Capítulo veintiuno: Calum no come pizza.

4 2 0
                                    

—¿Brownies felices, dijiste? —preguntó Ashton cayendo en cuenta de la situación en la que nos habíamos metido.

—Sí, las chicas de medicina los estaban regalando hace rato, dicen que son bastante fuertes, ¿qué tal?

—¿Qué tal qué? —Para este punto y después de haber escuchado lo de los brownies, Ashton ya había caído en psicosis, tenía un tipo de aberración a las drogas y, aunque a ninguno de nosotros nos fascinaba la idea (que, por cierto, yo estaba bastante asustado) Ashton siempre les había tenido pánico.

—¿Cómo se sienten? —volvió a preguntar—, comer marihuana es aún peor que fumarla.

—¿Peor? —Ashton sudaba—, creo que tengo que tomar agua, de pronto se me secó la garganta.

—Tranquilo, chico, el efecto aparece en cuarenta y cinco minutos, dependiendo de cuántos comiste.

Y si Ashton no hubiese devorado media docena, yo quizá hubiera podido tranquilizarme. Pero no fue así. Y de repente recordé que Calum y Michael estarían bastante drogados en unos instantes también. Le di mi brownie al chico, el cual lucía bastante entusiasmado y fijé mi atención en Ashton.

—Hay que apurarnos —concluyó Ashton rápidamente, caminando a zancadas directo a la casa-fraternidad.

Pasaron solo algunos segundos para que sus pupilas se dilataran al punto de asustarme, tenía los ojos rojos y las mejillas sonrojadas.

—¿Estás bien?

—No me hagas hablar, por favor.

—Está bien.

Y seguimos buscando a Carrie.

Por dentro, la fraternidad era decepcionante en cierto punto, no había barriles de cerveza o universitarios bailando sobre las mesas, lo más alocado eran las agrupaciones de personas dispersas que conversaban animosamente y jugaban a los dardos.

¿Esto era la alocada vida universitaria?

Quizá habíamos llegado bastante tarde y nos habíamos perdido lo mejor, había unos cuantos chicos y chicas dormidos en el sofá y otros desperdigados por la casa. Volteé en dirección a Ashton y lo vi con la mirada perdida, quizá fija en algún punto que yo ignoraba, sabía que estaba haciendo un esfuerzo por no dejarse vencer por la droga en su sistema. Algo difícil, en realidad.

—Ashton, creo que si te sientas...

Ashton no me dejó terminar, me puso el dedo índice en la boca indicando que me callara y por impulso (más que nada por la droga dentro de su cuerpo) tomó a una chica bajita por el hombro y le habló, real y estrepitosamente fuerte, la música ni siquiera estaba alta.

—¡Hola, amiga! —le gritó, la chica abrió los ojos de par en par, pero pareció hacerle algún tipo de gracia la voz de Ashton, chillona y quebradiza—, quiero información sobre una chica.

—¿Una chica?

—Sí, mira, ¡es ella! —le mostró la identificación de Carrie, después de arrancármela de la mano—, nos ha hecho la noche mierda, pero de la buena, y nos dijeron que aquí podíamos encontrarla, mi amigo aquí presente —hizo una pausa y me palmeó el pecho con su mano—, está desesperadamente loco por ella y si no la encuentra, si tú no nos ayudas a encontrarla, morirá.

—No moriré.

—Sí, él morirá.

—Me gustaría poder ayudarlos, pero, no conozco a esta chica.

—Nos dijeron que estaba en esta hermandad.

—Quizá ella sí, pero yo no, aunque creo que alguien sí les puede ser de ayuda.

Los calcetines de Carrie (l.h. fanfiction)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora