Normalidad

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Llegamos al centro de la ciudad y aparco la moto en un estacionamiento privado, le entregó las llaves al encargado y salimos a la calle tomados de la mano.

Íbamos caminando por fuera de las tiendas departamentales, me sorprendí cuando vi nuestra imagen reflejada en un escaparate, y caí en la cuenta de que Nami tenía razón, a simple vista parecíamos una pareja.

Aquella idea me hizo sonrojar y sentí mi corazón saltarse un par de latidos.

Continuamos caminando y entramos en una tienda de artículos para el hogar.

- ¿Qué hacemos aquí? – lo mire extrañada

- Aún no te hago tu regalo de bienvenida. – sonrió ampliamente y nos adentramos en la tienda.

- No necesitas darme nada, me dejas vivir en tu casa y sin cobrarme renta, eso ya es suficiente

- Dejate consentir, mujer. – no dijo nada más mientras caminábamos hasta la sección mueblería.

- Usopp llamo esta mañana, el lunes comenzara a trabajar en la biblioteca, así que estamos aquí para que escojas las estanterías y la decoración. – había olvidado que el miércoles fue al departamento el arquitecto amigo de Zoro, le explique cómo me gustaría que fuese la biblioteca y me dijo que no habría ningún problema.

- De acuerdo, compraremos las estarías, pero solo si yo las pago. – me miro alzando una ceja.

- Entonces no sería un regalo. – sabía que tenía lógica su respuesta, pero no podía permitir que él costeara todo, yo no gano millones como él, pero puedo vivir tranquilamente, de hecho, si quisiera podría comprar un departamento, tengo bastantes ahorros, pero aún no supero mi miedo a la soledad, así que no puedo vivir sola.

- Qué tal si lo pagamos a medias y me regalas un café y unos sándwiches. –

- Eso no equivale a un regalo de bienvenida.

- Entonces dejame poner unas cuantas flores en la terraza, mi pequeño huerto quedo en mi antiguo apartamento, ¿puedo empezar uno en el tuyo? – me mordí el labio y puse ojos de cachorro.

- De acuerdo, tu ganas. – aunque refunfuñando, acepto mi petición.

- Te adoro, eres el mejor. – me abalance hacia él abrazándolo por el cuello, como cuando éramos niños.

Después de recorrer una cantidad sorprendente de pasillos con estanterías de diversas clases de maderas, colores y tamaños nos decidimos por las de caoba, las llevarían al apartamento el martes.

Mientras terminaba de ultimar detalles de la entrega y el pago, Zoro desapareció por unos minutos.

- ¿Dónde estabas?

- Solo mirando. – encogió un hombro y tomo de mi mano para continuar nuestro camino.

Nos adentramos en el parque central de la ciudad, los hermosos cerezos estaban florecidos y la visión era maravillosa, siendo sincera nunca dejo mucho tiempo para salir a pasear.

Íbamos hablando solo de tonterías y recordando situaciones de nuestro pasado, en ocasiones reíamos tan fuerte que las personas se nos quedaban mirando.

- Tengo sed ¿quieres algo para beber? – Zoro me preguntó, cuando nos acercamos a un puesto donde vendían bebidas frías y calientes.

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