CAPÍTULO 7: ABANDONO

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JUEVES 14 DE NOVIEMBRE DEL 2019

LÍA

Una risa malévola llegó a mis oídos haciendo que me diese la vuelta repentinamente. La oscuridad me desorientaba y no conseguía averiguar de donde venía aquella voz.

-No… nadie…

Me volví a girar asustada pero lo único que podía ver era una pared rocosa de la que colgaban estalactitas de piedra.

-No puedes…

-¿Quién eres?- dije con voz temblorosa.

Me mantuve en silencio unos segundos esperando una respuesta, pero no la hubo.

-¿Qué quien eres?- grité con más seguridad.

-Todo es culpa tuya… Vamos a morir y será culpa tuya…

Reconocí la voz en cuanto escuché esa frase y dejé salir su nombre de mi boca en apenas un susurro.

-…Jake…

-Asesina, ¿así te llamó tu madre verdad? Que curioso… tenía razón.

Tragué saliva e intenté localizarle con la mirada ignorando sus comentarios.

-Tu padre murió, has descuidado a tu hermana que seguramente también muera…

-Jake para.

-Vas a matar a tus mejores amigos probablemente y luego me matarás a mí.

-Cállate- espeté apretando los puños.

-¿No te das cuenta Lía? Nadie te quiere, ¡Nadie!

-Cállate.

-Y pensabas que te ayudábamos porque nos importabas… no… jajaja

-A nadie le importas- dijo emergiendo de la oscuridad posicionándose delante de mí.
-A nadie.

-¿Por qué me haces esto?- dije intentando alejarme de él.

-Nunca le has importado a nadie.

-Cállate- dije medio sollozando.

-No le importas a nadie.

-¡Cállate!

-Y nunca le llegarás a importar a nadie.

-¡HE DICHO QUE TE CALLES!- vociferé tapándome los oídos con las manos mientras las lágrimas se resbalaban de mis ojos cerrados. Escuché como rocas se desprendían del techo y las paredes se movían con brusquedad.

Una risa malévola sonó de fondo asustándome y abrí los ojos observando perpleja como ya no estaba en el mismo sitio de antes.

Todas las paredes eran blancas y había mucha gente vestida de blanco también paseándose de un lado para el otro con jeringuillas, botes, o camillas. Me acerqué a una de ellas sin pensármelo y le toqué el hombro para preguntarle donde estaba, pero cuando lo hice, mi mano traspasó su cuerpo como si fuera aire.

Miré minuciosamente mi cuerpo intentando entender algo, y al ver la ropa que llevaba puesta me di cuenta de que ese era el laboratorio en el que me habían encerrado.
Entonces, una mujer salió corriendo hacia un pasillo alejado de aquella sala e intuitivamente la seguí curiosa. Era un pasillo de paredes metálicas y puertas de metal también. Entré en una de ellas siguiendo a la mujer y me detuve en seco al ver el panorama de aquella habitación.

Decenas de cápsulas de cristal encerraban en su interior a personas quienes flotaban en lo que parecía ser agua y llevaban puestas unas mascarillas de oxígeno enormes.
Avancé lentamente mirando cada detalle de cada persona que había en aquella sala y al llegar al centro de esta, el corazón se me paró y abrí los ojos como platos teniendo unas repentinas ganas de llorar inmensas.

La noche (00:00) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora