𝓢𝓸𝓶𝓮 𝓟𝓻𝓲𝓷𝓬𝓮𝓼 𝓓𝓸𝓷'𝓽 𝓑𝓮𝓬𝓸𝓶𝓮 𝓚𝓲𝓷𝓰𝓼 ↳ƒιиαℓιzα∂ο

𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝕹𝖎𝖓𝖊

Una semana y tres días antes de la boda.

Agradecía mucho el hecho de que la serenidad de la noche no se había arruinado por la lluvia, si no, su acompañante y él hubieran sufrido las consecuencias de cenar afuera.

"No sabía que cocinabas tan bien." mencionó el rizado terminando con el plato de pasta por lo mientras su contrario daba un sorbo de su copa de vino.

"Me alegro que te guste Raymond... se puede decir que cuando no estoy evitando que Frank se mate o que Gerard lo mate, cocino para entretenerme, hago un poco de todo."

"¡Wow! Magnífico." sonríe jugando con el tenedor mientras ve al de lentes con admiración. "Yo toco mandolina, mi vida no se centra solo en ser un caballero."

"Un caballero que toca mandolina, en mi opinión, algo muy atractivo." soltó mientras se ruborizaba horriblemente, a veces era muy lengua suelta cuando se trataba de hablar sobre quién lo tenía cautivado... eso es algo de que Gerard y el compartían, decir alguna tontería... que lo dejara ver mal, por así decirlo.

Raymond le sonrió con pena, ¿lo había incomodado?

"¡D-disculpame Ray! Yo-yo... yo..."

"No necesitas explicaciones." sonríe de forma cálida haciendo que el interior del castaño se revolviera, no sabía exactamente si era por el gesto, el alivio de saber que no lo había avergonzado o por la comida que le había caído mal.

Una combinación de todas podría ser.

El punto es que la cena había salido a la perfección, estuvieron un rato viendo la hermosa noche estrellada mientras que el mayor con lentitud envolvía su mano con la del castaño y este se dejaba enrollar por la bella sensación de por fin no sentirse sólo y en paz.

Las horas pasaron volando para ellos, luego los días.
Raymond se quedó un tiempo corto en el hogar de Michael a petición suya. Obviamente el rizado no le pudo negar eso, por lo cual tuvo que romper la promesa que le había hecho a los monarcas y adelantar el cortejo... Es que... A su parecer, no podía esperar más para estar al lado de su amado castaño.
Era realmente confortante despertar en la mañana y ver su rizado cabello desordenado mientras descansa, nunca había sonreído tanto.

Hasta que él día llegó.

Una semana y un día para la boda.

"¿Segura que ya está todo listo, Atenea?"

"Sí, rata, ya es la quinta vez en el día que me lo preguntas, ya está todo listo." se subió a su caballo con una carreta cargando después que haber revisado toda la estructura de esto. "Tenemos que irnos lo más pronto posible para llegar a la boda y cruzar el río nos tomará mínimo una semana."

"Perfecto, bueno... pueden irse..." mencionó el pelinegro mientras que enroscaba sus brazos en el brazo de su marido, se notaba nervioso y extremadamente preocupado.

"Estoy esperando a que la pareja de tórtolos terminen con su despedida." señaló con su cabeza a dónde estaban Michael y Raymond algo alejados de ellos tres.

Mikey no podía –y no quería– dejar de abrazarlo, tenía miedo de que le pasara algo en su rescate.

"Mi vida, tengo que irme ya, entre más pronto me vaya más pronto regresaré."

"Cuídate por favor, por favor..."

"No me pasará nada." besó con cuidado la coronilla del más bajo. "¿Qué te parece si después de que regrese, salimos a caminar a algún lugar?, hay algo que quiero preguntarte." dió una caricia en su mejilla con su pulgar mientras que con su otra mano lo sujetaba de la cintura. "Sé que no quieres que me vaya, créeme, yo tampoco quiero irme, pero tengo que, es mi deber y es necesario que traiga a esas personas, algo malo puede pasarles ahí." su contrario resopló resignado, tenía razón.