4 El baño de la prostituta

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Una vez acomodada la bolsa de provisiones sobre la mesa. Decidió que trás un larga jornada laboral, sería prudente tomar un baño.

Frente al espejo vió lo que alguna vez quiso no ser. Dejando de lado ese pensamiento otra vez, su mano gira el engranaje para dar vida a la vida de la fuente. Mientras su otra mano palpa la temperatura del agua, dandole pequeñas palmaditas de esas que no salpican.

Parece que esta vez será tibia.

Cuando bajó las luces, nunca imaginó que el fuego se oxigenara tan rápido dentro.
Primero sus pies en forma de ángulo obtuso para deslizar muy lentamente, su totalidad en la bañera. Sus uñas color rubí semi-despintadas desaparecieron en el momento.

El jabón o lo que quedaba de él, emprende largo viaje por todo su cuerpo. Comenzando por su pierna izquierda, de abajo hacia arriba y viceversa. Casi desfilando, ellas danzan en el aire haciendo que su espalda descanse sobre la base del material que fuera que estuviera hecha.

Mientras su cabello flota sin gravedad, la espuma comienza a nacer en los ríos de lo que será el placer.

Un burbujeante escenario da inicio al ritual.

Vió su mano derecha comenzar a bajar por el centro de su pecho, lavando y esquivando un ejército de besos sin sabor tatuados en su piel.

Su dedo índice frena para revolotear en circulos alrededor de su ombligo como si se preguntara algo a si misma con timidez.
Los cinco y su palma se tiran por el tobogán de su abdomen para llegar al embudo partido, cuando los primeros sonidos aparecen.

Un primer gémido corto se hace oír.

Luego otro, mudo. De adentro, hacia dentro.

La yema de su dedo anular parece haber estudiado el comportamiento de su hermano. Subiendo y bajando en diminutos circulos por sus labios secundariamente principales.
El agua deja atrás su pasado, mientras tiene dulces sueños con la lava, cuando comenzó a subir la temperatura sin haber modificado el orden de las perillas.
Ya no era tibia, casi que comenzaba a quemar.

Dos se ganan la entrada sin permiso. Entran. Se quedan ahí. No salen.
Cuando su otra mano, intenta averiguar que es lo que está sucediendo.
Una fuerte pinza abraza parte de su muslo, mientras sus rodillas intentar aplaudir como si todavía no hubiera empezado la obra.

Esos dos, vuelven: a entrar otra vez, pero ahora con permiso. Y se notó ese permiso cuando se sintieron más largos solo por viajar con un poco más de lentitud.

Rebotando hacia adelante por las paredes de la infinidad.
Algo hace tope poniendo como límite, el peaje. Solo puede hacerse una cosa, pisar el
acelerador.

Como si de un combustible infinito se tratara, la velocidad aumentó. El vaiven de las pequeñas olas que la rodean, comienzan a romper contra su cara que recien ahora da por finalizado el enjuague de su maquillaje no tan caro como parecía. Aún la mejor embarcación dudaría de su misión marítima.

Un instante más tarde, recoge su cabello. Posa sus manos sobre su nuca y se jala primero una, luego dos veces fuertemente hacia atrás dejando solo su boca y nariz visibles a disposición del oxígeno que hubiera disponible.

Sus pies hacen fuerza uno encima de sí tensionandose contra el final de la bañadera.

Un grito que no pudo ocultarse acopló en los transpirados azulejos, picando por toda la habitación.
Un segundo coro aparece para ayudar al primero, dando origen a la más bella de las sinfonías.

El tiempo cuestiona su apuro, al ser manipulado por el deseo de una Mujer.
No puedo tener más detalles sobre la tangibilidad del mismo, todo depende de ella.

Un último espasmo hace emerger su cuerpo como una isla hacia la superficie por unos segundos, al mismo tiempo que una fría sonrisa deja la incógnita, moviendo solo la esquina de su boca al cerrar las ventanas de sus ojos.

Exhausta, notó que la debilidad es ahora quien domina su terreno.
Ella busca su imitación de crema de enjuague para depositar lo último en su cuero cabelludo cuando recuerda que debe equilibrar el agua, nuevamente.

R.D.S Relatos del Subconsciente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora