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—No es mi primera vez aquí pero siempre me impresiona como si lo fuera —dijo con emoción, corriendo hacia las olas, entrando en el agua, después de arrojar sus sandalias a la arena.

El agua cristalina dejaba ver la blanca arena por debajo y aún cuando el sol irradiaba, no era molestia alguna para Jaeger a comparación de lo cálido que se sentía su corazón, al ver la hermosa sonrisa de su pareja, quien pasaba sus dedos por sobre las pequeñas corrientes de las olas que llegaban hasta la orilla.

Eren lo siguió, sin quitar la calmada sonrisa de su rostro. Entró, sin quitarse sus sandalias, acercándose al chico que se mantenía de cuclillas, mirando algo entre la arena humedecida.

El castaño se agachó frente a él, dándose cuenta de que Armin estaba cavando, tratando de sacar algo. Se unió a la acción, quitando un poco de la tierra, que volvía a cubrir aquel objeto con cada ola que llegaba.

—¿Sabes, Eren? —empezó el rubio, con una voz agradable, haciendo que el de ojos verdes lo mirara—. Definitivamente la playa es mi lugar favorito. La arena. Las nubes blancas. El cielo azul reflejado en el mar. Las olas. Todo lo que amo está aquí.

Lograron sacar el objeto, admirando una hermosa y pequeña caracola de mar, que incluso brillaba ante el sol.

—También amo esta cosa —anunció con una enorme sonrisa, deleitándose con lo bonita que era.

¿Por qué era que se sentía tan feliz? ¿Cómo era posible que alguien lo fuera todo para él? Sus labios formaron una pequeña curva hacia arriba, con sus ojos verdes, con un singular brillo al ver a su novio.

¿Amas el mar incluso más que a mí? —Eren se levantó indignado, poniendo sus manos en su cadera, con sus puños cerrados

—No —respondió Armin, viendo como Eren empezaba a sonreír pero interrumpió esa expresión al levantarse y continuar con sus palabras—, yo dije la playa, no sólo el mar. —Levantó su dedo índice, dándose vuelta y empezando a trotar, alejándose de su pareja.

—¡Armin! —exclamó, comenzando a correr tras el rubio, quien no podía parar de reír.

Corrieron un rato. Armin escapaba de Eren. Ambos salpicaban por todos lados al correr y empujarse, sin parar de reír y gritar.

Eren logró abrazar al rubio, cayendo en el agua, sin soltar el abrazo.

Terminaron sentados en la húmeda arena. Las débiles olas chocaban contra su cuerpo, a no más alto de sus caderas.

Armin descansaba su cabeza entre el hombro y cuello de su novio, mientras Eren mantenía su brazo rodeando la cintura del rubio, apoyando su cabeza en la del otro. Estaban en silencio. Estaban en paz. No se decían nada. Pero lo sabían todo.

—Eren —el ojiazul habló—, lo que más amo es el mar —murmuró, sintiendo como el castaño dejaba besos en uno de los extremos de su cabeza. Se reincorporó, alejándose del otro para poder verlo—. Pero no amo nada más que a ti —dijo, con sus mejillas rosadas, dándole una tierna sonrisa.

Jaeger sintió una tibia sensación en su pecho que comenzaba a extenderse, al incremento de sus latidos. A pesar de haber pasado casi todo lo que iba de su vida con el rubio, y algunos años de relación romántica con él, su corazón seguía comportándose de la misma manera que cuando se dio cuenta de que lo quería. Y sintiendo esos agradables nervios que sólo el pequeño lograba ocasionar.

El castaño abrazó a Armin fuertemente. El chico sonrió, aferrándose con cuidado a su amor.

El sol cayó un rato después. La pareja caminaba con lentitud de regreso a donde empezaron el recorrido, al haberse alejado bastante, sintiendo la arena en sus pies.

Armin llevaba la linda coraza en una de sus manos. Eren sujetaba de las correas ambos pares de sandalias. Ambos sujetaban la mano desocupada del otro, con sus dedos entrelazados. La corriente de aire movía un poco sus cabellos y sus semblantes tranquilos no desaparecían por nada.

—Hey —llamó el más alto, al divisar el pequeño hotel, haciendo que el rubio lo mirara—, cuándo dijiste que no amabas nada más que a mí, ¿te referías a que sólo me amas a mí o que no hay comparación de tu amor por mí?

—Ah, Eren... —Suspiró, sin querer explicarle nada.

—Es que pensé que era lo primero pero me di cuenta de que dijiste que amabas mil cosas, entonces pensé que tal vez te referías a lo segundo.

—Sólo sigue caminando, ya casi llegamos —No pasó mucho, cuando notó que Eren fruncía sus labios, en señal de inconformidad—: Lo segundo, gruñón. Lo segundo.

El castaño empujó ligeramente al chico con su hombro, ocasionando una sonrisa en él.

Ambos notaron como el balcón, del hotel más adelante, se empezaba a llenar de un grupo de personas, que parecía que los miraban.

—¡Apúrense, par de casados! —exclamó Ymir, desde lo alto, estando al lado de Historia.

—¡Heey! ¡Chicos! —gritaban Connie y Sasha, moviendo sus manos con insistencia, mientras saltaban.

Marco y Bertolt trataban de detenerlos, más que nada por seguridad de todos, siendo ignorados.

—¡Reiner dice que la cena está lista! —anunció Jean, asomando su cabeza por una ventana cercana, sin salir al balcón.

Todos comenzaron a entrar, sin detener sus gritos hacia la pareja y discusiones amistosas que empezaban a tener entre ellos de repente.

Notaron a Annie y Mikasa en la puerta del hotel, esperando por ellos, ésta última sonrió al momento de ver al par acercándose.

—Ya tengo un nombre para el poema —soltó de repente Armin, cuando Eren ponía el calzado en el asfalto, saliendo del terreno de la playa.

—¿Cuál es? —preguntó el castaño, enderezándose, metiendo sus pies a sus sandalias, observando cómo su novio extendía su mano, para poder entrelazar sus dedos nuevamente, cosa que el chico correspondió.

Armin sonrió.

Red Swan || EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora