𝓝𝓮𝓬𝓮𝓼𝓲𝓽𝓸 𝓾𝓷 𝓹𝓮𝓺𝓾𝓮ñ𝓸 𝓰𝓻𝓪𝓷 𝓯𝓪𝓿𝓸𝓻

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El lunes llegó más rápido de lo que esperaba. Durante el fin de semana había recopilado todo la información que necesitaba sobre el grupo de Owen.

Ya sabía porqué se querían separar. También sabía las soluciones que había y cómo podía yo evitarlo. El problema ahora era hablar con Owen y que este aceptase hacerme el favor de ser mi novio postizo durante un periodo de tiempo.

—¿Se lo vas a proponer?— preguntó Sheila cerrando su taquilla.

Me puse nerviosa tontamente. Me coloqué mejor la montura de las gafas y fingí ajustar las mangas de mi mochila.

—Lo digo porque la reina del TMPB está atacando ahora mismo.

Por inercia seguí en dedo de Sheila y me topé con una coqueta Karen hablando con un indiferente Owen. Ella estaba de espaldas a nosotras. Jugueteaba con un mechón de su pelo con una de sus manos, mientras que con la otra le tocaba el hombro. No paraba de sonreírle aunque Owen no parecía prestarle mucha atención.

Me hirvió la sangre cuando la vi haciéndole eso. Me dieron ganas de salir y tirarle de su falsa cabellera rubia.

Odiaba a Karen por muchas razones, pero sobretodo la odiaba porque sabía que a ella también le gustaba Owen.

En quinto fuimos amigas. Éramos, junto con Sheila, las mejores amigas del mundo. Nos contábamos secretos, hacíamos pijamadas y estudiábamos juntas para tener las mejores puntuaciones. Todo cambio en séptimo, cuando Sergui le ofreció ser su amiga. Sin dudarlo ni un solo segundo, Karen pasó de Sheila y de mí para meterse en el grupo de las TMPB de nuestro curso. Comenzó a tratarnos mal, a insultarnos y a decirnos que no valimos nada, que éramos unas pringadas, incluso una vez comentó que me gustaba un chico moreno del curso pero no dijo el nombre porque no sé lo sabía. Cuando dejamos de ser amigas, se convirtió en la peor perra que había existido en todo el instituto.

—¿Qué hace esta perra con Owen?— pregunté rabiosa.

—¿Qué más va a hacer si no es ofrecerle sus servicios?— dijo Sheila cruzándose de brazos.

Estaba tan enfadada que apreté mis palmas formando dos rocas como puños. De pronto, Owen alzó la mirada hacia mí y mi semblante cambió. Se me paralizó el corazón y olvidé cómo se respira, y aunque me miraba con cara de pasota, mi corazón no pudo evitar agitarse.

El timbre fue mi salvación porque en cuanto sonó, Owen perdió el contacto visual conmigo y le dio la espalda a Karen, quien seguía hablándole. Cuando Karen vio este gesto, no se rindió y le siguió por el pasillo.

—Muévete Ana, tenemos clase con la señorita Pimki, y no le gusta que lleguemos tarde— me arrastró Sheila por el pasillo opuesto al que se habían ido Owen y Karen.

La primera clase fue bastante aburrida. La señorita Pimki explicaba la lección de la semana pasada para aquellos que no lo entendieron bien.

Yo mientras tanto, maquinaba la manera de hacer que Owen me ayudase con el problema de Mike.

La segunda clase llegó enseguida. Era Matemáticas y me tocaba con Owen. Salí hacia la clase. Cuando llegué en la sala, como siempre, Owen ya se había sentado al final del todo para no hablar con nadie. Era típico de él. Me senté en frente de la mesa del profesor y saqué mi libreta.

Disimuladamente, mientras el señor Gordon se ponía a explicar en la pizarra, yo miraba de reojo a Owen. Estaba muy centrado en su libreta, lo que me hizo suponer que estaría dibujando algún otaku o alguna figura de esas japonesas. Le encantaban.

La tercera hora de clases fue más relajada, ya que era arte plástica. No era muy buena pintando pero prefería mil veces el arte plástico que el arte escénico.

Rubia, pero no tontaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora