𝓔𝓵 𝓬𝓪𝓶𝓫𝓲𝓸 𝓹𝓸𝓻 𝓮𝓵 𝓯𝓪𝓿𝓸𝓻

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Durante todo lo que fue la semana Sheila no dejó de insistirme en hablar con Owen. Decía que su plan podía funcionar, que solo me faltaba un poco de valentía para contárselo a Owen. Estuvo muy pesada con este tema. Sheila podía ser así de pesada si se lo proponía.

Sheila era morena de impresionantes cabellos con ondas. Su cabellera era realmente enorme y preciosa. Siempre llevaba la mitad delantera recogida en uno o dos pequeños moños mientras el resto estaba suelto. Su cara era redonda y sus ojos eran grandes, llamativos y marrones. Tenía una nariz chata y unos labios finos. Cuando sonreía, dos hoyuelos se le marcaban en cada lado de sus mejillas y le hacía tener un atractivo dulce. Era de estatura baja y bastante más corpulenta que yo. Tenía una espalda esbelta, unos pechos normales, muchas caderas y un culo impresionante. Siempre se ponía vaqueros y camiseta de cuadros con alguna camisa apretada por debajo de esta. Tenía un gusto por la moda bastante varonil para una chica. Yo la adoraba porque hacía mucho tiempo que nos conocíamos. Estuvimos juntas en sexto curso y juntas fuimos al mismo insti.

—De verdad Ana, deberías hacerlo— comentó mientras nos deteníamos a tomar aire tras tres vueltas en la pista de atletismo. Estábamos exhaustas.

—Sheila, ya te dije que no me parece una buena idea— dije tratando de inhalar aire. Estaba flexionada sobre mis rodillas.— No creo que Owen quiera ayudarme con eso.

—Tú lo has dicho: no crees, pero no estás del todo segura, y no lo estarás si no se lo propones. ¿Qué te cuesta proponérselo? Tienes probabilidades de que acepte.

—O no— acabé yo la frase.— Las probabilidades de que Owen acepte ayudarme son más bajas que las que no acepte. No puedo arriesgar mi dignidad por eso.

—Bien. Entonces, ¿qué vas a hacer con Mike?— preguntó señalándole.

Automáticamente le miré. Estaba lejos de nosotras. En el lado opuesto. Como siempre, estaba hablando y sonriendo, rodeado de un séquito de admiradoras y sus amigos, los cuales le reían las gracias. Era lo que tenía ser popular, el capitán del equipo de fútbol y un chico tan guapo y atractivo como él.

Mike Sender era un chico muy guapo y extremadamente atractivo. su cabello era de color chocolate, liso y siempre tenía un estilo moderno y sofisticado de peinado. Sus facciones de la cara estaban muy marcadas. Tenía las cejas un poco pobladas, los ojos azules y unas pestañas preciosas. Su nariz era larga y fina y sus labios eran una delgada línea rosa que siempre estaban hidratados. Sus pómulos eran preciosos. Casi nunca tenía barba porque se afeitaba diariamente. Le gustaba cuidar muy mucho su imagen. Era un chico fitness. Era mucho más ancho de espalda que Tedd. Tus bíceps estaban muy marcados al igual que su pecho y su abdomen. Era igual de alto de Tedd pero un poco más bajo que Owen. Era atlético y muy dinámico.

Era un chico chulo, prepotente, arrogante, engreído, vacilón, aveces maleducado, otras veces frío y calculador, despiadado y, sobretodo, un pésimo estudiante.

Muchísimas chicas estaban enamoradas de él e iban detrás de él, aumentando aún más el gran ego que ya tenía desde que nació. Por desgracia para él yo no era una de ellas y eso era lo que le hacía ser tan persistente conmigo.

A mí no me gustaba nada de él porque, a pesar de ser guapo, era muy estúpido y superficial. Carecía de empatía hacía los demás y siempre quería sobresalir en todo. Era extremadamente competitivo y audaz. Siempre se salía con la suya. Siempre menos conmigo, y por eso yo estaba en su punto de mira.

—Algo se me ocurrirá— le contesté erigiéndome para seguir trotando por la pista.

Acabamos el entrenamiento y nos disponíamos a ir a casa cuando Mike nos detuvo.

Rubia, pero no tontaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora