The letters [MikaYuu] |Short-Fic| (Terminado)

• Nota para Ferid •

Después de que Guren hallase el cuerpo sin vida de Yuuichirou, llamó una ambulancia para que lo llevasen al hospital y ver si podían reanimarlo, pero ya era muy tarde, las píldoras ya habían cumplido su cometido.

Solo pudo llorar su cadáver mientras le comunicaban la causa de muerte. Estaba destrozado, no podía pensar o hacer nada, así que tuvo que pedirle ayuda a su pareja —y cuñado—, Shinya, el cual, además de brindarle apoyo, también arregló todos los trámites pertinentes tanto para el funeral como para entierro. Agradecía no tener que preocuparse por aquellos detalles cuando sentía que no era capaz de seguir.

No quería separarse de su hijo para nada, odió con su ser haberle ignorado por querer escapar de su esposa, de la que no se había divorciado por él, solo para "mantenerlo en una familia", como decía su suegro, mas se había equivocado terriblemente. Se sentía el peor padre existente.

Solo se despegó de él cuando tuvo que volver a su casa para ponerse ropa adecuada antes del funeral. Tomó un taxi porque su pareja insistió en que no estaba en condiciones para conducir. Pagó, se bajó y entró como pudo en la casa, pues casi no podía abrir la puerta porque sus manos temblaban terriblemente.

La mujer que se hacía llamar su "esposa" apareció en frente suyo.

—¿Dónde está el mocoso? No preparó el desayuno ni el almuerzo —espetó enojada. Guren la ignoró y avanzó hacia las escaleras—. ¡Te estoy hablando, no me ignores! —gruñó; pero no hubo reacción—. ¡Tú, poco hombre, eres una escoria igual que tu maldito hijo! ¡solo sabes callarte y...!

—¡Yuu se suicidó! —exclamó girándose a verla e interrumpiéndola. Ella se quedó pasmada en su lugar por unos instantes. Su expresión fue de desconcierto.

—Ja, al menos él no tiene que soportar esta mierda nunca más —dijo, su voz sonaba titubeante—. J-Jamás había estado tan feliz...

Ignorando los crecientes sollozos de su esposa, el azabache subió a su habitación, se desvistió y tomó una larga ducha, en la que se permitió llorar desconsoladamente en el suelo. No podía evitar preguntarse por qué había sido tan ciego. ¿Cómo pudo permitir que su único hijo sufriera tanto al punto de acabar su vida? ¿cuándo se distanciaron tanto como para no saber qué sentía?

Deseó tener una oportunidad de pedirle perdón, sin embargo, él ya no estaba.