42 Violeta
JORDAN
Me paseo por el living de la nueva casa de Gabrielle observando las fotografías que el diseñador está poniendo, me detengo en la imagen del anuario de Gabe, debe ser de hace unos tres o cuatro años, en ese entonces aún utilizaba retenedores dentales y no le avergonzaba usar anteojos en público.
La chica de la foto luce como la Gabe que recuerdo y no como la chica de ahora, seguro si ella no me hubiera reconocido ese día en el bar, yo no habría podido saber que esa chica era la misma Gabrielle que había venido a buscar.
— ¡Mamá! — Me giro y la veo de píe en las escaleras, — ¡¿Por qué pusiste esa foto?! — Se acerca y quita el portarretratos, — tengo que hacer desaparecer esto, — lo pone boca abajo sobre la mesa, — ya estoy lista ¿vamos?
La recorro con la mirada desde sus ojos enmarcados en fuerte delineador negro, bajo a sus labios teñidos de rojo escarlata, luego al suéter negro de cuello alto, luego a la falda escocesa que siempre le han gustado, las medias veladas a juego con el saco y las botas a juego con su labial.
Sigue siendo igual de linda a como lo era a los ocho años cuando se vestía como las chicas punk que veíamos en internet.
—Vamos, — engancha su brazo con el mío, — me gusta tu casa, es más bonita que la de tu papá.
—Y esta sí se siente como mi casa, créeme, — su mirada se detiene en la pulsera atada a mi muñeca izquierda, — Aún la tienes, — tira de mi mano y roza sus dedos con los hilos rojos y azules entrelazados para sostener el cuarzo violeta, — ¿Qué edad tenía cuando las hice?
—Catorce, — levanta la mirada, — ¿Y la tuya?
—Guardada en alguna parte de mi habitación, — sonríe, — ¿De qué color me ves?
Mi corazón empieza a latir de forma acelerada al escuchar esa pregunta, la misma que me hizo darme cuenta que por ella sentía algo más que amistad, que no la veía solo como una amiga y que cada vez que estaba con ella las manos me sudaban, no podía respirar y sentía como si tuviera una manada de alces en el estómago corriendo de un lado a otro.
Así descubrí el efecto Gabrielle Hudson.
—Azul, — acomodo uno de los mechones de su cabello pintados de esa tonalidad y lo pongo tras su oreja izquierda, — ¿Y tú a mí?
—Rojo, — se acomoda el gorrito de lana, — sigues siendo el rojo más bonito de todos, — se aparta y saca algo de su pequeño bolso, — mi tío nos prestó el auto, pero debes conducir tu porque yo no tengo licencia.
—Seré tu conductor elegido entonces, — me señala el auto estacionado y sube al lugar del copiloto.
Bien, Jordan, tú puedes, es Gabe, es tu amiga, no tienes por qué sentirte nervioso de estar a solas con ella, solo sé tú mismo y disfruta la noche.
— ¿Podemos cambiar el plan de ir a cine? Este pueblo no tiene uno y el más cercano es el de Merton, — enciendo el auto, — ¿Sabes? Ayer salí a caminar con mi mamá y encontramos una pista de hielo cerca de aquí, ¿Vamos?
—Continúo siendo un desastre con las actividades físicas.
—Yo te enseño, — me revuelve el cabello, — como en los viejos tiempos.
Como en los viejos tiempos... deja de pensar, Jordan, deja de pensar.
Sigo sus indicaciones por las calles del pueblo, estamos casi a media hora de mi casa y mi papá ni siquiera sabe que salí, según él estoy cuidando a mi hermanito mientras mi madrastra regresa del trabajo, y en lugar de estar cuidando personalmente a Max lo dejé con Ariaelle, con la loca que ni siquiera puede cuidarse a sí misma.
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El Hermano de mi Ex
JugendliteraturAdam Wittmore es el sueño de toda chica: 1.88 metros de inteligencia, belleza, cabellorosidad y Misterio. Como dije, él es el sueño de cualquier chica, pero no el mío, para mí sobre la cabeza de Adam hay un gigantesco cartel con letras de neón que d...