Capítulo 2

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Noya me miró, no dijo nada pero fue como si el tiempo se detuviera.

-¿Por qué me dices eso? No me conoces -me dijo, entre suspiros.

-Porque deberías saber que no lo has hecho mal -le dije, tocándole el hombro, con delicadeza.

-Pero no ha sido suficiente -Noya se cubrió el rostro con las manos.

No sabía qué hacer, estaba abatido. Me acerqué un poco más y le abracé. Era muy pequeñito pero no me molestó, yo también era bajita. Más o menos de la misma altura.

Entonces él giró su rostro y me miró, nos quedamos así unos segundos que parecieron ser años. De repente, un chico bajito salió del baño. Era el número 10 del karasuno, lloraba a mares y se secaba las lágrimas con su equipación. Fue entonces cuando el pelirrojo alzó la cabeza y nos descubrió abrazados.

El número 10 dio un salto enorme hacia atrás y empezó a señalarnos patidifuso. Se fue corriendo al vestuario entre gritos. Rápidamente Noya y yo salimos del hechizo de nuestras miradas y me despedí de él.

-Me parece que tengo que irme -le dije, toda colorada.

-Espera -Noya me cogió de la mano. -¿Cómo te llamas?

- Eiko, ese es mi nombre -dije.

-Yo soy Nishinoya Yuu, encantado. Ahora corre, que los de tu equipo se van sin ti -dijo señalando a la puerta del vestuario de mi novio.

-Está bien -dije mientras me giraba.

No pude evitar oír los gritos de los compañeros de Noya cuando salieron del vestuario. Había uno en particular, con el pelo rapado que no paraba de interrogarle. Lo único que pude distinguir entre sus numerosos alaridos fue.

-¿Entonces ya no te gusta Shimizu? ¿Puedo salir yo con ella de una vez? -gritaba el chico del pelo rapado.

Nunca más volvimos a hablar hasta aquel día, en aquel entrenamiento.

Tooru estaba enfadado, mirando al suelo.

-¿Estás bien? -le pregunté, tomándole de la mano.

Él me apartó, bruscamente, como si fuera un estorbo. Estaba claro que si Tooru tenía que elegir entre el voleyball o yo, elegiría ese maldito deporte.

-No me trates así -le dije yo.

-Ahora no estoy para hablar, Eiko -me respondió.

-Muy bien, pues vete a entrenar. Seguro que Iwa-chan te está esperando.

Él ni me miró, me dio la espalda y entró en la cancha.

Yo me quedé sola, en la oscuridad del pasillo. Las lágrimas brotaron de mis ojos involuntariamente, me senté en un banco. No quería montar ninguna escena allí, así que me fui a la parte más oscura pero no podía evitar llorar de rabia. Esto no podía seguir así, pero estaba demasiado triste como para levantarme.

Entonces fue cuando oí una puerta abrirse, la del baño de hombres. Nishinoya salía de allí, yo me intenté cubrir la cara con las manos pero él enseguida se percató de mi presencia.

Llegó hasta el banco y se sentó a mi lado.

-Si es por mi culpa -dijo refiriéndose a mi llanto. -Lo siento mucho, supongo que fui muy duro con Oikawa.

-No es tu culpa, Tooru a veces puede ser imbécil -le respondí, con voz apagada.

-¿Eres su novia? Si es así, no entiendo como te puede tratar así. Además eres guapísima -me preguntó; diciendo esto último con timidez.

Yo le miré y no pude reprimir una sonrisa. Ese chico era muy mono, tan mono...oh no,

-¿Era posible que aquel chico me gustase? Pero si casi no lo conocía -pensé.

-Gracias. Necesitaba que alguien me dijera algo así -le miré con ternura.

-No hay de que. Te debía una, Eiko -Noya me abrazó, fue como aquella vez el año pasado.

Nos abrazamos durante mucho tiempo y nada parecía interrumpirnos. Eso era, nada nos interrumpía, éramos él y yo solos en el mundo. Luego nos separamos y nuestra mirada se hizo cada vez más intensa. Esta vez, no iba a haber ningún chico de pelo color mandarina que nos parara.

Yo me acerqué un poco más, intentando olvidar a Tooru. Él hizo lo mismo que yo y cuando me di cuenta sus labios estaban sobre los míos

Oikawa... ¡No es lo que parece!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora