Interludio II

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"Quizá estábamos conectados hace mucho tiempo.

No lo sé muy bien, pero una vez que un lazo esté hecho, nunca desaparecerá.

Por lo tanto, aunque nos olvidemos de todo, podremos estar conectados en otro lugar".

Esquizofrenia y doble personalidad. Según las evaluaciones de 14 psiquiatras concluyeron que yo padecía eso. Jamás me pasó por la mente que yo estuviera enfermo. Mi juicio se re-abrió hace unas semanas y entré en la sala, Nanao-san me había contratado un abogado; Ukitake Jushiro. Ese día respondí preguntas de todos los psiquiatras y dictaminaron que lo mío era esquizofrenia.

Me sorprendió súbitamente cuando el juez dijo que yo estaba libre, pero que tendría que ir a rehabilitación. La sala se desató en insultos contra mí, eran palabras amargas, horribles, pero de algún modo extraño no me afectaban como cuando fue mi primer juicio y me llevaron a la cárcel, no, no parecían afectarme. Caminaba tranquilo, con la mirada un poco cabizbaja siendo guiado del brazo por Nanao-san. En medio de flashes y cámaras de video me abrió paso Nanao-san y su esposo, y subí a su auto. Una vez dentro Kyoraku-san arrancó el auto y nos fuimos de ahí.

— Pero qué gente tan chismosa –se quejó Nanao.

— Tranquila, querida, después de algunos días no molestarán más al chico –decía el castaño –Ah, empezó a llover por fin.

Efectivamente estaba lloviendo ligeramente. Por la ventanilla observé el cielo, estaba gris, colmado de nubes y luminosos relámpagos hacia el horizonte.

— Es temporada de lluvias –anunció la pelinegra a su esposo – ¿Quieres comer algo en especial, Ichigo? –me preguntó. Me sobresaltó un poco, pues de repente estaba mirándome.

Yo negué con la cabeza.

— Creo que solo quiere ir a casa, cariño –dijo Kyoraku-san, y tenía razón, solo quería ir a casa.

Mientras viajábamos por la carretera mojada me di cuenta de que estaban entrando por una colonia que no era la mía, entonces despegué la vista de afuera y me dirigí a ellos por primera vez.

— ¿A dónde vamos?

— A casa –musitó Kyoraku tranquilamente sin despegar la vista de la carretera –Vamos a casa, Ichigo.

— Nos pusimos como tus tutores legales, Ichigo –me informó Nanao volteando a verme –Espero que no te moleste –se empezó a poner un poco nerviosa –Pero la corte necesitaba que alguien se hiciera cargo de ti.

— ¿Voy a cambiar de apellido? –la miré fijamente.

Sus ojos azules temblaron.

— No, cielo. Solo somos tus tutores, no tus padres adoptivos. Conservarás tu apellido, sí.

— A... arigato, Nanao-san.

En verdad tenía que darle las gracias. Esa mujer desde un principio había estado ayudándome desde lejos, aquella psicóloga que me había asignado el jefe de la policía; Zaraki Kenpachi, siempre regañándome por no tomar a tiempo el medicamento, ni siquiera me dejó cuando supo que finalmente yo era el culpable. Me sentía aceptado por ella. Por una humana como yo.

Nanao-san asintió y volvió su rostro al frente.

— Tengo miedo –confesé casi en un susurro mientras nuevamente veía las gotas de lluvia. Y nadie me escuchó.

.

.

Aquella noche lluviosa estaba acostado en mi cama nueva. Creo que el cambio era necesario si quería continuar con mi vida... o al menos lo que quedaba de ella. Kyoraku dijo que podría acompañarme a recoger algunas cosas de mi casa vieja algún día de la semana que saliera temprano del trabajo y yo acepté. Nanao me dijo que podía volver a la escuela si quería, pero le confesé que no estaba listo y ella detalló que no iría al mismo instituto, que lo mejor era que iniciara todo completamente de nuevo. Y creo que está bien. Me siento un poco más tranquilo aunque las pesadillas no se van y se repiten sin revelarme nueva información, pero es extraño totalmente, a pesar de las pesadillas, de la culpa, de la tristeza... siento que estaré bien, en un futuro muy lejano, claro, pero estaré bien.

Shards of meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora