Permítame usted, contarle una experiencia de la cual no guardo orgullo. Ante esto quiero expresar mis más profundos deseos, poniendo mi confianza sobre una hoja de papel.
Con anticipación quiero que me perdone, por mi manera un tanto vulgar para expresarme.
Quiero dar inicio a esta carta contándole, desde mis más profundos sentimientos, aquel deleite que mis desagradables ojos tuvieron la oportunidad de ver, y aquella excitación que mi cuerpo pudo sentir.
Me gustaría decirle que mi manera de ver el mundo es mucho más distinta y un tanto peculiar de lo que cualquiera llega a imaginar, tengo, en realidad, una fascinación extraña por dientes. Como podrá imaginarse, he tenido muchos problemas por esto.
A temprana edad comencé a perforar con aún mis poco desarrollados dientes los pechos de mi madre, creo que de ahí hasta entonces no descarté la posibilidad de hacerlo de nuevo, sólo que esta vez con una verdadera mujer.
Mi fascinación llegó a una gran obsesión que llegué a extraer mis propios dientes, los guardaba y admiraba como si de objetos acendrados se tratasen, llegué a crear mi propia colección que ni siquiera una caja podía guardar todos y cada uno de mis tesoros.
Podrá imaginarse usted de que aquellos que almacenaba no eran en su totalidad míos, y así es, mi amigo, los recolectaba como un viejo coleccionando cachivaches; eran tantos de ellos, de diferentes tamaños y formas, hasta llegaba a clasificarlos de entre los amarillos y los blancos.
Desgraciadamente usted no lo entendería, es demasiado inefable mi pasión por estos, era tan grande mi amor y afecto, que llegué a considerar que amaba más a los dientes que a mi mismo, no me sentía merecedor de tener entre mis manos aquellas entelequias que me tenían tan deslumbrado.
Mi colección perduró durante años, sentía de cierta forma un menester de pertenencia, un simbolismo que me tenía aferrado como un culto a sus creencias, creía que, estos artilugios, como cualquier joya preciosa, eran indispensables para existir en esta piara que se hace llamar humanidad.
Ciertamente era complicado intentar ocultar la cavidad que me causaba en el cuerpo apartarme de mis ideologías fanáticas, alejarme de los dientes para aparentar entre tanta gente que también ocultaba realidades aterradoras de sí mismos. Todos, esclavos de la tristeza presagio del olvido.
Se preguntará, ante todo pronóstico, si en algún momento tuve que abandonar mis ansias por tomar un sólo diente, hubo un tiempo, mi amigo, no coleccionaba nada, he intenté dejar mi pasión para tener lo que muchos consideraban "una vida normal".
Para mi desequilibrada imaginación, como muchos llegan a describirla, era fascinante mi amor hacia estos órganos, que no cualquier persona podría comprender semejante admiración y apreciación por algo que ellos consideraban tan banal; y muchos llegan a cavilar de manera errónea algo que desconocen.
Lo ignoto para el ser humano no tiene una explicación más allá que no sea "raro". Las personas se creen con la suficiencia para definir lo correcto de lo particular con tan solo haber escuchado las palabras de terceros que proyectan sus "conocimientos" solo representando el pensamiento de otros, ¡todos unos exegetas!.
Me perdonará por el lenguaje tan soez con el que me expreso en estos párrafos, pero quiero que percate mi desdicha por estas ideologías melindres que desacreditan el apasionado camino de un hombre hacia el arte.
Usted no sabrá el tiempo que tuve que pasar sin tener un solo contacto con mi pequeño caudal. Intenté, intenté demasiado perder la predilección que tenía hacia los dientes, me fue de alguna manera casi imposible. Creí por un momento que mi estado mental se estaba deteriorando.
ESTÁS LEYENDO
Zuby
Fantasy«Quiero que sepa, de ante mano, que no amo otra cosa que no sea Zuby» Si tan sólo hubiera sabido que su amor acabaría por desterrarlo a los llameantes brazos del infierno, el pecador no estaría en ese preciso instante en el Reino desolado del ángel...