CAPÍTULO 3

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Definitivamente no estaba preparada para lo que vería a continuación. Llegué a donde estaba Ana y me paré junto a ella, tenía la cabeza levantada y miraba fijamente hacia lo alto. La observé un momento, un par de segundos tal vez, giró la cabeza y me hizo una seña para que viera lo que sucedía arriba. Mientras levantaba la mirada, mis ojos recorrían piso por piso cada balcón de la torre central, los contaba en mi mente, cuando de pronto vi un par de piernas colgando. ¡Era Miranda! La loca estaba sentada sobre el muro del balcón del piso 13 balanceando sus piernas de adelante hacia atrás, y sujetando ambos lados de la baranda con sus manos. Creo que entré en un estado de shock y el cuerpo no me respondía, era como si me hubiera quedado clavada en el piso. Oí el golpe de la mochila de Ana al caer al suelo y la vi correr hacia la torre, subió todos los pisos como si la persiguiera un demonio, al menos en mi cabeza todo avanzaba muy rápido y yo seguía sin reaccionar.

Intentaba buscar cualquier razón que eliminara de mi mente la posibilidad de un suicidio. No era lógico ¿O sí? ¿Cuál sería el motivo? ¿Por qué hacer algo así? Ella era mi amiga. Yo podría ayudarla ¿o no? ¡Dios! Eran demasiadas cosas pasando por mi cabeza.

De repente sentí como vibraba mi mano.... Me tomó darme cuenta de que tenía una llamada entrante. Era Raúl, con todo el apuro, olvidé que su clase comenzaba a las 11 y mi mochila había quedado a su cargo. Así que contesté

Llamada:

Yo: Bueno... (Le respondí con voz temblorosa, pues aún no salía del shock)

Raúl: ¿Dónde estás? Mi clase va a empezar, te llevo la mochila si gustas.

Yo: Estoy en el jardín al lado de la torre administrativa.... Miranda está.... ¡NOOOOOOOOOO! (Dejé caer el celular con la llamada aún abierta)

Vi lo más espeluznante que jamás pude imaginar, no hay palabras para describir la sensación de ver caer a una persona desde tan alto. Parecía un sueño, o más bien una pesadilla; mis pupilas captaron todo en cámara lenta y a detalle. Yo seguía sin poder moverme y lo único que pensaba en ese momento era ¿Cuándo demonios se abrirá el paracaídas que acabará con esta tragedia? Pero no sucedió.

Unos segundos después, el cuerpo de Miranda tocó el suelo produciendo un golpe seco. En mi mente se plasmó la imagen de cada hueso de su ser quebrándose, y en ese momento supe que la habíamos perdido para siempre.

Raúl llegó con mis cosas y su cara al ver la escena era incluso peor de lo que esperaba. Olvidé mencionar que ella era su novia, y aunque tuvieron muchos problemas en los últimos meses (según lo que Ana me comentó), él realmente estaba enamorado de ella.

Éramos muy amigos, pero jamás me metí lo suficiente en su relación como para preguntarle a detalle. Quiza debí hacerlo, debí estar más al pendiente de ellos. Eran mis amigos y pude ayudar si hubiera sabido que tenían problemas. Pero eso ya no importaba más, no podía sentir culpa. No era mi culpa...

Raúl se acercó a ella, retiró su largo cabello liso color castaño oscuro de su rostro, tenía los ojos abiertos, pero sus pupilas ya no respondían a los estímulos de la luz. Su cuerpo parecía aún tener vida, pero en el fondo sabíamos que eran solo los últimos espasmos musculares. Era evidente que no estaba más con nosotros y bastó con intentar tomarle el pulso radial para comprobarlo.

Lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas de Raúl, era un llanto silencioso. Lo miré perpleja, no sé cuánto tiempo exactamente, pero era impactante ver como caían las gotas saladas desde su rostro hacia la frente de Miranda y posteriormente al suelo. Me tenía aterrada su reacción tan serena, su silencio, estaba totalmente quieto. La miraba tan fijamente que se podía sentir la tensión y su angustia. Tal vez en el fondo esperaba un milagro, o creería que, al verla de esa forma, ella abriría los ojos y todo estaría bien.

AL LÍMITEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora