La noche (00:00)

EPÍLOGO

El sonido de las hojas danzar por el asfalto, el viento gélido otoñal muy cercano al invierno, el piar de los pajarillos que esperan a sus madres ansiosos por alimentarse y las dulces e inocentes risas de los niños pequeños jugando en sus patios convierten Villa hoyos en un pueblo normal y corriente, o al menos hacen que lo aparente.

Pero la realidad es muy distinta.

Un lado del pueblo es feliz, normal, tranquilo... ausente del resto de anormalidades a su alrededor. Porque una falsa cortina de humo les aísla de la cruda, fría y profunda verdad que hay al otro lado de esa cortina.

Mientras en un lado los niños juegan y se ríen ignorando al resto del mundo, en el otro lado se desata el caos.

Una grácil mariposa vuela surcando el cielo del pueblo a la vez que una mujer adulta corre tratando de escapar de un edificio subterráneo que acaba de explotar.

El ladrido de un perro juguetón se escucha por todo el pueblo al igual que un rugido potente que solo podía provenir de una bestia.

El sonido de la alarma de un coche suena de manera simultánea con el monitor de un hospital que muestra las constantes vitales de una joven

Una señora de anciana edad cose tranquilamente el roto de un pantalón mientras la herida de esa joven se abre al arrodillarse para abrazar a su hermana.

En una casa, un niño cierra la puerta de su cuarto para jugar al escondite con un amigo,
al mismo tiempo que en otra casa, un chico se despide diciéndole te quiero a esa ya citada chica.

Una risa de diversión se escapa de la garganta de una niña, mientras que una lágrima se desliza por la mejilla de otra.

Una caricia... y un golpe.

Un te quiero... y un te odio.

Júbilo... y dolor.

Dolor.

Los dedos de Lía se entrelazan de forma cariñosa con los de su hermana, mientras una chica arrojada al vacío, tirada hasta caer en el fondo de la grieta de una cueva, mueve ligeramente su dedo meñique para conseguir sentir toda la mano.

Un Ángel caído... que ha recuperado sus alas.

Jessica.