"EL PACTO"

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En sueños la suave melodía redundaba en su cabeza, nuevamente la llevaba a través de los pasillos, la hacía descender hasta aquel sótano y la posicionaba frente al mágico tocadiscos.
Cerró con fuerza sus ojos mientras mentalmente hizo el pacto con el majestuoso rey de las tinieblas. Su alma a cambio de devolver la vida a sus padres y le permitiera abrazarlos nuevamente.

Un fino viento rozó apacible las hebras de su rojizo cabello, lo sintió como caricia, esperanzada abrió los ojos esperando ver a sus padres, se sintió extrañada de que el pacto fuera tan pacífico; sin dramas espantosos.

—Tal vez pasará cuando por mi venga —concluyó aliviada.

Miró una blanquecina sombra con forma humanoide frente al tocadiscos, se puso en pie acercándose, sobresaltada vió como las sombra posó lo que debería ser una mano sobre aquel artefacto del mal y la música volvió a sonar.

—¡AAAAH! —gritó con hartazgo— ¿Por qué siempre la misma pieza?

La sombra se movía como si la llevara el viento, parecía una nube de humo. Magalí aun envuelta en las coplas le siguió hasta un estante del que cayó un sobrecito acartonado, lo tomó, se sentó sobre el húmedo piso recargandose en el mueble y se hundió en sus sueños.

Al despertar los rayos del sol picaban sus ojos y en verdad estaba en el sótano sosteniendo aquel cartoncillo.

—Entonces no soñé —dijo en voz alta.

En el sobre un recuadro verde manzana con letra roja y cursiva, decía: "El oboe de Gabriel", apresurada fue al tocadiscos confirmando su sospecha, el vinilo tenía el mismo nombre. Una idea le vino, se retiró a asearse para llegar a clase. Tal vez aún estaba en hora.


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—¿Qué Gabriel? —preguntó de vuelta Sor Genoveva.

—El niño que hace sonar el tocadiscos.

—Ve a almorzar —respondió con voz trémula.

En el comedor Ernesto, Cervantino, la gigantesca Gelga y Agustín le preguntaban por lo dicho al terminar la clase, ella les contó lo ocurrido por la noche,  sorprendidos y curiosos pedían ver el cartoncillo.

—Magnífica deducción —decía el pequeño hombrecillo.

—¿Qué harás? —preguntó la rubia.

—Pues dormir, dejar en paz a... Gabriel —Indicó Ernesto.

—Investigar que quiere, si Cervantino tiene razón sobre cruzar... tal vez pide auxilio. Lo ayudaré.

—Ayudaremos—, replicaron todos menos Cervantino quién se retiró sin terminar su plato.

La madrugada del viernes llovía de forma torrencial, los relámpagos se escuchaban fuertes. Alrededor de una tenue luz de linterna estaban todos en el sótano esperando se manifestará el nuevo amigo para socorrerlo; a las 03:33AM la aguja del tocadiscos se movió y unas nuevas coplas comenzaron a sonar, del estante un sobre cayó, Ernesto lo recogió, pero nada decía, así que comenzaron a prestar mucha atención a la música que era una melodía cambiante, evocaba el sonido del agua y el viento.

Pasaron días tratado de averiguar que quería decir aquello, mientras tanto no dejó de escucharse por todo el lugar el llamado de Gabriel.

Una mañana de un rutinario martes 13 de septiembre después de cuatro semanas de a aquella reunión en el sótano, Sor Renata tocaba una larga pieza, luego de varios minutos comenzó a sonar como la que llevaban escuchando durante ese tiempo, se sorprendieron al oír que llevaba por nombre "Las cuatro estaciones".

A toda prisa bajaron al sótano revisaron el estante y notaron que el sobre de cartón sin nombre, era el cuarto en la fila de derecha a izquierda, entendieron que pertenecía a la cuarta estación del año: el invierno.

—Y... ¿si murió en invierno? —Exclamó Agustín

—O... lo asesinaron —musitó Magali.

—Mejor será no meternos en problemas —decía preocupada Gelga.

—Si te pasara a ti ¿Querrías que te dejen así? —preguntó Magali

—Tienes razón ¡AGAMOSLO!

—Shs —chiteó Ernesto.

Una nueva melodía se escuchó aquella noche y las dos siguientes, está la conocían: "Pedro y El lobo".

El llamado de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora