.Cap 9.

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-¡Mira mi niña, han arreglado los columpios!

-¡Hey, espérame mi niña!

Ya hacía varias semanas desde que el castaño de gafas y el pelinaranja llegaron a esa enorme casa de acogida, conviviendo con el resto de niños y cuidadores del lugar. Habían llegado ambos a la vez, agradeciendo por que la asistente social consideró los casos de ambos niños como "aún por observar". 

Ambos se acabaron convirtiendo en buenos amigos desde el día en que se conocieron, siendo prácticamente uña y carne. El de gafas le gustaba contarle al mayor las aventuras que vivió junto con su mejor amigo en su ciudad, haciendo gestos exagerados con las manos.

El mayor, por su parte, le encantaba jugar en el patio de la casa, arrastrando al castaño por todos los sitios al tener siempre su mano agarrando la ajena.

Rápidamente ese par fue bastante... llamativo para el resto de niños. Varios niños se reunieron para jugar a los retos, y una de las niñas les puso como reto que se llamasen 'mi niña' durante una semana. Los dos primeros días fue extraño y hasta incómodo, pensando que estaban molestando al contrario, pero se acabaron acostumbrando al apodo, es más, aún después de pasar el tiempo dicho, se siguieron llamando así.

Miguel era bastante tímido, agarrando la mano del mayor como forma de pedir ayuda y buscar apoyo a la vez. A pesar de que casi todos los niños y niñas le trataban bien no podía evitar sentirse nervioso al hablar, balbuceando varias veces sin querer. El de pelo largo, por otro lado, le encantaba hablar, expresarse con euforia y sin vergüenza alguna sin nunca soltar la mano ajena.

Ambos hacían un dúo bastante peculiar.

El de gafas sabía que no duraría mucho allí, que su caso pasaría rápidamente a ser 'de emergencia' y llevarlo a un orfanato, si tenía suerte. Le hablaron de edificios especiales donde llevaban a los niños peligrosos, los que hicieron cosas graves y necesitaban ser educados de nuevo. No quería ir a esos sitios, no quería irse de allí. Ya había perdido a su mejor amigo y, básicamente, única familia, no podía perder ahora a M#=%$€, el niño que tanto le ayudaba y hasta cuidaba.

-¿Por qué estás triste, mi niña?- el de coleta se sentó en el columpio vacío mientras hacia un puchero de tristeza al ver al contrario triste, balanceando levemente el juguete mientras le observaba.

-Estaba... recordando cosas- el castaño alzó los hombros, mirando al suelo con expresión apenada. Daba leves patadas al suelo, apenas pequeños golpecitos con el talón para mantenerse distraído-. No te preocupes.

-Claro que lo hago, no estás bien- el mayor entrecerró los ojos enfadado, mirando a su alrededor-. ¿Quién fue? ¿El niño de la cresta? Le arrancaré los pelos uno a uno.

-No mi niña, nadie me hizo nada- el menor levantó rápidamente la mirada para tranquilizarle, alzando las manos en señal de tranquilidad. El mayor simplemente suspiró, empezando a columpiarse-. Más bien... son cosas que me hice a mí mismo.

-Es por tu amigo, ¿verdad?- el castaño se tensó durante un momento, terminando por asentir cabizbajo- No te preocupes hombre, dijeron que dentro de poco nos iríamos de aquí.

-Pero, ¿y si me llevan a ese sitio para niños malos? Está a varias ciudades de aquí, a lo mejor no saldré hasta que sea adulto, y eso son...- empezó a hacer cuentas con sus dedos, frunciendo el ceño- 9 años más. ¿Y si me olvida, o me olvido yo?

Karmaland // 7 sinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora