¿adónde vas?

A pesar de sus reclamos, permaneció siguiéndome el paso, ni siquiera poniendo fuerza para aferrar los pies a la acera y detenernos. Decidí darle el gusto y contestar, sonriendo aunque él no lo viera.

—Por una banderilla.

—¿Ah?

—¿Qué? Te la debo. —Finalicé, siguiendo mi trayecto hacia la entrada de Jerry's, así sólo tendremos que cruzar la calle y voilà.

—No puedo negarme —giré levemente, observando que se encogió de hombros con una sonrisa. Al ubicar el local y divisar que estaba apunto de ser cerrado por un señor bigotón, efectué un sonido de negación.

—¡Corre, va a cerrar! —decreté, cruzamos la calle con prisas y nos posicionamos enfrente de la cortina.

—¡Espere, queremos una banderilla! —exclamó él, captando la atención del pelinegro señor. Su rostro lucía apaciguado, y aún llevaba puesto el mandril rojo.

—Ya cerramos, regrese mañana —declamó amargamente, como si fuese un mantra que ya está aburrido de repetir.

—Por favor, déjenos comprar una, ¿sí? —añadí, juntando ambas manos a modo de súplica.

Giró a verme sin rodeos, dándome esperanzas que se evaporaron tan pronto como llegaron al escuchar lo que dijo.

—Escuchen, cerramos. Está por llover, y tengo cosas que hacer.

Inconclusos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora