La azotea

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Luisita y Amelia entran en El Asturiano. Marcelino, que las ve desde la barra, les saluda encantadísimo y empieza a preparar sus cafés. Es domingo y Amelia tiene el día libre, así que han decidido ir a desayunar al bar de los padres de Luisita y aprovechar para darles una noticia.

Las chicas se sientan en la barra y enseguida sale Manolita de la cocina con una sonrisa de oreja a oreja y unos platos con tortilla de patatas que coloca en la vitrina.

- ¡Hombre, mis niñas! ¿Qué tal? - Saluda a las chicas.

- Buenos días. - Dice Amelia.

- Hola, mamá. - Responde también Luisita. - ¿No están los niños?

- No, hija, no. Ya sabes que los domingos siempre quieren quedarse en la cama hasta tarde, no quitarse el pijama en todo el día y jugar con la videoconsola.

- Y molestar. - Añade Marcelino.

Luisita y Amelia cruzan una mirada rápida y se ríen. Marcelino les pone sus cafés y sigue ajetreado en la barra ordenando vasos y platos, mientras Manolita prepara desayunos de otros clientes.

- Oye, por cierto, ¿qué hacéis el sábado que viene? - Pregunta Luisita, mientras mira a Amelia divertida.

Manolita la conoce muy bien, así que sabe que Luisita no está preguntando por interesarse por su fin de semana. Deja la máquina de los cafés y se acerca a la barra con los brazos en jarra.

- ¿Qué vamos a hacer, hija? Pues lo de siempre: abrir el bar, tomar algo por la noche si es que nos dejan los niños... ¿Por qué?

- Pues porque vais a tener que cancelar todos los planes, creo. Y dejar a alguien a cargo del bar. - Dice Luisita mientras Amelia se ríe por lo bajo.

Marcelino empieza a preocuparse y frunce el ceño.

- ¿Pero, qué pasa, Luisita? No me asustes, por Dios. Dilo ya. - Dice su padre.

Luisita mira a Amelia y esta le hace un gesto de aprobación, así que ambas suben la mano derecha para mostrar el anillo con una piedra diminuta que tienen colocado en el dedo anular.

- Nos casamos el sábado. - Dice Luisita.

-¿¡Cómo!? - A Manolita se le escapa un grito. Mientras tanto, Marcelino ha rodeado la barra para salir al encuentro de Luisita y Amelia y abrazarlas a las dos a la vez. Luisita tiene que pedirle que le deje respirar un poco. - Pero, Luisita, a ver, ¿cómo me lo decís ahora? ¿Y dónde os casáis? ¿Dónde es la celebración? ¿Ya tenéis los vestidos? ¿Y qué hago yo ahora? No me da tiempo de nada. Por Dios, hija, ¿tienes que hacerlo todo siempre igual?

- Mamá, tranquila, respira.

Amelia sabe que le toca hablar a ella para tranquilizar un poco a Manolita y que su hija y ella no se enzarcen en una conversación acelerada y sin sentido.

- A ver, Manolita, sabemos que es un poco precipitado, pero es que a nosotras también nos ha pillado un poco de sopetón. No queríamos llevarnos meses organizando una boda con todo lo que está pasando. Era uno de los requisitos de la clínica para iniciar todo el proceso del embarazo, pero nos pasaron un poco la mano para empezar cuanto antes. Pero para inscribir al bebé en el registro y que ambas aparezcamos como madres sin tener ningún tipo de problema sí que necesitamos estar casadas. - Manolita la escucha atenta sin perder el gesto de incredulidad.

- Y, mamá, no llevamos vestidos. Te lo digo ya para que te ahorres la angustia. - Añade Luisita.

La conversación tiene que quedarse ahí porque se acercan un par de clientes a la barra y Manolita y Marcelino empiezan a atenderlos. Luisita y Amelia aprovechan para terminarse el desayuno, que ya está medio frío. Pasados unos minutos, los padres de Luisita vuelven a tener un rato de tranquilidad en el bar y vuelven a la carga.

Modern Love - LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora