Capítulo 10

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¡Gran final, disfruten!

Capítulo 10

~*~

― Layla. ― El vampiro apenas suspiró, besando la frente de su hija cuando Maddie la acercó a su rostro para que la viera.

― Debo revisarla y asearla, pero estaremos aquí contigo, ¿bien, Evan? Hen y Bobby se encargarán de ti. Athena está haciendo guardia, por cualquier cosa.

― Entiendo. Entiendo, solo, deja que pueda ver a Layla mientras la revisas. ― El rubio dijo con voz pastosa, adolorido por la herida en su vientre que recién ahora comienza a sanar sin que ninguna sustancia especial lo impida.

Buckley notó entonces que era perfectamente capaz de escuchar los latidos del corazón de Layla, de sentir su pulso en sus venas, como si estuvieran sincronizándose. La bebé lloró durante el tiempo que le tomó a Maddie revisarla, limpiarla y vestirla, para entonces la herida de su madre ya había sanado y estaba en condiciones de cargarle. Aunque se sentía débil, cansado y con unas ganas inmensas de beber la sangre de su amante y dormir, Buckley sabe que todavía no puede. Que deben esperar ahí hasta que Díaz vuelva y puedan acurrucarse los tres en una cama confortable.

― Evan, necesitas alimentarla.

Escuchó a su hermana decir, pero realmente no procesó sus palabras.

― Qué.

Maddie sonrió ante la confusión de su hermano. A decir verdad, ella también estaba contrariada. No se supondría que su hermano pudiera amamantar. Y, sin embargo, los pezones del rubio estaban goteando el líquido blanquecino que ella solo pudo identificar como leche, particularmente cuando acercó a la bebé y Layla se pegó al seno de su madre succionando su primer alimento fuera del vientre.

El brillo en los ojos del vampiro cambió entonces, pasó del claro al azul índigo tan intenso que inconscientemente sus amigos retrocedieron un paso. Esta es la primera vez que ven al rubio revelar su faceta sobrenatural. Al mismo tiempo, los ojos de Layla, que todavía no se habían mostrado, se revelaron bajo los párpados y en lugar de pupilas marrones o azules como sus padres, estaba ahí un precioso color que se difuminaba entre el celeste y el marrón dorado, como la perfecta combinación de ambos.

Bobby, Athena y Hen no hacían más que mirar, maravillados por la escena. Y porque Layla era hermosa, con esos ojos tan únicos y su cabello rubio cenizo, con la piel rosada y la boca en forma de corazón. Sin duda, ha sido concebida con amor.

De pronto dos aullidos hacen eco en la noche, y los colmillos de Buckley crecen por completo, jadeando y sintiendo en la sangre la necesidad de salir en búsqueda de su amante. Su corazón se sobresalta y el titubeo se adueña de su naturaleza, una parte de él quiere quedarse con Layla, otra no puede evitar el llamado de su amante.

― Maddie. ― él vuelve la mirada hacia su hermana. Ella entiende de inmediato.

― Aquí, la cuidaremos por ti. Ve, Evan.

Cuando Layla pasa a brazos de su tía, Evan se tambalea apenas un poco al bajar de la cama donde ha sido intervenido. Sacude la cabeza de un lado a otro y manda a su cuerpo a moverse.

― Evan...

― Estoy bien, Maddie. Un minuto solamente.

Layla se agita inquieta en brazos de su tía, pero cuando sus ojos centellaron con ese color difuminado suyo, la energía de Buck regresó de inmediato, sintiéndose incluso más lleno de vida que nunca.

― Gracias, Layla. Voy por papá, para que se encuentren al fin. ― Él dijo con una sonrisa radiante. Llena de colmillos y todo, sobra decir.

E impulsando toda esa vitalidad en sus piernas, bajó dando un salto a través de la ventana. Con suerte era ventanal y las puertas se abrieron mágicamente al predecir el movimiento del vampiro. Sí, cosas de cierta bebé híbrida que, al parecer, poseía algunas otras cualidades.

DARK CHAINS IN THE HEARTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora