UNO

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—Quiero saber si te acostarías conmigo.

Max casi se ahogó con el trozo de pizza que acababa de tragar, sus enormes ojos cafés parecieron aún más grandes cuando los abrió estupefacto.

—Imagino que te refieres a tener sexo — dijo con la voz ligeramente aguda, presa del nerviosismo.

Conocía a Hannah desde que ambos tenían nueve, eran mejores amigos y él mejor que nadie sabía que cuando se lo proponía, ella podía ser muy directa. Sin embargo, ni toda su honestidad lo había preparado para aquella situación.

Hannah asintió y con calma le dio un sorbo a su copa de vino, estaban en el apartamento de ella, se habían reunido ahí a su sugerencia luego de que le avisara que tenía algo muy importante que decirle. Pero ni en sus sueños más salvajes habría pensado que eso tan importante tenía que ver con sexo, precisamente.

—Sé que es descabellado — empezó a decir.

—Como un libro vaquero — reconoció Max, tomando un trago de su cerveza, la garganta se le había secado.

—Pero he hablado con mi psiquiatra.

—¿Y ella te ha sugerido que le pidas a tu mejor amigo que se acueste contigo? — Aunque había mucha sorna en la entonación de su pregunta, Hannah pudo ver como él tragaba con fuerza y no lucía para nada divertido con lo que ocurría.

—¿Podrías al menos escucharme? Me refiero a, no interrupciones, por favor — recalcó cada palabra con exasperación y el silencio de Max le dio la respuesta —. Hablé con mi psiquiatra y el medicamento para la ansiedad ha funcionado, luego de dos años por fin he conseguido que disminuyamos la dosis a dos veces por semana, sin embargo, como ya he logrado sobrellevar la parte más crítica de mi tratamiento y he tenido una respuesta favorable, lo siguiente es comenzar a realizar actividades que me gusten. Así que he hecho una lista repleta de honestidad, porque me ha pedido que ponga en ella absolutamente todo lo que disfruto. Y simplemente no pude dejar de lado el sexo. ¿Sabes cuándo fue la última vez que mantuve relaciones con alguien?

Max negó, tampoco era como si deseara saberlo, aun así comentó:

—Me imagino que hace ya un tiempo.

—¡Casi tres años! — exclamó ella —. Y eso no es lo peor ni de cerca, lo peor es que luego de hacer la lista me di cuenta que aunque tengo esta memoria de disfrutar muchísimo el sexo, lo cierto es que no tengo con quien corroborarlo y lo último que recuerdo haber pensado de esta... — hizo una pausa y saboreo la palabra que estaba por decir —...practica, es que odiaba precisamente la ansiedad que me hacía sentir en el marco previo.

Hannah había perdido a sus padres tres años atrás en un accidente automovilístico y aunque sus padres habían sido adinerados empresarios que le habían dejado la vida resuelta, para ella el dinero y las preocupaciones materiales quedaron en segundo plano cuando se dio cuenta que estaba completamente sola en el mundo. Claro, tenía a Max, a Rose y a Dylan, también estaban Frank y Lea, quienes vivían del otro lado del país pero que igualmente mantenían conversaciones frecuentes con ella a través de videoconferencias. Sin embargo, los amigos eran una cosa y la familia otra. Y aunque ella consideraba a sus amigos personas muy cercanas, eso no llenaba el vacío que la muerte de sus padres dejó, sumado al impacto que le había causado su repentina y violenta muerte.

Fue ahí que cayó en una profunda depresión aunada a una ansiedad insoportable. Al principio dejó de salir a reuniones, comenzó a faltar a la universidad y empezó a perder el interés en sus actividades extracurriculares, pero conforme la enfermedad creció y evolucionó, empezó a quedarse encerrada en su casa por completo sin tener comunicación y evitando a toda costa a sus más allegados, quienes estaban terriblemente preocupados por la nueva Hannah.

El sexo no estaba en el contrato | 1/3 | Angie JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora