. Cap 3.

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El timbre que daba inicio a la hora del recreo, uno de los sonidos más queridos por los estudiantes. Las aulas se vaciaron rápidamente, yendo todos los alumnos del colegio al enorme patio central. Había varios niños jugando al fútbol en el pequeño campo de hierba que tenían para las clases de educación física, otros jugaban al escondite o cualquier otro juego. Y luego estaba ese pequeño albino comiendo tranquilamente en las escaleras de la entrada, intentando pasar desapercibido.

-Hey G+#&(%*£√, ¿estás ocupado?- el albino levantó la mirada para ver a uno de sus compañeros de clase, Adan le miró con una sonrisa, y eso sólo significaba una cosa.

-No.- contestó mordiendo su bocadillo, llevando su mano derecha al bolsillo de su chaqueta amarilla.

-Bien, es que... me han robado la manzana que traje para comer, y me preguntaba si me podías prestar...

Antes de que el chico terminara, el menor sacó unas cuantas monedas del bolsillo, dándoselas al contrario. Adan sonrió alegre, soltando un 'gracias' para seguidamente salir corriendo. El albino suspiró, ya estaba acostumbrado a que la gente solo le hablara para pedirle dinero.

No era ningún millonario, pero su familia era algo más adinerada a la media, teniendo siempre dinero de sobra. Por suerte, desde pequeño le habían enseñado el valor que este tenía, y cómo no debía desaprovecharlo en tonterías o caprichos del momento. No utilizaba mucha ropa de marca, como mucho los zapatos y chaquetas para que le duraran bastante, al igual que el material escolar o algún videojuego que tenía mucha ilusión de jugar. Los niños de su clase lo sabían, por eso aprovechaban al albino como un banco local.

Actualmente estaba en la clase de los niños de diez años a pesar de tener ocho, eso debido a que le adelantaron dos cursos este año al ver el enorme potencial que tenía. Era el pequeño de la clase, y además alguien bastante reservado y hasta tímido, era perfecto para aprovecharse de él.

Nació albino, algo que no era muy usual en su ciudad, por lo que siempre estuvo con alguien hablando a sus espaldas sobre su aspecto. Su madre le decía que debía sentirse orgulloso, el tener pelo blanco lo hacía único. Por desgracia el resto de niños no pensaban igual.

-Hey G&+#*€- el pequeño volteó hacia atrás al escuchar su apodo, sonriendo a saber de quién se trataba. Solo había una persona en todo el colegio que lo llamaba así-. Perdón por tardar, no encontraba mi merienda.

-No pasa nada S£~=%€- el albino sonrió al ver al ojimorado sentarse a su lado, un compañero de su clase que lo trataba como un amigo. En todos los meses que le conocía solo le pidió dinero dos veces, una cuando se olvidó de traer el suyo para comprarse un bollo relleno de crema y otra cuando un perro le mordió la mano y se tragó sus monedas, y siempre se lo devolvía, a diferencia del resto-. Tampoco tardaste tanto.

El mayor soltó una risa, empezando a comer también. Se quedaron sentados merendando, hablando del programa de la tele que vieron ayer, cuando apareció el personaje favorito del mayor para luchar junto con el protagonista contra el malo, una especie de Alien verde.

-Me voy a dejar el pelo largo para peinarlo como él.- habló sonriente el mayor de 10 años, bebiendo su cajita de zumo.

-Pero lo tiene hacia arriba.- el albino rió al imaginarlo así, bebiendo su cajita de leche con chocolate.

-Por eso existe la gomina- soltaron una carcajada, levantándose de las escaleras-. Por cierto, ven, quiero darte una cosa.

Karmaland // 7 sinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora