𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝕾𝖊𝖛𝖊𝖓

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¿Alguna vez se han preguntado cómo son esos bellos países donde no existe odio y castigo a las personas homosexuales?
¿Qué tal si... damos un pequeño vistazo a su vida cotidiana?

"¡Frank Anthony Tomas Iero Priccolo Junior! ¡Ven aquí de una vez!" el nombrado llegó con prisa a la alcoba donde el pelinegro lo esperaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido, estaba en problemas, eso estaba más que claro.

"¿P-pasa algo cariño?"

"¿Enserio todavía preguntas que si pasa algo? ¡Esta oficina es toda una pocilga!"

"No es una pocilga."

"Huele a que algo se murió aquí dentro, ¿cómo es posible que seas tan desordenado?'"

"¿Talento nato?" bromeó y recibió un golpe en la coronilla de su cabeza no tan fuerte que le da a entender que su lindo marido no bromeaba y que era mejor que empezara a ordenar todo.

El matrimonio no era tan malo, y ser Rey tampoco, agradecía a Dios que tenía a Michael como consejero, si no él y Gerard ya hubieran creado una monarquía horrible que lo más seguro es que hubiera terminado con una Inglaterra hecha cenizas.
Recogió con algo de prisa los pergaminos dispersos por toda la alcoba, trastos dónde había desperdicios de varias cenas de otras noches o cuando sacaba alguna fruta o trozo de pastel a altas horas de la madrugada mientras trabajaba, una que otra prenda que se quitaba y la dejaba ahí, plumas tiradas, algunas manchadas con tinta y otras no... bueno, Iero tenía que admitir que sí era una pocilga como el pelinegro la describió.
Si fuera por él, la hubiera dejado así, era cómodo, pero luego re capacitaba las cosas, la primera es que la comida que llevaba ahí días podría crear un nido de ratas, y peor aún, ¡Gerard sería capaz de dejarlo sin sexo lo que resta del año!, mejor se ponía a recoger todo.

Mientras el avellana estaba en lo suyo y el pelinegro observaba que hiciera todo bien, entablaron una conversación con el tema del que ya se había hecho costumbre desde que se enteraron de la situación, Peter Wentz y su amante secreto.

"¿Entonces a cuáles rescatistas enviarás? No vas a enviar a cualquiera, el lugar donde están está muy bien asegurado."

"Ya tengo a los rescatistas que irán, lindura, para ser el distrito seis si que está muy bien resguardado."

"Tomemos en cuenta que tienen de su lado al distrito uno, cariño."

"Cierto... bueno, en dos semanas tendremos todo listo para ir por ellos, Pete me contó que Joseph no vendrá junto con su acompañante, asi que el cupo de cuatro personas está listo."

"¿Y cómo sabrán que llegaron los rescatistas?"

"Amor, no preocupes tu linda cabecita con eso, todavía queda tiempo, Peter acaba de pedirle matrimonio a Meagan, no tenemos prisa, hay tiempo para planificar todo." terminó de acomodar todos los pergaminos, plumas y recogió en un solo lugar los trastos sucios con restos de comida.

El pelinegro iba a replicar sobre lo que dijo su marido pero la puerta siendo tocado con algo de suavidad lo interrumpió, luego del sonido de la puerta una voz casi tímida se oyó.

"¿Su majestad? ¿Interrumpo algo?

"Para nada, Raymond, pasa." el contrario abrió con lentitud la gran puerta de madera y lo vió algo apenado, más al darse cuenta de que Gerard estaba ahí.

"Me-mejor les doy algo de privacidad." el rizado estaba a punto de cerrar nuevamente el portón pero la calmada voz del mayor lo detuvo.

"Querido, quédate y cuéntanos a qué se debe tu visita."

Raymond Manuel Toro Ortíz, hijo de esclavos traídos de Latinoamérica a Europa. A parecer de todos, una persona admirable y bondadosa.
El rizado hizo de todo para llegar hasta donde está, de pasar a ser un esclavo más a uno de los caballeros más respetados y honrados que Inglaterra pueda tener.
Iero tenía esto y más cosas presentes, por eso mismo lo había elegido como rescatista. Confiaba en que haría bien su trabajo.

𝓢𝓸𝓶𝓮 𝓟𝓻𝓲𝓷𝓬𝓮𝓼 𝓓𝓸𝓷'𝓽 𝓑𝓮𝓬𝓸𝓶𝓮 𝓚𝓲𝓷𝓰𝓼 ↳ƒιиαℓιzα∂οDonde viven las historias. Descúbrelo ahora