Habitación 208

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Eve está muy nerviosa cuando sale del ascensor. Le duele la cabeza, aun se siente mareada, y su herida palpita como una condenada. Ella no sabe por qué está aquí y mientras camina por el pasillo, buscando el número de la habitación, piensa en ello. Se dice que está aquí para decirle a Villanelle que era muy feliz antes de que ella apareciese, que consiguió mantener al monstruo a raya durante dos años y que es irracional que dos años después interrumpa de nuevo en su vida. Fue una promesa silenciosa la de aquella noche en el puente, pero Villanelle tuvo el coraje o la cobardía de dejarla ir. Eve siempre había creído que lo hizo porque la quería. Ella también sintió que la quería aquella noche, pero ese sentimiento se fue disipando después de un año de perseguirla por toda Europa, sin éxito.

Sin embargo, ahora lo sentía todo cercano, tomándola por sorpresa, como si esos dos años jamás hubiesen existido. Villanelle seguía siendo la misma joven infantil, arrogante y presuntuosa, que jugaba a ese estúpido juego de nuevo, intentando llevar su obsesión a un terreno peligroso y pantanoso, en el que Eve se encontraba ahora inevitablemente sumergida, para su pesar.

El numero 208 brilla con letras dorada ante ella. Eve se pone aun más nerviosa, su corazón palpita como si hubiese vuelto a la vida de repente. Se da la vuelta, arrepentida e insegura de repente. Respira profundamente una vez, dos... ¡A la mierda! Eve se vuelve y llama quedamente.

"¡Martha, no voy a acostarme contigo y no te voy a abrir la puerta, asúmelo!" La voz indiscutible de Villanelle retumba no muy lejos de la puerta.

Eve duda pero se repite decidida que necesita hablar con ella cara a cara y decirle todas estas cosas. Era lo que iba a hacer. Sin duda... le diría que desapareciese con alguna otra morena inocente de rizos, aunque jamás podrían reemplazarla a ella... No... eso no lo diría, definitivamente no.

"No soy Martha". Dice Eve alzando un poco la voz, lo suficiente como para que Villanelle se diese cuenta de que no era Martha.

La puerta se abre con un demasiada velocidad y la boca de Eve, segundos después. Villanelle está parada frente a ella, en ropa interior de seda verde, un brazo en su cadera y su habitual sonrisa arrogante.

¡Mierda! Tenia tanto qué decir y ahora las palabras se agolpan en su garganta y no salen. Solo puede parpadear repetidamente, hasta que vuelve en si y gira su cabeza sonrojada e incomoda.

"¿Puedes ponerte algo encima?" Eve la señala con aspavientos. Villanelle le sonríe halagada y divertida.

"Estoy en mi habitación de hotel, ¿no veo por qué?" Dice seductoramente, fingiendo un parpadeo inocente.

"¿Tal vez porque tienes una invitada?" Eve hace una mueca de indignación.

"Depende de para qué haya venido mi invitada" Continúa Villanelle en el mismo tono.

"Para hablar y si no te pones algo pronto, no habrá ninguna conversación y me iré" Amenaza con hastío.

"Vale, valeeee." Villanelle arrastra las letras como cuando usa el acento de Billie. Se vuelve y se aleja y Eve mira indiscretamente. Sabe que no debería, pero la visión es hipnótica y persiste con su mirada. El vaivén de sus caderas blancas y suaves, su culo juvenil, saltando a cada paso y su espalda ancha y lisa. Todos parecen los ingredientes de un hechizo que mantienen a Eve impotente, porque no puede controlar que el calor la inunde después de la admiración y arrase viajando por sus extremidades y estallando en su centro. Suelta aire cuando tiene una visión de sí misma, empujándola contra la cama y montando su culo a horcajadas, mientras aprieta su cabeza y su hermoso cabello contra la almohada. Sin duda sería una forma hilarante de matarla. ¡Mierda, niña mala! Eve se recrimina mentalmente. Cuando vuelve en si, Villanelle regresa con una bata de seda que le cubre hasta un poco más arriba de las rodillas.

Solo tu me ves de verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora