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Capítulo 9

Medusa bajó apresurada, tratando de lucir lo menos alterada posible

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Medusa bajó apresurada, tratando de lucir lo menos alterada posible. Agitada, y con el corazón casi en la boca, miró a Artemisa fingiendo desagrado.

—¿Por qué tanto escandalo? Estaba leyendo un libro, y me asustaste.

—¿Leyendo un libro con la blusa abierta? —Cuestionó Artemisa con malicia.

—Es... —Medusa guardó silencio, buscando inventar algo—. Es que tenía calor...

—¿En la mañana?

—¿Que esto es una especie de interrogatorio? —Escupió, tajando la conversación.

Artemisa alzó ambas manos, riendo cortamente como única defensa.

—Tranquila, agresiva. Solo quería avisarte que papá quiere saber quien es el chico que durmió aquí anoche.

El rostro de Medusa se desencajó al instante... Su padre... ¡Lo había olvidado por completo!

—Él es Eros, es el hermano de mi guardaespaldas... Yo... Me lo conseguí anoche en la biblioteca, y lo invité a venir... Como era tan tarde no quise que se fuera.

Artemisa alzó la barbilla, volviendo sus labios una corta línea. Aún incrédula.

—Bien, pequeña pinocho, recuerda que debes ir con Gea de compras. Se lo prometiste, y no puedes hacerte la distraída aún. —Comunicó en un tono bajo. Ya menos cuestionante.

Medusa asintió distraída, escabulléndose de ahí de la forma más disimulada posible. Debía aclarar con su padre la nueva estadía de Eros en la mansión... Aunque sinceramente eso no le preocupaba.

Su padre nunca le había podido negar nada.

El reloj marcaba la hora de salida, y el escandaloso sonido del timbre que se extendía en los pasillos la confirmaba

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El reloj marcaba la hora de salida, y el escandaloso sonido del timbre que se extendía en los pasillos la confirmaba.

Medusa colgó su bolso en su hombro, lanzando su cabeza hacia atrás por un instante, dejando escapar un suspiro. Las clases habían sido matadoras, sin contar también que la charla con su padre se había extendido más de lo que esperaba. Pero lo había logrado; lo había convencido de dejar a Eros quedarse... Aunque obviamente no sin hacer nada.

Él mismo lo había dicho; Si estaba dentro de su casa debía hacer algo.

Y en parte era gracioso pensar que con tan corta edad ahora Eros sería su "profesor de Literatura" gracias a sus increíbles conocimientos en el tema. Pero bueno, lo importante ahora era que él estaba dentro, y sería más fácil ayudarle.

Ahora lo que más deseaba era llegar a su casa, darse una deliciosa ducha y lanzarse a la cama lo que sobrara del día.

La rizada tronó su cuello, abandonando el salón de clases casi vacío, llegando luego de unos pasillos al estacionamiento, donde recostado a un enorme auto negro él la esperaba.

—Señorita Yasikow. —La burla fue palpable en su voz.

—Jeremy Lendcovba... —La femenina paseó sus ojos oscuros por el cuerpo contrario, barriéndolo con la mirada —. Vaya, luces más guapo que esta mañana.

Yeol abrió la puerta del auto, dejándola entrar. Después de todo su trabajo era ser su niñero literalmente.

—Sí, definitivamente... Aunque admito que también te veías sexy con la camisa rota.

Yeol sonrió divertido, una vez fue él quien estuvo dentro del auto. Ella había dado justo en el clavo para recordarle su encuentro de hace unas horas... ¿Debía emocionarse por ello?

Definitivamente no.

A fin de cuentas, ¿Qué eran ellos? ¿amigos? ¿amantes? ¿había algún tipo de relación?

—Para tu información, Medusa. No tuviera esa camisa rota si no fueras una pequeña salvaje.

—¿En serio? Porque tú no parecías muy molesto cuando salté sobre tí... La forma en la que me apretabas decía mucho... Incluso tienes marcas en el cuello que corroboran mi palabra.

Yeol dejó escapar una risa abochornada, mientras avanzaba el auto entre el espacio que se le era cedido dentro del estacionamiento.

—No cabe duda, sigues siendo la misma Medusa que saltó sobre mi hace unas noches. —Aseguró, volviendo su vista hacia el frente.

—¿Quien dijo que cambiaría, bebé? —Debatió la menor, guiñándole un ojo a su contrario—. Deberías agradecerme... O sentirte halagado de que una Yasikow te haya visto como Dios te trajo al mundo.

—Honestamente yo no me imagino a Artemisa o Gea en tu lugar... Estás tú, y ya... Sigue jugando a ser una niña buena ante los ojos de tu padre, Med.

Medusa no cambió su expresión, no dejó de sonreír en ningún momento.

Aunque él no quisiera verlo, había caído en su juego.

—Vamos a casa ya, ¿sí? Estoy cansada.

Y ahí la conversación finalizó... El camino siguió hasta llegar a la mansión, donde ella sin despedirse bajó, desapareciendo una vez más detrás de la puerta de su habitación.

Estúpido Guardaespaldas (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora