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Eren había vuelto a la escuela. Sus amigos estaban con él y lo trataban igual que antes de todo aquello, tratando de ser precavidos.

Iban de camino a la cafetería tonteando y demás, mientras el chico los miraba, queriendo sonreír por verlos tan felices y darse cuenta de lo mucho que los había extrañado.

El castaño se sentó en una de las mesas, esperando a que sus amigos compraran su almuerzo. Él no estaba seguro si comer.

—Eren, ¿cómo estás? —Escuchó a sus espaldas, para después ver como alguien se sentaba a su lado, seguido de otra persona.

El mencionado observó al par y resopló.

—Pensé que habían acordado evitar esa pregunta —murmuró, mirando como sus amigos se empujaban en la fila del almuerzo, jugueteando.

Reiner abrió sus ojos, ante la sorpresa. No sabía si era debido a que Eren sabía de ese trato entre ellos o porque lo había arruinado por completo al preguntarle, jodiendo todo.

Miró a la persona a su otro lado y Bertolt lo miró preocupado, sin saber qué decir.

—Bueno, sólo quería venir a disculparme por lo de la visita a tu casa. —Rascó su cuello, algo nervioso, mirando la mesa.

Eren mantenía su mano en su rostro, acunando su mejilla, mientras su codo estaba recargado en la mesa. Miró al rubio de reojo, mas no dijo nada y regresó su mirada a los muchachos que se acercaban.

—Yo... perdí la calma, lo lamento.

—Está bien, Reiner. Lo compensa el que hayan cerrado mi casa como se debe —contestó, estirándose.

—Aquí —habló Sasha, poniendo una bandeja frente al castaño—, para ti.

Eren miró la comida y torció su boca. Ahora estaba seguro de que no quería comer nada.

—Vamos, Eren—comentó Connie, sentándose —. Sasha es quien te lo da.

Eso no lo convencía mucho.

—Sabemos que Sasha no le compra comida a nadie —aportó Marco, llevando un palillo de apio a su boca.

Seguía sin convencerle.

—Come de una jodida vez, Jaeger —escupió Ymir, mordiendo la pajilla de su jugo de naranja.

Ahora tenía menos ganas de hacerlo.

—Come o paga. Es la ley —habló Jean, dándole una mordida a su emparedado, mientras Connie y Sasha asentían con su cabeza.

De vez en cuando, entre ellos se compraban el almuerzo sin preguntar. Si no lo querías o no te gustaba, tendrías que elegir si comerlo o pagar lo que se gastó por él. Siempre escogían comerlo a pesar de todo. Era un juego ridículo que no recordaban cuando, ni quien lo empezó.

La cara de asco de Eren regresó a él. Aún así tomó una cucharada de esa ensalada bañada en mayonesa, siendo aclamado por todos.

Claro, no duró mucho pues llevó una de sus manos a su boca, corriendo fuera de la cafetería.

Iba a vomitar.

—Decidió pagar —murmuró incrédulo Connie, mirando las puertas del lugar.

—Decidió pagar —confirmó la de coleta, de igual forma que su pareja.

—Ah, ah —negó la de pecas, sin sacar la pajilla de su boca—. Se llevó el jugo —apuntó la charola.

—¡Maldición! —reclamó Sasha, atrayendo la ensalada a ella, para comenzar a comerlo ella misma.

Eren escupió el bocado a medio masticar en algún basurero del corredor, tragando el caliente y agrio líquido que sintió en su garganta por unos segundos.

Dejando eso de lado y las miradas desconcertantes que recibió de parte de algunos estudiantes en el corredor, siguió caminando, alejándose. No regresaría a comer lo que restaba del almuerzo. Esperaría a que Sasha terminara con él. La chica era alguien que no desechaba comida no más porque sí.

Caminó por unos minutos, insertando el popote dentro del cartón de jugo, dando un pequeño sorbo al momento de abrir la puerta de la azotea. Entró, sintiendo el suave aire y mirando hacia el cielo azul de mañana.

Siguió rumbo al lugar donde solía comer antes, encontrando a alguien, abrazando sus piernas, con su rostro escondido.

Se sentó a su lado, bajo la sombra que brindaba el techo.

Golpeó con suavidad la cabeza de la chica con el cartoncillo de jugo. Ella levantó su mirada, limpiando sus lágrimas, sin mucha prisa, quitándose uno de sus auriculares. Eren extendió la bebida y ella la tomó, sorbiendo su nariz en el momento en que puso su boca en la pajilla.

—Hace tiempo que no te veía por aquí —murmuró Mikasa, mirando el cielo a lo lejos.

Eren imitaba a la chica, perdiéndose en la profundidad del azul arriba.

—Mis pies se movieron solos y cuando me di cuenta ya había atravesado esa puerta —respondió, acostándose en el suelo para apreciar mejor las nubes que surcaban las alturas.

Mikasa lo miró, dejando la bebida en el suelo y acostándose a su lado.

La música en los auriculares de la chica llegaban a los oídos de Eren y él no se percató que sus ojos ya destilaban ese líquido hasta que humedeció sus oídos, a causa de su postura.

—¿Sigues escuchando la canción? —murmuró, con su voz por quebrarse, al recordar todas esas veces que escuchó la voz cantarle en la lejanía.

La chica asintió, empezando a sollozar.

—S-son sus palabras, Eren .... —hipó—. ¿Cómo podría no hacerlo? —dijo en un susurro, sentándose y llevando sus manos a su rostro.

—Sus palabras daban sentido a nuestra melodía, ¿no es así? —murmuró el chico, imitando a su amiga, sentándose.

Eren abrazó a la chica y ella se aferró a él, sacando todo lo que no había podido, siendo acompañado por el muchacho, quienes lloraban, sin importar nada más.

Tal vez, lo que necesitaban no era un tiempo a solas.

Red Swan || EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora