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"Eren, Mikasa, yo lo lamento tanto —El hombre sonaba destrozado, sin poder parar de llorar, asustando a los jóvenes—. No pude hacer nada. Debí insistirle. Debí castigarlo aún si me odiara toda la vida. No debí dejarlo ir —hablaba con desesperación y pareciese ser que golpeaba algo con su puño.

Señor Arlert, cálmese, por favorpidió con amabilidad el joven. Sus labios tiritando con un terror emergiendo en su pecho—. No entendemos, ¿qué sucedió?

Se pudo oír a través de la línea telefónica, como el adulto de tercera edad, tragaba con fuerza, sin dejar de sollozar.

El autobús en el que viajaba mi niño, el maldito autobús que iba de camino a casa de sus padres, sufrió un accidente.

Los ojos de Eren se nublaron y Mikasa llevaba sus manos a su boca, temblando.

Armin ya no está. Se ha ido... —Su voz se quebró, sollozando tan desgarradoramente, tratando de completar su frase. Eren cayó al suelo, soltando el móvil y mordiendo sus labios a tal punto que comenzaban a sangrar, con un nudo en su garganta—. Armin murió."

《☆》

Eren observaba como el sol se escondía. Llevaba un rato parado, por fuera de la propiedad que debía considerarse playa, escuchando las olas chocar y sintiendo el aire enfriar sus mofletes.

Apretando el pequeño cuadernillo con sus manos, ingresó al lugar, bajando y sintiendo el repentino cambio de textura bajo sus pies descalzos.

Siguió caminando, apreciando el mar moverse. Siguió caminando, sintiendo la fría temperatura del agua que llegaba a la orilla, bajo sus pies. Siguió caminando con sus ojos cerrados, dejándose llevar.

Cuando tuvo suficiente, se detuvo, sentándose en la arena, abrazando sus piernas, admirando el sol que poco a poco le decía adiós.

Lágrimas desganadas salían de sus ojos. Ya no las contenía. Ya no tenía sentido hacerlo. Exhaló, tratando de mantener la calma para no salir corriendo de ahí y quedar profundamente dolido, aterrado y furioso con el mar.

—Eren. —Una tranquila voz se hizo presente, llamándolo.

Él no miró, sólo palmeó la arena a su lado, invitando a la joven a sentarse junto a él. Ella lo hizo, sin articular más palabras. Aún en la playa, llevaba los auriculares puestos, con la misma canción reproduciéndose.

Eren le extendió el cuadernillo y ella lo reconoció, tomándolo, con sus ojos ya cristalizados.

Mikasa también le extendió un sobre a su amigo, haciendo que volteara, confundido, y tomara con temor el papel, algo regordete por su contenido.

La chica comenzó a leer las pequeñas notas que había en el cuadernillo, contando el escrito más largo, siendo este el poema.

El castaño abrió el sobre, sacando el contenido, notando que eran fotos, siendo la primera una de un Armin sonriente, levantando una pelota de playa sobre su cabeza, con el agua llegándole a sus rodillas. Usaba una camisa de botones, azul, con mangas cortas, que se mantenía abierta, mostrando su pecho y un sombrero de paja beige en su cabeza, cubriéndolo del sol. El traje de baño que llevaba era más oscuro de la mitad para abajo, a causa del agua y en el fondo de la foto, podían verse todos, asomándose y posando por detrás del rubio, a lo lejos.

Eren miró a otro lado, aguantando el nudo en su garganta, dando paso a la siguiente fotografía. Más y más fotos de la misma isla, con los del club y sus amigos del aula. Incluso de ellos tres juntos y una que otra de su novio con él.

Mikasa sorbía su nariz, calmándose, para cuando el chico terminó de verlas todas, terminando en un estado parecido al de ella.

—Son las fotografías del año pasado. La señora del hotel las guardó porque sabía que la escuela regresaría —informó, tallando sus ojos.

Las lágrimas en Eren no se detenían. Y de nuevo, no le importaba, sólo miraba al frente.

—La escuchó —habló, después de un rato en silencio en compañía de las olas—. Él escuchó la canción.

—Él escuchó nuestra canción.

—¿Cómo? —cuestionó el chico.

Mikasa subió y bajó sus hombros.

—Le di una usb a su abuelo, supuse que se la daría cuando regresara. Al parecer alcanzó a dársela antes del viaje.

—¿Le dijiste que era su poema?

Ella suspiró, mostrando una leve sonrisa melancólica—: Estoy segura de que él lo supo.

Hubo otro silencio. Aquella playa seguía igual de pacífica que siempre. Vacía.

—¿Cómo crees que haya sido su reacción?

Mikasa se quitó un auricular e invitó a Eren a que lo tomara.

—¿Cómo crees tú? —contestó con calma, reiniciando la canción.

Eren sonrió con debilidad, tomándolo y colocando el pequeño objeto en su oído.

Escucharon la canción repetidas veces, hasta que no hubo más luz natural, siendo iluminados por los opacos faroles fuera del edificio no tan alejado, detrás de ellos.

—¡Chicos! —escucharon una voz a lo lejos, desde sus espaldas, divisando una silueta desde uno de los balcones del pequeño hotel, siendo ésta Sasha.

—¡Vengan a cenar! —gritó Historia.

Todos sus amigos asomaban su cabeza por alguna ventana o se paraban en el balcón moviendo su mano.

Todos estaban ahí. Todos sus amigos y personas que amaba.

Eren se levantó, regresando el auricular a su amiga, ayudándola a levantarse. Pasó su mano por sobre los hombros de la chica y ella abrazó su cintura. El castaño podía escuchar la tenue melodía desde los oídos de Mikasa, mientras caminaban.

—¿Me dejas pegar algunas fotos en las últimas páginas vacías de su cuaderno? —preguntó con suavidad.

Las gotas que caían en sus ojos no cesaban, pero ahora, sentían que el dolor se había alivianado un poco.

—Sí.

Puedes esconder tus miedos escuchó la dulce voz cantar a sus espaldas, haciéndole girar su cabeza, encontrándose con la silueta borrosa de Armin parado en el agua, sonriéndole, con aquella coraza de hace un tiempo, en sus manos—. Puedes mentir, cariño le cantó y sacudió su mano de lado a lado, sin quitar esa sonrisa de su hermoso rostro.

—¿Eren? —llamó la chica, mirándolo.

Estaba helado. Su pecho temblaba, sus lágrimas se desbordaban sin cesar y su mano apretaba un poco el hombro de la azabache.

"Sí. Todos están aquí, después de todo."

Eren parpadeó un par de veces, mirando al ya oscuro mar y regresando su vista a su amiga, terminando por tallar sus ojos.

—Vamos —dijo, sin comentar nada al respecto. No sabía si eso había sido real. No sabía si se estaba volviendo loco. Pero agradeció poder ver la sonrisa de su chico de nuevo. Y saber, que a pesar de todo, se había ido, feliz con la vida que tuvo—. Por cierto, Mikasa, tengo el nombre para la canción.

—Habíamos acordado esperar a que él se decidiera por el nombre de su poema. —Le recordó al castaño.

Eren sonrió—: Lo hizo. Mira la contraportada por dentro.

Mikasa hizo caso, encontrando una estampilla para colocar nombre a los cuadernos, pegada en ella. Estaba algo maltratada, como si la hubiera pegado y despegado varias veces.

En ella, estaba escrito, con la caligrafía de Armin, dos palabras con tinta roja, que parecían haberse corrido un poco. 

Mikasa curvó sus labios en una sonrisa, tal como Eren.

Red Swan || EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora