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El chico entró con lentitud al baño de varones, con una casi invisible sonrisa y su mochila colgando de uno de sus hombros.

Era receso, había avisado a sus amigos que haría una parada al baño, antes de ir a la cafetería, alcanzándolos en un rato.

La puerta se cerró y él se adentró a uno de los cubículos, sentándose en la tapa del váter. Tiró su mochila a su lado, recargando sus codos en sus rodillas, para tapar su rostro con sus manos. Manteniéndose inclinado, soltó un largo suspiro.

Trataba de aguantarlo. Trataba de soportarlo. Pero, por Dios que era jodidamente cansado. Estaba harto. Quería tirar todo por la borda. Quería desaparecer sin decir palabra alguna.

Quería sacar todo de sí. Más no quería que nadie se enterara.

Su boca poco a poco se fue curvando, su ceño se fue arrugando más y más, con su quijada tensándose. Las lágrimas fueron derramadas por sus ojos, mojando las palmas de sus manos y haciendo carreras por lo largo de sus brazos, llegando a sus codos.

Ya no podía. Fingir era doloroso. No quería poner más carga sobre Mikasa, después de todo ella cargaba el mismo peso que él. No obstante ninguno se decía algo al otro.

No supo cuando, pero en algún momento comenzó a hipar. Quería llorar en silencio aunque en el fondo sabía que lo único que necesitaba era gritar desde lo más profundo.

Unos minutos después, decidió que lo mejor era calmarse y regresar donde sus amigos, antes de ser bombardeado con preguntas. Tallaba su rostro con el dorso de sus manos, sorbiendo su nariz, cuando detuvo todo movimiento al escuchar una débil entonación en el cubículo de al lado.

Una dulce voz tarareaba con suavidad, como si de una madre se tratara, cantándole a su hijo antes de dormir.

Eren sintió como el tiempo se detuvo, impidiéndole moverse. Conocía esa canción. La conocía mejor que nadie.

La voz calló y fue cuando el chico tomó su mochila, saliendo del cubículo para mirar el cuarto de baño. Revisó cada una de las demás cabinas, llegando a la última. Sus manos temblaron ante el miedo que contenía al abrir, descubriendo que estaba completamente solo.

Tan rápido como las lágrimas se acumularon, se desbordaron. Cayó de rodillas, tapando su rostro con sus extremidades una vez más, sollozando.

Odiaba todo.

Red Swan || EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora