63. Final

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Izuku paseaba con tranquilidad por los terrenos de la escuela, disfrutando del cosquilleo del sol en su piel y de la suave brisa que despeinaba sus cabellos, después de tanto tiempo encerrado apreciaba aquellas sensaciones más de lo que podía expresar con palabras. El tiempo era cálido a pesar de que aún era temprano, claro signo de que el verano estaba llegando, tenía la sensación de que aquel año se había perdido la primavera.

Durante las siguientes semanas al fatídico mes que Izuku pasó encerrado, el tiempo había pasado a una velocidad de vértigo, casi como si intentara recuperar el tiempo perdido. Habían pasado muchas cosas en las últimas semanas, tantas que la mayoría de ellas eran un borrón confuso en su mente, pero por suerte poco a poco el pasar de los días había ido volviendo a la normalidad. Ni rápido ni despacio, todo había vuelto a su ritmo adecuado.

Ahora los días pasaban calmadamente uno tras otro. Sin prisa, sin pausa, e Izuku los disfrutaba con recién descubierta calma pues no solo el tiempo parecía haberse asentado por fin, sino que también sus propias emociones parecían estar haciéndolo. Poco a poco, con el pasar de los días y el apoyo de Kacchan, Izuku empezaba a ver las cosas de otra manera. Y aunque sabía que sus heridas no estaban cerradas del todo, pues aún sentía sus desgarros en el corazón, al menos le habían dado una tregua, ya no sentía sus emociones a flor de piel, amenazando con desbordarse y engullirlo por completo, y aquello era un alivio para su alma.

Prueba de ello era la cicatriz que envolvía su muñeca, recuerdo de los brazaletes que una vez robaron su quirk. Izuku la observó, sorprendiéndose una vez más al ver como se camuflaba perfectamente entre las muchas otras que adornaban su brazo. Era irónico lo mucho que le había avergonzado en el pasado cuando ahora se daba cuenta de que en realidad apenas era una marca más en sus brazos, no destacaba entre el resto de cicatrices, en realidad solo lo hacía en su mente. Pero ya no más, estaba aprendiendo a aceptarla. No se avergonzaba de ninguna de sus cicatrices y no se avergonzaría de esa tampoco. Todas ellas no eran más que pruebas grabadas en su piel, de errores cometidos, de lecciones aprendidas. Y la cicatriz de su muñeca también lo era, no era más que otro fallo del que debía aprender, un error que le mostraba el camino a seguir a partir de ahora. Un recordatorio de que no debía volver a perder la esperanza.

Aún era demasiado pronto para que todo estuviera bien, Izuku era consciente de ello. Todavía sentía frescas las heridas en su corazón, aún no habían cerrado y probablemente tardarían mucho en hacerlo, dejando cicatrices donde antes no había nada. A veces conseguía olvidarse de ellas pero en el fondo siempre estaban allí, acompañándolo en la distancia, dolorosos recuerdos que aún se esforzaba por aprender a aceptar. Pero a pesar de todo, cuando Izuku observaba a Kacchan de alguna forma sabía que todo iría bien. Por que aunque las pesadillas aún plagaran sus sueños, al despertar volvía a estar junto a Kacchan y eso lo reconfortaba y le daba esperanzas.

De repente le dieron muchas ganas de verlo, de alguna forma se sentía melancólico, tenía ganas de abrazarlo. Izuku abrió su móvil y le envió un mensaje. En seguida obtuvo respuesta, un simple "OK" que lo hizo sonreír. Cerró el móvil y se dispuso a volver al dormitorio donde Kacchan lo esperaba.

***

Habían pasado por mucho, múltiples vivencias y experiencias que habían ido forjando su carácter. Ya no eran las mismas personas que un día ingresaron en la U.A, y mucho menos eran los mismos que en su infancia. Habían cambiado poco a poco hasta volverse irreconocibles pero aquello no era algo malo. Eran diferentes pero al mismo tiempo seguían siendo ellos mismos, siempre lo serían, hay cosas que cambian y otras que no lo hacen nunca por muchos años que pasen.

El suave sonido de alguien llamando a la puerta de su habitación devolvió a Bakugou a la realidad, arrancándolo de entre sus pensamientos. Se levantó de golpe y se acercó rápidamente a la puerta, deseando ver a la persona que sabía con certeza que se encontraba al otro lado de esta.

Ojos que no venDonde viven las historias. Descúbrelo ahora