Red Swan || Eremin

02:00《

Eren abrió las puertas de la azotea, entrando y mirando a su alrededor. Pudo divisar a su amiga bajo la sombra del techo.

Caminó hasta ella, sentándose a su lado y dejando dos pequeñas loncheras y unos tres libros en el suelo, frente a ellos.

—¿Dónde está Armin? —preguntó la pelinegra, sin apartar la vista de las cosas que Jaeger había dejado con cuidado en el piso.

—El presidente de su equipo lo llamó cuando veníamos de camino para acá. Dijo que no tardaría mucho pero insistió en que me adelantara para no dejarte sola.

Mikasa asintió, dándole una mordida a su galleta.

—Es raro que Annie no haya venido hoy —comenzó el moreno.

—Oh, sí vino.

—¿Dónde está entonces?

—Fue a arreglar asuntos con Hitch, de la clase de al lado. Llevan varios días en detención y no saldrán temprano hasta que hayan limpiado lo que sea que tengan que limpiar.

Eren hizo un ruido con su garganta, dándole a saber a su acompañante que entendía, mientras llevaba la botella de jugo a su boca y escuchaba su estómago rugir. Estaba acostumbrado a no comer hasta que el rubio estuviera presente.

—No deberías ser tan quisquilloso con la comida de la cafetería, Eren. Cansarás a Armin y te dejará —murmuró la azabache, tomando de su botella de agua.

Recibió un pequeño empujón, empapando un poco su bufanda y su quijada.

—No fue mi idea. Sin siquiera preguntar, él cocina un almuerzo para mí. Además, ¿de qué te quejas? Terminas comiéndote la mitad de lo mío. Pasar tanto tiempo con Sasha te está afectando.

—Sí... sobre eso... ¿ya abrirás la lonchera?

Eren quiso tomar la botella de agua a su lado, para poder empapar un poco a su amiga, pero ella fue más rápida, quitándola del medio, haciendo que el chico cayera de lado, empujando la pequeña pila de libros, esparciéndolos.

—¿Para qué los libros? —preguntó Mikasa, tomando uno de ellos, cerrándolo, para ponerlo sobre el suelo de forma apropiada.

—Armin quería terminar la tarea que no hizo. El club de arquería le está quitando la mayor parte de su tiempo por las finales. —Tomó los libros restantes, entre ellos una libreta que lucía algo nueva. Lo que llamó su atención fue el trozo del largo listón azul que decoraba el primer ramo que le dio al rubio, metido en las páginas.

Eren sonrió, tomando en sus manos el cuadernillo de piel, empezando a hojearlo. No estaba muy lleno, en su mayoría se trataba de cortos escritos, una que otra estrofa que sólo miró sin leer, hasta que llegó a la última página que había sido usada.

¿Un poema? ¿Eso era?

Leyó con calma aquel texto, quedándose fascinado ante la capacidad de redacción de su novio, amando esas líneas.

—Hey, Mikasa —llamó a la que miraba las loncheras frente a ella, la cual se acercó, arrastrándose—. Lee esto.

La puerta se escuchó, empezándose a oír jadeos cercanos. Eren se asomó, notando que el rubio llegaba, tratando de recuperar el aire.

—¿Viniste corriendo? —le preguntó divertido.

—Desde la sala del club de arquería —respondió asintiendo y apuntó al patio, frente al edificio donde se encontraban.

Puso sus pies en el espacio que había entre las piernas del castaño y se dejó caer, recargándose en el pecho del otro. Eren pasó sus manos por debajo de los brazos del rubio y lo abrazó, poniendo su quijada en uno de los hombros del ojiazul, dando besos en su mejilla y oído.

Armin tomó un cartoncillo de jugo a su lado, colocando y llevando la pequeña pajilla a sus labios, dando un sorbo, aún con su pecho bajando y subiendo más rápido de lo normal.

—Ah, mi libreta —dijo, al ver que la pelinegra leía algo en ella.

Mikasa levantó la cabeza, regresándole su pertenencia, levantando su dedo pulgar, en señal de que le gustó el escrito—: Fue precioso.

—No sabíamos que eras tan bueno escribiendo, Armin —murmuró Eren en su oído, causando cosquillas en el cuello del rubio.

—No lo soy. Me gusta escribir lo que siento solamente —se excusó, tocando con suavidad las manos que lo sujetaban.

Eren sonrió, soltándolo un momento, para terminar pasando las piernas del chico, a su lado, obligándolo a sentarse de costado para poder ver su rostro. Con una mano posándose en la mejilla más alejada, colocó sus labios en los de Arlert. 

Fue un beso algo largo, pero bastante inocente como para creer que era Eren. Tal vez se contenía ante los niños presentes. Armin recordó a Mikasa, alejándose de su pareja y mirando a su amiga, con sus mejillas rojas.

Ella los miraba sin expresión alguna, mientras comía del almuerzo del de ojos verdes—: Ah, no se preocupen por mí. Pueden seguir con lo suyo —habló, abanicando su mano hacia afuera, como si los estuviera echando de ahí.

—M-Mikasa —se quejó con vergüenza acumulada.

Jaeger empujó hacia atrás al chico, acostándolo en el suelo y empezando a dar besos por todo el rostro enrojecido. Armin gritaba que se detuviera, molestándose por la tonta broma de su novio y lo húmedo que dejaba su cara, mientras Eren reía.